Es la lactoferrina, estúpido

Una proteína que contiene la leche materna es la responsable de que los niños no contraigan la enfermedad y aplicada en adultos es una barrera al contagio

Los que tenemos una cierta edad recordamos la famosa frase con la que Bill Clinton impidió que George H.W. Bush fuese reelegido como presidente en noviembre de 1992, hecho que no había ocurrido con ningún presidente de los Estados Unidos desde antes de la Segunda Guerra Mundial. “Es la economía, estúpido” fue la frase clintoniana que más recordamos de aquella campaña y fue acuñada por su estratega, James Carville. Clinton arrasó con lo obvio, el bolsillo, que era lo que preocupaba al ciudadano medio.

Bush padre había tenido un mandato magnífico, con impresionantes éxitos en política exterior como el fin de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín o la primera Guerra del Golfo Pérsico, pero en casa había una pequeña recesión que el ciudadano medio empezaba a notar. La frase, que se puso en un cartel entero de campaña, acabó convirtiéndose en una especie de eslogan que inundó los parachoques del país -obviamente, Clinton nunca iba a llamar estúpido al presidente, ya que en ese país el respeto por la institución del jefe del estado es absoluta-.  

Sigo a diario los datos de la pandemia mundial de la coronavirus y leo cuantos artículos caen en mis manos. Hay algo que me obsesiona, que nos obsesiona, y así lo expresan tertulianos, comentaristas, científicos e, incluso, exministros convertidos en gurús de la ciencia como Miguel Sebastián. Los datos son endemoniadamente demoledores: Italia se está convirtiendo en el ejemplo a seguir, mientras que España se ha convertido en un auténtico infierno, en el lodazal donde el virus campea a sus anchas entre insultos de políticos despilfarradores e ineptos, todo bajo el humor sutil del rey de la comedia, Fernando Simón.

Italia se está convirtiendo en el ejemplo a seguir, mientras que España se ha convertido en un auténtico infierno

Vivo en Madrid, esa ciudad asolada, antes motor de la economía nacional, en la que nos van cercando por barrios en espera del gran cierre, que algunos fechan ya para el día 5 de octubre, como si el virus tuviese fechas de incremento programadas.  

Todos hablan del Milagro Italiano, así lo llaman, sin ponerse a tratar de resolver el enigma. Oigo estupideces como la de que los italianos han sido más disciplinados (disciplina e Italia suele ser un perfecto oxímoron). Hablan de que los italianos han invertido 5.000 millones de euros en estos tres meses últimos en mejorar su maltrecha sanidad pública, muy similar en calidad a la española, ya saben “la mejor sanidad del mundo” en boca tanto de Sánchez como de Casado, ambos felones, como si la mejora en la sanidad fuese la clave del menor número de contagios en la calle… 

Pero vayamos a los datos: Italia tiene 15 millones de habitantes más que España en una superficie un tercio más pequeña; la densidad de población es de 206 personas por kilómetro cuadrado, frente a 92, es decir, más del doble; los usos y costumbres italianos son, digamos, parecidos a los españoles, aunque con la diferencia de que ellos se tocan muchísimo más -los hombres se besan- y nosotros les parecemos algo nórdicos en eso, y hablo con conocimiento de causa.

La gastronomía y dieta son parecidas, aunque ellos toman más hidratos de carbono; las pirámides de edad son parecidas y su esperanza de vida es un poquito superior; a nivel racial, nada que decir, equivalencia total hasta en las tasas de intolerancia a la leche o de RH negativo… En fin, que nadie es capaz de explicar empíricamente lo que pasa.  

Pero hay un dato que nadie mira y algunos ocultan. A principios del verano la Universidad Tor Vergata de Roma, la segunda más antigua del país y siempre entre las 150 mejores universidades del mundo, escalón a donde nunca ha llegado un centro universitario español, y La Sapienza, también de Roma, publicaron un estudio llevado a cabo con cien enfermos de Covid-19 en el que demostraron con evidencias científicas -y posteriormente han iniciado estudios similares en otros centros y hospitales públicos del país- que una proteína que contiene la leche materna es la responsable de que los niños no contraigan la enfermedad y que, aplicada en adultos previene la misma y es una barrera natural a contagio.

Una proteína que contiene la leche materna es la responsable de que los niños no contraigan la enfermedad 

Las televisiones italianas abrieron los informativos con dicha noticia, todos los medios escritos le dieron la portada (no tienen ustedes más que poner lattoferrina en Google, que es como se dice lactoferrina en italiano, y verán la explosión de artículos, vídeos y enlaces). A partir de ahí, el desmadre. En junio, y he visto los datos oficiales, en Italia se consumían 17 veces más lactoferrina en las farmacias -no necesita receta médica, es como comprar vitamina C- que en España.

Ahora debe estar por cincuenta veces más. Todos los amigos italianos que tengo, y tengo muchos, toman lactoferrina, la toman sus padres y familiares y la toma su entorno. He calculado la media de contagios en los últimos treinta días. Italia -recuerden que tiene un 32% más de población- tiene cada día, de media, 7,3 veces menos contagios que España, con mucho menos uso de la mascarilla y con muchos más tests realizados.

Hablar de muertos me parecería de mal gusto, pero comparen el número de fallecidos italianos y españoles en la segunda ola de la pandemia. Se van asustar. ¿Magia? No, simplemente la naturaleza. ¿O es que nunca se han preguntado ustedes la razón por la que a un niño de cuatro años le afecta más el tabaco que a ustedes y, sin embargo, raramente coge un virus?  

La lactoferrina se sintetizó en laboratorio poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Los países más punteros del mundo la producen industrialmente, como Australia, los Estados Unidos, Japón o Alemania. Siempre la han usado como añadido a las leches de inicio y crecimiento de bebés, para aquellos niños que no pueden tener lactancia natural. Ahora, varios países –Rusia está a punto de usarla en los hospitales públicos- la utilizan como protección natural frente a la pandemia. 

Varios países utilizan la lactoferrina como protección natural frente a la pandemia. 

Australia, primer productor, consumidor y exportador de lactoferrina de Asia/Oceanía lleva días con una media de seis contagiados al día (España 12.000) con una población de 27 millones de habitantes. Raro es el día que el gobierno australiano atribuye una muerte al Covid 19. Casi el cien por cien de la lactoferrina que exporta Australia y Nueva Zelanda tiene un destino, China.

De nuevo les insto a que usen el mejor verificador de noticias y datos, Google, si es que se manejan con la lengua de Shakespeare. Todo lo que afirmo aquí lo pueden contrastar, ustedes y los políticos que nos mal gobiernan. Me consta que altos cargos de la sanidad pública española, y así me lo han dicho personalmente, toman lactoferrina, como lo hacen muchos médicos y científicos amigos míos.

Lo que no me consta aún es que todos estos politicastros hayan facilitado el uso y difundido esto entre la población, y les aseguro que son datos probados -pediré perdón si alguien me demuestra un solo error en este artículo-. Si les dijese que tomar un yogur o un kefir les ayuda con la biótica intestinal no lo dudarían. Háganme caso y tomen lactoferrina que viene un otoño terrible.