Europa se equivoca con AstraZeneca

El mayor error de la UE es el de prohibir la exportación de vacunas por parte de las farmacéuticas con las que ha firmado acuerdos

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen | EFE/Archivo
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen | EFE/Archivo

La vacuna es, sin duda, el gran remedio contra el coronavirus y, por tanto, es normal que, una vez descubierta, todos los países ansíen su distribución para inmunizar a la población lo más rápido posible. Pero una cosa es desear que la vacuna llegue cuanto antes y otra muy distinta que pueda hacerse realidad en tiempo y forma.

Además, existe el peligro de que las farmacéuticas sean usadas como chivo expiatorio para ocultar la grave incompetencia que están demostrando algunos gobiernos tanto en la gestión de la pandemia como en la campaña de vacunación.

Prueba de ello es la demagogia que, hasta cierto punto, está exhibiendo la Unión Europea en relación a la vacuna de AstraZeneca. La polémica explotó la semana pasada tras conocerse que esta compañía entregará a Europa unos 40 millones de dosis durante el primer trimestre, casi la mitad de las comprometidas inicialmente.

La Comisión Europea acusa a la farmacéutica de incumplir el contrato, llegando incluso a afirmar que está revendiendo a otros países las vacunas que compró Europa, al tiempo que amenaza con restringir la exportación de las que se fabriquen en la UE para garantizarse el suministro.

Aún está por ver si, efectivamente, se ha producido o no un incumplimiento de contrato, pero, en todo caso, la reacción de Bruselas ante este problema constituye un grave error. Aunque a veces se olvida, conviene recordar que hace apenas seis meses casi nadie apostaba por el descubrimiento de una vacuna en tan corto plazo.

Nunca antes en la historia de la humanidad se ha logrado semejante hito, contar con una vacuna en menos de un año tras identificar el origen de una enfermedad, y este éxito no es mérito de los gobiernos, sino de la empresa privada.

Corre riesgo la distribución de vacunas tanto a nivel europeo como mundial

Sin embargo, el surgimiento de la vacuna, siendo lo más complicado, tan sólo es una parte de la solución. Ahora toca producirla y hacerlo, además, a un ritmo y unas cantidades igualmente inéditas, puesto que el objetivo consiste en inmunizar al conjunto de la población mundial. Semejante operación requiere no sólo un gran esfuerzo por parte de las compañías implicadas, sino un desarrollo logístico que carece de precedentes.

Normal, pues, que surjan imprevistos y dificultades. De ahí, precisamente, que el recorte de entregas anunciado por AstraZeneca no sea ni extraordinario ni único. Pfizer, que fue la primera en poner su vacuna en el mercado, también se ha visto obligada a reducir temporalmente las dosis acordadas para poder aumentar la producción en algunas de sus plantas.

Asimismo, según el contrato publicado por la Comisión Europea, que se firmó antes de que existiese la vacuna, no se acordó una entrega concreta. La farmacéutica, simplemente, se comprometió a hacer “el mayor esfuerzo posible” para llevar a cabo dicha distribución.

La cuestión, por tanto, consiste en saber si está realizando o no dicho esfuerzo y, al menos de momento, nada hace pensar que esta compañía tenga un especial interés en incumplir un contrato de tanta importancia, tanto a nivel económico como, sobre todo, político.

El mayor error de la UE, sin embargo, es el de prohibir la exportación de vacunas contra el coronavirus por parte de las farmacéuticas con las que ha firmado acuerdos. En primer lugar, porque estas empresas podrían trasladar su producción fuera de Europa en caso necesario y, en segundo término, porque esta medida corre el riesgo de dificultar la fabricación y, como consecuencia, la distribución de vacunas tanto a nivel europeo como mundial.

Visto el lento ritmo de vacunación que registra la UE, da la sensación de que la Comisión y algunos gobiernos europeos han visto en AstraZeneca una buena oportunidad para desviar la atención de sus propias responsabilidades, culpando así a un tercero de su propia incompetencia a la hora de gestionar la pandemia.