Hablan de dinero

En Catalunya no hay falta de libertades: es una cuestión de dinero

Reflexiono a menudo, como muchos, sobre la envergadura de hasta dónde nos ha llevado el despropósito del procés. Intento hacerlo con contención y mesura, buscando puntos de encuentro que nos permitan vislumbrar un atisbo de rendija por donde empiece a circular una clara voluntad de solución. 

Se me hace difícil, muy difícil, encontrar esa ranura por la que circule un aire fresco de compromisos políticos propios de hombres de Estado reales que asuman sus errores y estén dispuestos a convertirse en traidores para los suyos y, así, llegar a una solución efectiva.

Un amago de inicio de voluntad de acuerdo sobre el concierto hubiese minimizado el impacto de los ‘recortes’ en el Estatut

En ese análisis de la realidad no puedo evitar mirar al pasado buscando el justo enclave del momento en que despegó el independentismo visceral, cuál dogma de fe aniquilando a la razón, del ciudadano, cosmopolita y moderno catalanista, que ha caracterizado durante décadas a los ciudadanos que viven en Cataluña.

Y, en esa búsqueda, siempre acabo en Madrid. Siempre se me aparece Artur Mas, yendo y reclamando el concierto económico vasco para Cataluña, frente a un impermeable y parsimonioso Mariano Rajoy, incapaz de prever la envergadura y trascendencia que tendría esa falta de inicio, por aparente y simbólico que fuera, de acuerdo. Allí y entonces empezó todo.

Ahora sabemos que un amago de inicio de voluntad de acuerdo sobre el concierto hubiese minimizado la trascendencia emocional de los recortes y el ‘cepillado’ del Estatut. Una negociación positiva hubiese dado dos generaciones más de calma y desarrollo social, consenso y progreso.

El derecho a decidir no es un derecho individual

Pero no. No sucedió. Y empezó entonces la abrupta carrera de reivindicaciones nacionalistas llenas de sesgos ficticios que reclaman libertad en esta España con 40 años de democracia a sus espaldas.

En el ejercicio de empatía necesario que intento tener cada vez que tengo ocasión de preguntar a esos independentista convencidos y de buena fe -los hay y muchos- que piensen bien y con serena calma, y me digan un solo derecho individual que no puedan ejercer, ahora, en esta autonomía de Cataluña vigente y que, en cambio, sí que podrán ejercer en su idílica República Catalana independiente. 

Enmudecen. Dan vueltas y vueltas a aquello que vienen haciendo en su día a día desde hace más de 40 años sin encontrar ningún derecho o libertad individual que se les haya amputado.

Algunos responden con genéricos imprecisos o sueltan, aquello tan manido y repetido, pero no por eso menos falso, del dret a decidir. Entonces, de nuevo, hay que aclararles que estamos preguntado, para dejar claro que vivimos en un estado con plenas garantías, sobre un derecho individual.

Algunos exponen, sin impudicia y con cierta superioridad moral: “Tendríamos derecho a gestionar nuestros impuestos y decidir cómo gastar nuestro dinero para tener mejores carreteras, hospitales, servicios…”

Cuestión de dinero

Ah¡ ¡Por fin¡ ¡Se trata de dinero¡ Hablamos de dinero…

En casa nos enseñaron que era de mala educación hablar de dinero. Salvando esta obviedad doméstica de contención familiar, si hay que hablar de dinero hagámoslo y digamos en voz alta y sin pudor que lo que quieren los independentistas es decidir cómo gastar el propio dinero del territorio, y concluir que no hay porque ser solidario con otros territorios, evidentemente más pobres, porque la gestión de nuestras arcas nos pertenece.

¡Qué gran país quieren construir¡ ¡Cuánta categoría moral!

Y ya puestos, siguiendo ese razonamiento de autogestión de los propios recursos déjenme hacer el ejercicio de futuribles y aventurar que, en ese país idílico independiente podrá pasar que un día, como tenemos la suerte de que aquello de que ‘som un sol poble’ es una mentira y una perversidad sectaria evidente, las comarcas ricas tengan toda la legitimidad histórica para rebelarse y negarse a solidarizarse con cualquier otra comarca con una renta per cápita inferior.

Siempre podremos recordar a aquellos que se quejen, que antaño nosotros hicimos lo propio con nuestros abuelos en Andalucía o Extremadura. Escribió Jaime Gil de Biedma a principios de los sesenta del siglo pasado en su poema Apología y petición:

” ….A menudo he pensado en esos hombres,

a menudo he pensado en la pobreza

 de este país de todos los demonios.

 Y a menudo he pensado en otra historia

distinta y menos simple, en otra España

en donde sí que importa un mal gobierno….”

Hemos votado este domingo. Crucemos los dedos…!Qué los pactos nos acompañen!

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