La Guerra Civil que nadie quiere contar

‘Vecinos de sangre’ de Pedro Corral pone al descubierto las miserias y horrores en Madrid de los dos bandos que surgieron como consecuencia del golpe militar de 1936

El título de este artículo también podría ser Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, denominación de la versión española de un libro del historiador alemán Ronald Fraser publicado originariamente como Blood of Spain an oral History of the Spanish civil war (1979).

Un trabajo en que el historiador nos relata la historia –mejor, las historias- escondida, o poco conocida, o tergiversada, de la Guerra Civil Española. Y quienes hablan son los que la vivieron y sufrieron. Una historia oral, o desde abajo, cuya metodología se ha ido perfeccionando desde hace cuatro décadas para corregir o evitar la subjetividad o partidismo del ciudadano que informa.

Una manera de romper la dicotomía objetivo versus subjetivo. A quien quiera profundizar en el tema se le recomienda la lectura del artículo La Historia Oral como historia desde abajo (Ayer, 2, 1993) escrita por el mismo Ronald Fraser.

Blood of Madrid

Cuarenta y tres años después de la edición del trabajo de Ronald Fraser, el periodista y escritor Pedro Corral, especializado en la investigación de determinadas cuestiones de la Guerra Civil Española poco tratadas –ahí están libros como Desertores. La Guerra Civil que nadie quiere contar, Desertores. Los españoles que no quisieron la Guerra Civil o Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil-, nos brinda un excelente trabajo de historia desde abajo titulado Vecinos de sangre (2022).

Conviene destacar el subtítulo del mismo: Historias de héroes, villanos y víctimas en el Madrid de la Guerra Civil, 1936-1939. Unas historias protagonizadas por los mismos ciudadanos madrileños como, por ejemplo, la mujer y el hombre –milicianos- que aparecen en la portada del libro.

Ella –sonriente- nos apunta con una pistola. Él –apoyado en la verja de la ventana de un edificio- también sonríe. La fotografía –zona republicana- fue tomada a los pocos días de ser reprimida la sublevación militar del 17 de julio de 1936. Blood of Madrid, parafraseando a Ronald Fraser.

Y la sangre llegó

Pedro Corral recurre al testimonio desde abajo de las declaraciones juradas de los porteros de Madrid. A ello estaban obligados, desde el 30 de marzo de 1939, en virtud de un edicto de la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación. Con estos testimonios -22.545 documentos con las declaraciones de más de 15.000 testigos, que estaban en el Archivo Histórico Nacional y que hoy, digitalizados, se conservan en el Centro Documental de la Memoria Histórica- nuestro autor levanta una monumental crónica –de hecho, se trata de una monumental acta notarial- que “rescata las historias con minúscula de los personajes desconocidos que vivieron y sufrieron el Madrid de la guerra, cuyas vivencias componen la urdimbre de la Historia con mayúscula”.

El miedo, el terror y el horror; en definitiva, lo espeluznante –algunos intentaron frenar los desafueros de las milicias frentepopulistas, aunque no existió una voluntad para contenerlas-, está al orden del día en el Madrid de la Guerra Civil.

Pedro Corral levanta una monumental crónica que “rescata las historias con minúscula de los personajes desconocidos que vivieron y sufrieron el Madrid de la guerra”

Sin remilgos: “sacaron detenidos y los introdujeron en un portal, dispararon a quemarropa contra los tres hijos”; “a los familiares no les pudieron entregar nada: quienes le asesinaron en la carretera de Valencia lo despojaron de todas sus pertinencias, hasta los zapatos”; “el marido fue asesinado, con una expedición de presos masacrada en el cementerio de Aravaca”; o “acribillado en plena calle por una decena de milicianos delante de numerosos vecinos y transeúntes, a los que impidieron socorrerle mientras agonizaba diciendo `al que se acercase le ocurriría lo mismo´”.

También se puede leer “el matrimonio fue asesinado, dejando una hija pequeña, que los vecinos entregaron a su familia”; “conducidos a la Pradera de San Isidro, los tres oficiales, sacados del hospital de Carabanchel, fueron fusilados en sus camillas”; “a decenas de detenidos los subieron maniatados a autobuses municipales de dos pisos hasta Paracuellos del Jarama ante una colmena de fusiles y ametralladoras”. Y así sin solución de continuidad.

Desentierro de una fosa común en Colmenar Viejo. Foto EFE

La contabilidad del horror

La aritmética del horror –asesinatos- extraída del Listado de víctimas de cárceles y sacas en Madrid agrupados por profesiones: 2.935 obreros, 1.456 militares, 1.158 religiosos, 1.118 arquitectos, ingenieros y profesiones liberales, 1.087 comerciantes e industriales, 862 estudiantes, 302 guardias civiles, 235 funcionarios de policía,175 abogados y procuradores, 156 médicos y profesionales sanitarios.

Esta es –señala el autor- la “contabilidad de la violencia de la revolución izquierdista en Madrid” después del golpe de Estado del general Franco que fracasó en Madrid.   

El escenario del horror

Los lugares del crimen: La Casa de Campo, El Pardo, la Dehesa de la Villa, El Retiro, el Parque del Oeste, los Altos del Hipopótamo, la Ciudad Universitaria, la Pradera de San Isidro, los cementerios del Este, Aravaca, Carabanchel, Vallecas, Chamartín, Fuencarral y las cunetas de las carreteras de Burgos, Zaragoza, Valencia, Andalucía o Extremadura. Y Paracuellos.

Estos son –indica el autor- los escenarios “que empezaron a aparecer sembrados de cadáveres de hombres y mujeres ejecutados sin piedad, al igual que muchas calles de Madrid”. A lo que habría añadir al “desaparecido”, al “no se le volvió a ver”, al “sin noticias aún de su paradero” o al “se le supone asesinado”.

Un pequeño detalle: a los asesinados que aparecían en las calles se les denominaba macabramente “besugos” por la mueca de sus ojos abiertos.

En uno y otro lado

Nadie piense que el de Pedro Corral es un trabajo de parte o sectario. Se equivocan quienes digan eso. Vecinos de sangre pone al descubierto las miserias y horrores –estamos hablando de detenciones arbitrarias, incautaciones arbitrarias, saqueo, robo, violencia, torturas y crímenes- de los dos bandos o lados que surgieron como consecuencia del golpe militar de 1936.

Un dato: en Madrid y su provincia –después de la guerra- el franquismo procesó a 273.750 personas, el 17 por ciento de la población, por los delitos de rebelión o traición. Algunos cayeron ante el piquete y otros se salvaron.   

Al respecto de todo ello, el autor es de una contundencia –de un realismo, me atrevo a decir- literalmente escalofriante: “Después del golpe militar, en aquel verano de calor sofocante y sol cegador, camisas blancas y alpargatas, pistolas y fusiles, sudor y moscas, la imparable ansia de matar no había hecho más que empezar. Madrid sería solamente uno de los rompeolas donde batía la marea de sangre que anegaba toda España”.

El excelente trabajo de Pedro Corral –vuelvo al inicio de estas líneas- responde al recuérdalo tú y recuérdalo a otros que se desprende del libro de Ronald Fraser.

Para que no se pierda la memoria entera. Para que se reconozca a las víctimas de ambos lados. Para que nadie saque tajada del horror. Para que no vuelva a suceder. Para iluminar la “Guerra Civil que nadie quiere contar”. No se recomiendan los publirreportajes de memoria selectiva y partidista –guion, fotografía, escenario, vestuario, personajes, realización, montaje y dirección- de la factoría Moncloa.    

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