España no jodió al Perú

Vargas Llosa abrió el debate acerca de "¿quién jodió al Perú?" y muchos autores apuntan a España, como el populista Pedro Castillo, actual presidente del país

En las primeras líneas de Conversación en la catedral (1969), un personaje de la novela de Mario Vargas Llosa se pregunta “en qué momento se había jodido el Perú”. Con el tiempo, la frase, que cosechó un éxito indudable, devino un lugar común –una suerte de recurso inicial– para quien buscaba la clave o el origen de cualquier fracaso.

Como no podía ser de otra manera, los peruanos también se preguntaron –se preguntan– en qué momento se jodió su país. Al respecto, merece la pena citar un libro de Luis G. Lumbreras y otros titulado -¿cómo sino?– En qué momento se jodió el Perú (1990). Para la mitad de articulistas el culpable tiene un nombre: España.

Breve antología de textos: “El Perú se jode desde la llegada de los españoles, desde que forma parte de las colonias dependientes de España (Washington Delgado), “el proceso de jodimiento empezó con la llegada de los españoles al imperio incaico (Manuel Burga), “el Perú ha estado jodido por la irrupción violenta de los españoles” (Denis Sulmont), “el Perú no se jodió un día, sino a partir de la llegada de los españoles” (Uriel García Cáceres).

¿Quién jode al Perú?                

Como señala el ya citado Uriel García Cáceres, “hasta hoy en día el Perú está en un proceso de jodimiento por así decirlo”. Pero, ¿quién jode al Perú?

Pedro Castillo –recién elegido presidente del Perú– toma la palabra ante Felipe VI para rechazar la influencia de España en el Perú durante los “tres siglos de explotación cuando perteneció a la corona española”. Explotación de minerales, dice. ¿Únicamente se beneficiaron los españoles? Los habitantes del Perú, tratados como miembros de la Corona española, ¿no obtuvieron –las encomiendas, por ejemplo– ningún beneficio de ello? No todas las encomiendas eran la expresión del paraíso en la tierra. El feudalismo europeo, tampoco lo era. Cada época tiene sus complejidades.    

¿La sociedad inca que reivindica Pedro Castillo era un ejemplo de convivencia, solidaridad y bienestar? ¿Quizá España no libró a los pueblos que hoy conforman el Perú de la violencia inca?

El presidente de Perú, Pedro Castillo. EFE
El presidente de Perú, Pedro Castillo. EFE

Una cita: “Cabezas cercenadas, ensartadas en picas, pudo ser uno de los mecanismos utilizados por los funcionarios del imperio inca para incorporar poblaciones conquistadas en la última fase de su expansión geográfica. La violencia ideológica se encontraba dentro de las opciones de integración de comunidades periféricas que quedaban muy distantes de la capital inca y que probablemente se rebelaban o resistían la asimilación” (La “violencia ideológica”, la estrategia con la que los incas sometieron a otros pueblos, BBC News Mundo, 2/9/2019). A ver ¿quién jodió al Perú?    

Pedro Castillo continúa su discurso reclamando que el Perú rompa “con los símbolos coloniales” y las “ataduras de dominación”. ¿De qué símbolos y ataduras está hablando? A tenor de su discurso, quizá esté hablando del período colonial en el cual –afirma– se “establecieron las castas y diferencias que hasta hoy persisten”. De acuerdo. Pero, ¿acaso España es culpable de la persistencia de determinados símbolos y ataduras después de dos cientos años de independencia del Perú? Con estos mimbres, ¿se puede decir o insinuar que España sigue jodiendo al Perú?

Al Pedro Castillo indigenista, se le podría recordar –tenga usted cuidado, señor Presidente– la experiencia peruana de los años veinte del siglo pasado cuando “el indigenismo se presentaba como una especie de racismo al revés: la imagen de los indios que bajarían de la Sierra para expurgar a la decadentes ciudades costeras del Perú” (Alistair Hennessy, América latina, 1969). Por no hablar -¿quién jode a quién?– del populismo dictatorial del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968) del golpista Juan Francisco Velasco Alvarado. 

(Entre paréntesis. Una terapia contra el progresismo que celebra las dictaduras latinoamericanas. Título: Manual del perfecto idiota latinoamericano… y español (1996). Autores: Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa. Presentación de Mario Vargas Llosa. Una frase del Nobel: “a menudo, detrás de la idiotez política, se agazapa, pura y simplemente, un miedo cerval a asumir con todos sus riesgos la cultura de la libertad”).    

¿Quién puede seguir jodiendo al Perú?  

España, no. Lo contrario –inversiones, tecnología, infraestructuras, renovables, sector agroindustrial, comercio: una inversión de 15.000 millones de dólares en los últimos 10 años en un país que, de momento, mantiene un tratamiento igualitario entre la inversión nacional y la extranjera– es cierto desde hace 142 años con la firma del Tratado de Paz y Amistad que ha generado oportunidades y beneficios mutuos.  

El problema de América Latina está hoy en América Latina. Cosa que ustedes podrán comprobar consultando el dossier de la revista Inversión dedicado a Latinoamérica (28/11/2019). Latinoamérica, ¿oportunidad o adiós? América Latina: un serio aviso. Advierte John Müller que la inestabilidad –una “maldición histórica”, afirma– puede abatirse de nuevo sobre el subcontinente.

En el caso del Perú, el peligro reside en una vuelta a la época anterior a 1990 con la violencia extremista, el déficit, la deuda y la inflación galopantes.   

Ahí está el populista Pedro Castillo, que forma parte del partido Perú Libre –cuyo fundador y líder es Vladimir Cerrón, educado en la Cuba del camarada Fidel– en cuyo programa –aires de Sendero Luminoso– se habla de la revolución, del marxismo-leninismo y del Estado socialista vigilante, planificador, supervisor, interventor y protector. Las transnacionales tienen las horas contadas. Hay que “peruanizar” la tierra, el cielo y el mar frente a la perversión de la oferta y la demanda. Solo habrá libertad de prensa cuando se libere del yugo del capital. La cuestión es como nosotros decimos las verdades.

Pedro Castillo se desgañita diciendo que “solo el pueblo salvará al pueblo”. Quizá por eso -¿el jodimiento de Uriel García Cáceres?–, una parte importante de la ciudadanía peruana –incluido quienes le votaron– ha entrado en estado de pánico. El ogro filantrópico, diría Octavio Paz.