Hablemos del miedo

Pedro Sánchez está cebando el miedo que él mismo está infundiendo en buena parte de la población

Pedro Sánchez no se resigna. Ha perdido su ‘baraka’ en las urnas que es donde se deciden los destinos de un país democrático como el nuestro. Se creía capaz de sobrevivir a sus fracasos y reencarnarse en el Ave Fénix todas las veces que le hiciera falta. Secuestrando a su partido, sometiéndose a los socios independentistas tan poco partidarios de la unidad constitucional y cambiando de registro con tal de no perder nunca el poder.

Pero los ciudadanos le acaban de decir el pasado 28 de mayo que no le aguantan ya como presidente. Y su reacción ha sido convocar otras elecciones, las generales, en la fecha más desmovilizadora que nos podíamos imaginar. Con millones de ciudadanos desplazados por vacaciones y la canícula cayendo sobre las cabezas de los votantes andaluces, por ejemplo, ¿Busca el desánimo y la desmovilización para que la abstención favorezca a los partidos más pequeños que son los que, al fin y al cabo, le dan oxígeno para que siga gobernando?

El caso es que, incapaz de reconocer su fracaso, ha convocado estas elecciones el 23 de julio por venganza. Está resentido con los votantes que no apostaron por él. Y ha decidido cebar el miedo que él denuncia y atribuye a los efectos de la derecha, sin percatarse que es él mismo quien lo está empezando a infundir en buena parte de la población. Con su afán desmedido por controlar todos los resortes institucionales. Después de ocupar el CIS, el INE, el CNI, el Tribunal Constitucional y de haber sido capaz de nombrar Fiscal general a una ministra, ahora se dedica a demonizar al disidente. 

Señalando a empresarios y medios de comunicación, ha hecho suya la bandera de alerta antifascista, copyright de los de ‘Podemos’ que han terminado en el extrarradio del poder en las recientes elecciones locales. Y, al ponerse la venda antes de la herida, diciendo que se le iba a acusar de ‘pucherazo’, sabía que estas elecciones, en tiempo y forma, han levantado numerosas suspicacias contra él. Si hay que recurrir al voto masivo por correo es porque la fecha de las elecciones es antinatural. Pero se da la circunstancia de que este método de votación ha provocado desconfianza después del brote de casos locales de compra de votos en las pasadas elecciones en las que, por cierto, estaban dirigentes socialistas detrás. Feos asuntos internos que Sánchez pretende utilizar como un boomerang contra la derecha. Y que está provocando suspicacia y miedo. El exalcalde de La Coruña, el ex dirigente socialista crítico, Paco Vázquez, no se fía. Cree que si Sánchez habló de ‘pucherazo’ en defensa propia es porque tiene intención de hacerlo.  

¿Ovación o sumisión?

A medida que pasan las horas va creciendo el malestar por la fecha elegida por Sánchez para convocarnos a las urnas. ¿Qué revelaban esos aplausos al líder, desde el grupo parlamentario, después de haber cosechado un sonoro fracaso electoral el pasado 28 de mayo? ¿Aplaudían los resultados que han dejado a los socialistas desterrados del poder territorial en buena parte de Comunidades Autónomas y ayuntamientos? ¿O aplaudían a quién había sido un lastre para sus alcaldes y barones en estos comicios? 

Pedro Sánchez en un acto en La Valeta, Malta. EFE

La escena del aplausómetro del grupo parlamentario, más que el reflejo de un culto a la personalidad, en el más puro estilo norcoreano, desvelaba un PSOE despersonalizado y sin alma. Que se deja manejar por un embaucador sin principios. Destilaba miedo. A dejar de influir, a perder posición y sueldo. A señalarse. A moverse en la foto. 

Sostenía Alfonso Guerra que no existe una desconfianza del electorado hacia el PSOE, sino hacia “su secretario general como jefe de gobierno”· Es una verdad a medias. Porque el problema está en el propio partido. Sánchez apuesta por salidas desesperadas para salvarse él y solo él. Pero un partido centenario, consolidado como socialdemócrata, ha dejado dilapidar sus bases. Aplaudiendo el desastre. Parecían la orquesta del Titanic en pleno naufragio. En las sedes territoriales se culpa a Sánchez de la debacle, pero en su partido no hay nadie capaz de parar su deriva. Todo lo más, ex cargos del PSOE que le han pedido un giro hacia la centralidad y pactar con el PP para no depender de populistas y extremistas. Parece un brindis al sol.

Sánchez se ha podemizado, entre otras cosas, para vampirizar el espacio de Podemos, esperando que toda la ultraizquierda le vote a él como el único capaz de frenar al fascismo imaginario. Nos espera una campaña muy sucia. En la Moncloa solo se les ocurre blandir la espada contra la derecha y la ultraderecha y, para que no se les diga que ellos pactan con la ultraizquierda nacionalista, ahora quieren desembarazarse, aparentemente, de Bildu. No les funcionará. Es un movimiento demasiado burdo.