España ya es Grecia y Sánchez lo sabe

Si Sánchez no consigue un cheque en blanco de Bruselas sólo caben dos escenarios: o un rescate o amenazar con la salida del euro

España está condenada a solicitar algún tipo de rescate soberano, a imagen y semejanza de lo que sucedió durante la crisis del euro con Grecia, Irlanda, Portugal o Chipre. 

De hecho, al igual que sucede con Italia, ya está siendo rescatada por la puerta de atrás gracias a la compra de deuda pública que está realizando el Banco Central Europeo (BCE) en el mercado secundario. Esto es lo que explica que la prima de riesgo, pese a haberse duplicado en las últimas semanas hasta un nivel próximo a los 150 puntos, no se haya disparado todavía.

El problema es que el programa del BCE no es ilimitado y, por tanto, en un contexto en el que los países afectados por la pandemia van a tener que emitir cantidades ingentes de deuda a muy corto plazo, es muy probable que España, junto con Italia, requiera de asistencia adicional por parte de las autoridades comunitarias para evitar la temida quiebra. 

El gobierno de Pedro Sánchez es perfectamente consciente de esta situación, razón por la cual presiona en Bruselas para lograr que los países más ricos y solventes de Europa le regalen dinero a fondo perdido y sin condiciones de ningún tipo para afrontar la enorme factura derivada de la crisis del coronavirus.

Por el momento, la UE acordó el pasado jueves la creación de un fondo extraordinario, cuya cuantía podría superar ampliamente el billón de euros, para ayudar a los países en problemas, pero, a diferencia de lo que ansían los estados del sur, los socios del centro y el norte de Europa, como Alemania, Holanda, Finlandia o Austria, abogan por conceder préstamos, no subvenciones, exigiendo así la devolución del dinero mediante la puesta en marcha de reformas estructurales y ajustes presupuestarios por parte de los gobiernos beneficiarios.

«La situación de España para afrontar esta nueva crisis es mucho peor que la del resto de estados miembros»

La principal preocupación de Sánchez, por tanto, no estriba en pedir o no un rescate que ya se da por hecho, sino en eludir la molesta condicionalidad que llevaría aparejada la recepción de tales fondos. 

De ahí, precisamente, el duro discurso que ha proferido en las últimas semanas contra la supuesta “insolidaridad” de la UE, dejando tras de sí algunos dejes antieuropeístas cuyo desarrollo corre el riesgo de prender un peligroso discurso populista en España, similar al que protagonizó la izquierda griega durante los peores años de la crisis del euro.

Es lógico, sin embargo, que los países más serios y responsables se nieguen a pagar los desmanes de gobiernos manirrotos. El caso de España ejemplifica a la perfección dicha desconfianza. Su situación de partida para afrontar esta nueva crisis es mucho peor que la del resto de estados miembros. 

Todo apunta a que el parón decretado por el estado de alarma y la gradual reapertura empresarial, siendo el turismo uno de los principales motores de crecimiento, se traducirá en una profunda recesión de dos dígitos, junto con un paro superior al 20%, un déficit próximo al 10% del PIB y una deuda que bien podría alcanzar el 120% en dos años. 

Y, si bien es cierto que el impacto será igualmente grave en toda la Unión, España parte de un déficit del 2,8% del PIB, el más alto de la zona euro tras Francia, y una deuda equivalente al 95,5% del PIB, la sexta más elevada de la UE.

Y, dado que el gobierno de PSOE y Podemos no tiene la más mínima intención de aplicar recortes en otras partidas para compensar el fuerte aumento de gasto que causará esta crisis ni de aprobar reformas para impulsar el crecimiento económico, la solvencia estatal se deteriorará de forma muy sustancial en los próximos meses.

Además, España, por desgracia, desaprovechó los años de recuperación para reequilibrar sus cuentas públicas. Irlanda, por el contrario, pese a ser rescatada en 2010, redujo su deuda pública a la mitad, pasando del 120% en 2013 al 59% en 2019, al tiempo que hoy registra superávit frente al agujero fiscal del 30% que llegó a sufrir en plena crisis, gracias a la impopular, pero eficaz receta de la austeridad. Prueba de ello es que su nivel de gasto público se sitúa por debajo del 25% del PIB, casi la mitad que hace diez años y muy lejos del 42% de España.

De este modo, si Sánchez no consigue su soñado cheque en blanco en Bruselas, sólo caben dos escenarios: o bien aceptar las condiciones de un rescate más o menos formal, con los habituales ajustes y reformas que aplican los temidos “hombres de negro”, incluyendo mayor flexibilidad laboral y recortes en pensiones; o bien lanzar un nuevo órdago a Europa, amenazando con la quiebra y/o salida del euro, que es justo la vía que anhela Podemos para poder imponer su modelo bolivariano en España, tal y como reconoció en su día el propio Pablo Iglesias (ver vídeo). 

Llegado el caso, la adopción de una u otra vía marcará el futuro de toda una generación de españoles.