Fuga de votos

«Si las cosas sucedieran como deseamos, el mundo sería muy hermoso o un verdadero caos, porque debes recordar: no todos deseamos las mismas cosas»

Jesús Alvarez Espinosa

Partamos del concepto de base de que los votos no tienen propietario. Cada elector es libre de otorgar su voto a la fuerza política que desee, y cambiar de opción cuando desee. Aunque es cierto que cada partido cuenta con un voto muy fiel  que, correctamente movilizado, es difícil que se mueva hacia otros lados. En cambio, en las elecciones catalanas, todas las formaciones actúan como si una parte de su electorado tradicional estuviera tentado de pasarse al enemigo.

El PP y Ciutadans libran una batalla campal por agrupar todo el voto antiindepentista. El PP tiene todas las de perder ya que asume los costes de haber gobernado en España en plena crisis y la responsabilidad de no haber facilitado una salida negociada al conflicto. Sus expectativas electorales están bajo mínimos en Catalunya y el efecto ante las generales de diciembre puede ser muy negativo (aunque esperan rentabilizar su apuesta como garantes de la unidad de la Patria en el resto de España). Ciutadans tiene candidatos jóvenes y atractivos y un discurso más centrado, ofrecen renovación y aspiran a ocupar el segundo lugar tras el 27-S y miran también de reojo a las generales. Pero un buen resultado no les garantiza un papel determinante tras el 27-S.

El problema de Unió Democrática es convencer al antiguo elector de CiU que su presencia en el Parlament es imprescindible como puente entre unos y otros. De lo contrario, perderá votos hacia Ciutadans y hacia Junts pel Sí.

En el caso del PSC, su problema es que ya no le queda mucho que perder. Tras varias escisiones, tiene exmilitantes soberanistas integrados en Junts pel Sí, votantes de izquierda que se inclinarán por Catalunya Sí que es Pot, y unionistas que apoyarán a Ciutadans ante la indefinición y las luchas internas con el PSOE. No hay tapones para tantos boquetes en el casco…

Junts pel Sí necesita como sea conseguir más apoyos, ya que las encuestas insisten en que no podrán gobernar en solitario y tampoco obtendrán la mayoría en votos junto con la CUP para legitimar el valor plebiscitario que le han querido dar a estos comicios. Pero si suaviza el discurso secesionista, sus votantes indecisos se irán a la CUP. Las diferencias ideológicas dentro de sus filas (Romeva, Mas, Junqueras nunca hubieran soñado compartir lista en unas elecciones), les pueden hacer perder votos en favor de Catalunya Sí que es Pot y, si cunde el miedo a lo desconocido, otra parte de los dudosos acabarán apoyando a Unió, si creen que este partido será capaz de obtener representación.

Catalunya Sí que es Pot también asume riesgos si el discurso de Pablo Iglesias reincide en hurgar en el origen de los catalanes rozando el lerrouxismo, y alguno de sus votantes podría huir hacia otras fuerzas.

Y por último, la CUP es quien cuenta a priori con un electorado más fiel, más convencido y más radicalizado, por lo que las pérdidas de voto en su caso serán más reducidas, salvo que su candidato cometa algún error de bulto y sea castigado por los electores.

A la postre, aunque sólo sean unos cientos o miles de votantes, esos desplazamientos transversales, menos frecuentes en otras campañas, pueden ser determinantes para el resultado final. Vamos a ver lo que dicen las encuestas este fin de semana y cómo evoluciona la campaña hasta el día 27.