ERC interpreta a Hamlet

ERC no sabe qué hacer para convertir los barómetros electorales en votos contantes y sonantes en las urnas

El acto tercero, escena primera de Hamlet, la archiconocida obra de William Shakespeare, conforma la eterna duda que acompaña a todo ser humano en momentos decisivos de su vida. Su “ser o no ser, esa es la pregunta” encabeza el sketch más incisivo de la dramaturgia universal como síntesis de los procesos mentales de indecisión y duda ante todo cuestionamiento de vital importancia.

Pues bien, ERC, aun teniendo el viento a su favor para vencer en el lance independentista a los múltiples artefactos inventados por Carles Puigdemont, no sabe qué hacer para convertir los barómetros electorales en votos contantes y sonantes en las urnas. El fugitivo de la justicia española, residente en Waterloo, le tiene tomadas las medidas al más histórico de los partidos políticos catalanes.

Vean: le deja ganar las encuestas mientras él gana las elecciones. Hay un reparto de papeles tan endiablado por repetitivo que, tan sólo pensar en que la maldición se repita, los republicanos se quedan como la mujer de Lot huyendo de Sodoma y Gomorra. Momificados cual estatua de sal, observando con pavor como sus expectativas de alcanzar la presidencia de la Generalitat son arrasadas por azufre y fuego.

En su particular soliloquio, ERC se pregunta sobre su ser o no ser. ¿Qué debo hacer para que las cosas me salgan bien? ¿Debí abandonar el gobierno de Quim Torra antes de proponer que el Parlament aprobara las cuentas para este ejercicio? ¿Debo hacerlo ahora que es tiempo de zozobra por el coronavirus?

¿Es apropiado seguir soñando con la independencia de Cataluña al estilo de Calderón de la Barca? ¿Necesito aguantar más tropelías por parte de JxCat o debo romper la cadena de esclavitud que me une a Torra? En Madrid, ¿puedo dar una de cal y otra de arena sin que nadie se interrogue sobre mi fiabilidad como socio preferente de Pedro Sánchez?

¿Es aconsejable reconvertirme en un partido de gobierno abandonando definitivamente mis chiquilladas? ¿Debo seguir a Joan Tardà o debo ir tras los pasos de Gabriel Rufián? Y qué me está indicando mi mesías, Oriol Junqueras, cuando le veo poner una vela a Dios y otra al Diablo, ¿si no hay perdón y amnistía de por medio?

Si los independentistas se ajustan a la realidad, el guion puede ser todavía peor

Porque, siguiendo a Shakespeare, morir es dormir, el gran obstáculo es el silencio del sepulcro, también llamado indecisión, la tintura de valor se debilita con la prudencia, la hermosa Ofelia ni está ni se la espera, las tribulaciones les convierte en cobardes y saber qué hay más allá les embaraza de temor y de miedo porque puede ser la Muerte seduciéndoles. Su futuro –el de ERC– está escrito, pero su problema es no saber leerlo.

Pero si los republicanos e independentistas abandonan al gran dramaturgo inglés y se ajustan a la realidad, el guion puede ser todavía peor. Quienes la representan en el gobierno catalán han hecho micas el depósito de confianza que se les hizo al ser los peores gestores de la Covid-19.

El vicepresidente Pere Aragonès no da la talla de líder y ahora, él mismo, pide a la oposición que le ayude a rehacer los presupuestos porque, siendo economista, nunca se interesó por la filosofía, y no sabe distinguir entre potencia y acto, en este caso entre lo improbable y lo posible, y se equivocó.

Y tras afear a CiU su posibilismo en Madrid –peix al cove– ahora intenta imitarla hasta substituirla con sus acuerdos con el PSOE, que les pueden rebotar cual vulgar boomerang entre sus gentes. Puigdemont se sabe de memoria el chiste del dentista.

ERC está hecha unos zorros; es decir, se le encuentra desaliñada, deslucida, deplorable, desastrosa y más dubitativa que el propio Hamlet. Todo porque, llegado el momento de cortar amarras e ir a nuevas elecciones al Parlament, no sabe ni qué hacer ni cómo hacerlo. Se ha quedado sin guion.

Y Torra, advirtiéndolo, ha mentido tres veces en los últimos tres meses respecto de la disolución anticipada del legislativo catalán y se atrinchera en Palau. El gobierno es un desgobierno en estado absoluto.

Y el reloj, en su cuenta hacia atrás, va dando el tic-tac con parsimonia porque, al final, si ERC se inhibe y deja hacer, el juez Manuel Marchena y su Sala Segunda del Supremo va a poner fin a la legislatura. ¿Tanta independencia para qué, si no se sabe gobernar una autonomía y poner fin a la caricatura en que se ha convertido Cataluña entera?