El viaje a lo desconocido
«Se viaja no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte» .
Miguel de Unamuno
Un vecino argentino, culto y muy viajado, 20 años residiendo en Catalunya, y a punto de mudarse al norte de España, asustado por un movimiento independentista que considera un viaje a lo desconocido, me explicaba la siguiente anécdota. Cuando tenía 24 años, y residía en Argentina, se apuntó voluntario para luchar en la Guerra de las Malvinas contra la Gran Bretaña. Su madre le amenazó con las siguientes palabras: «si vas, te matarán ellos, pero si no te borras, te mataré yo…»
Finalmente, siguió los sabios consejos maternos y se echó para atrás. Aquella guerra absurda duró tan poco como lo que tardó la Armada Británica en desplazar sus barcos hasta las Falkland (denominación inglesa de las Malvinas), exactamente 2 meses y 12 días. Según el recuento oficial, el saldo final de la guerra en vidas humanas fue de 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños.
Según mi vecino, todos sabían que aquello era absurdo, que no tenía ningún sentido, que estaba destinado al fracaso. Y sin embargo, el furor patriótico, alimentado por el General Galtieri, presidente de la Junta Militar que gobernaba de manera dictatorial en Argentina, para desviar la atención de los graves problemas sociales del país, hizo que muchos jóvenes se apuntaran como voluntarios para combatir en la contienda. «Nos habían llenado la cabeza de patrañas, y nos las creímos, y muchas de las cosas que suceden ahora en Catalunya, me recuerdan aquella época en la que las emociones dejaron de lado a la razón», me cuenta con desesperación.
Yo le intento convencer de que no hay motivos para huir, que el catalán es persona de «seny», que aquí nunca habrá una guerra, y que en algún momento tendrá que entrar en juego la política y el diálogo. Pero le doy la razón en algunas cosas. La independencia planteada de manera unilateral, como un pulso al Estado, es un camino lleno de espinas, y no sé si toda la gente convencida de votar a las fuerzas secesionistas es consciente de las dificultades que supondría emprender ese camino.
Cuando el argumento que me dan mis (buenos) amigos independentistas es que «peor que ahora no podemos estar», mi nuevo amigo argentino me recuerda que eso es falso. Que por supuesto que se puede estar peor, que en muchas ciudades de Argentina apenas se puede salir a la calle por el riesgo que comporta, que en Grecia o en el sur de Italia hay muchísima miseria, que para llegar hasta la meta habrá que sortear muchos obstáculos, algunos quizá insalvables, y que si no será que los sentimientos nos impiden activar la razón.
Y me pide que lo explique a todo el mundo, que le gustaría salir a la calle, y desde el respeto a los que piensan diferente, gritar que aquí vivimos en un paraíso (aunque haya gente que está pasando por graves dificultades debido a la crisis) y que emprender esa ruta hacia quién sabe dónde nos puede llevar al abismo. Queda dicho.
Por cierto, la Guerra de las Malvinas tuvo otras consecuencias políticas. Acabó con la dictadura militar en Argentina, que recuperó la democracia, y en el Reino Unido, el gobierno conservador de Margaret Thatcher, que pasaba por graves dificultades y una elevada impopularidad, consiguió renovar el mandato en las siguientes elecciones. Por si alguien quiere tomar nota…