¿Falta de comunicación o de coherencia: el caso Mariano Rajoy?

Hace pocas semanas, casi apenas unas días, el presidente del Gobierno y líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, justificaba los pobres resultados de su partido en las elecciones autonómicas y locales celebradas por un problema de comunicación.

La autocrítica se circunscribía con este argumento a que no se había explicado bien a la ciudadanía las bondades de lo hecho y los propósitos que guiaban los desvelos políticos del actual ocupante de La Moncloa. 

Ya expusimos nuestro escepticismo al respecto. Decíamos entonces que la «comunicación» se había convertido en una muletilla de todos los partidos a la que recurrir cuando no se sabía otra cosa que decir. Y parecía obvio entonces que Rajoy y su partido estaban groggy ante un castigo electoral que se había de concretar pocas fechas después en la pérdida de numerosas parcelas de poder y presupuestos. 

A la vista de los hechos más recientes parece obvio que ni el propio presidente del Gobierno se creía sus razonamientos. Para muestra un botón. El pasado jueves a las 10 de la noche, con Rajoy fuera de España, un escueto comunicado de un par de párrafos de La Moncloa anunciaba el cambio de titular en el ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Íñigo Méndez de Vigo sustituía a un quemado José Ignacio Wert.

Al parecer, el cambio en un ministerio tan destacado no merecía la más mínima explicación por parte de quién lo había decidido. Apenas un par de párrafos. La leyenda del hombre que hablaba a los plasmas volvía a la plena vigencia. Con nocturnidad y alevosía… y sobre todo contumacia en el error. 

Debería Rajoy añadir a la falta de comunicación como poco una cierta falta de coherencia. Si la causa de los malos resultados electorales estribaba en la falta de comunicación no parece lógico desde luego que se escabulle y se niegue a explicar a los ciudadanos uno de los actos políticos más relevantes que pueden producirse como es un cambio de Gobierno, aunque se reduzca a una sola persona y a menos de un años de unas elecciones generales. 

El único interrogante por resolver, pues, es si esta falta de coherencia es la consecuencia de otras ausencias, como la de una línea política clara, o cuando menos saber qué pasa y después qué hacer, o al revés. Prefiero inclinarme por lo segundo, que cuando no se tiene claro qué hacer los balbuceos, la falta de respuestas coherentes es lo habitual.

En una magnífica serie americana (The newsroom) sobre los avatares en los servicios informativos de una cadena de televisión, la propietaria (Jane Fonda) le dice al empresario que le acaba de comprar la empresa y que está preocupado por la imagen que algunos medios están dando de él: «Tu problema no es que piensen de ti que eres machista, tu problema es que eres machista». Pues eso.