Hispanófobos y catalanicidas 

La fratricida y hasta estúpida guerra de lenguas tiene su epicentro en lo más negro y cateto del separatismo, pero su onda expansiva alcanza de lleno al PSC de Salvador Illa, a En Comú Podem y por supuesto al PP de Feijóo.

Es imposible fracasar más de lo que ha fracasado la Generalitat en su empeño de promover el catalán como lengua única o por lo menos preferente de Cataluña. Franco murió en 1975. Pujol accedió a la presidencia de la Generalitat en 1980. La ley de Normalización Lingüística es de 1983. Las progresivas mutaciones de la misma que pasaron del victimismo inicial a la hispanofobia cada vez más agresiva, invasiva y descarada son de los años 90.

Muchos atropellos y millones de pesetas y de euros después, el monolingüismo por narices se revela a su vez como el más eficaz catalanicida: resulta que sólo hablan el catalán habitualmente dos millones de los ocho millones de hablantes posibles que tenemos más a mano, y el 65 por ciento de los hispanohablantes en Cataluña son personas de entre 15 y 29 años nacidas aquí. ¿Cuál es entonces la verdadera lengua propia de los catalanes? ¿Es legítimo imponer el monolingüismo en las escuelas porque el catalán lo habla todo el mundo, o porque no lo habla nadie? ¿En qué quedamos? 

Lamentable balance de una guerra de lenguas que en el plano legal y cultural sólo podían perder los defensores de la hipercatalanidad excluyente, por razones obvias. Pero que a nivel personal, social y familiar perdemos todos los que queremos convivir en paz y con pleno derecho a conocer y usar todas nuestras lenguas cooficiales. No porque lo diga un juez, que también, aunque vergüenza da que haya tenido que decirlo. Porque lo dice la Constitución. Y el sentido común. 

A nivel personal, social y familiar perdemos todos los que queremos convivir en paz y con pleno derecho a conocer y usar todas nuestras lenguas cooficiales

La fratricida y hasta estúpida guerra de lenguas tiene su epicentro en lo más negro y cateto del separatismo, pero su onda expansiva alcanza de lleno al PSC de Salvador Illa, a En Comú Podem y por supuesto al PP de Feijóo. Todos ellos frívolamente felices de tratar no ya a las lenguas, sino a las personas que las hablan, como moneda de cambio y como soldaditos de plomo.

Vamos a decirlo claro de una vez: todos los indignos enjuagues, todas las indignas asistencias, que se han hecho y se hacen para buscar resquicios por donde escaparse de cumplir la sentencia del TSJC de un 25 por ciento mínimo de escolarización en cada lengua oficial -lo mismo catalán que español- han quedado a la altura del betún después de la orden dada ayer por el tribunal de que cumplan de una vez, de que cumplan antes de 15 días. De que por fin esto va en serio. 

Especialmente digno de enmarcar es este párrafo: “Llegados a este punto hay que constatar que las iniciativas desplegadas por la Generalitat no tienen un resultado concreto que ahora mismo se proyecte en la actividad de los centros escolares. Es decir, que garantice lo que la sentencia dispone: que los alumnos reciban de manera efectiva e immediata la enseñanza mediante la utilización vehicular normal de las dos lenguas oficiales”. 

La desconfianza profunda que estos irresponsables han creado entre catalanes en función de la lengua en la que rezan, aman, sienten y prefieren estudiar

Toma obús en toda la línea de flotación del mejunje de pacto que se estaba cocinando entre Junts, PSC, ERC y Comuns para hacer una declaración vacía de “vehicularidad” también del español en la enseñanza, pero rehuyendo porcentajes concretos, la única prueba del algodón que les ha quedado a las familias acorraladas durante décadas por la mala fe institucional. ¿Que los porcentajes son antipedagógicos, pretenden ahora? Haberlo pensado antes de imponer el porcentaje más antipedagógico de todos: 100 a cero. 

Costará más de una generación y más de dos restañar la herida. La desconfianza profunda que estos irresponsables han creado entre catalanes en función de la lengua en la que rezan, aman, sienten y prefieren estudiar. Mira que era sencillo hacer una escuela bilingüe. Incluso, si me apuras, una doble red de monolingüismos a elegir. Empeñados en su loca cruzada de desafío a las leyes, pero sobre todo a la razón y hasta al corazón de las personas, devorados por su propio talibanismo sin control (a ver quién le quita ahora la pistola a unos cuantos monos archisubvencionados durante muchos años), ahora se enfrentan a la humillación o al abismo. O a ambas cosas.

Recientemente acudí a un evento con el líder de Ciutadans en Cataluña, Carlos Carrizosa, y coincidimos con una alto cargo de la Generalitat que nos saludo con considerable amabilidad habida cuenta de que “me tenéis denunciada”. Por no cumplir la sentencia del 25 por ciento, se entiende. Yo que soy nueva me quedé callada, viendo a Carrizosa torear aquello con maestría, pero no me pude contener cuando la “denunciada” en cuestión, en un alarde no sé si de sinceridad, de debilidad o de ambas cosas, le agarra del brazo (a Carrizosa) y se arranca: “¡Lo peor de todo, aunque nunca lo admitiré en público, es que sí se está cumpliendo el 25 por ciento, bastante más que eso, en realidad!”.

No era la primera vez que lo oíamos, es un argumento tan vergonzante como recurrente: que aunque ellos saquen pecho con la inmersión, en la práctica los alumnos se tiran en masa, siempre según ellos, a hablar español, y contra eso -siempre según ellos-, no se puede hacer otra cosa que marcar paquete y fingir lo contrario…Yo tuve un momentazo Mafalda y se me escapó decir en voz alta: “Pues ya es triste pasar de jactarse de que vais a desobedecer las leyes a obedecerlas a escondidas”. Una mirada de Carrizosa me aconsejó sabiamente no pasar de ahí, supongo que para no salir tarifando de un acto que nada tenía que ver con la lengua y cuyos anfitriones no tenían ninguna culpa de todo este desastre. 

Mienten, mienten y mienten, siempre han mentido, tanto sobre su pretendido amor al catalán, al que han sacrificado en el altar de sus complejos y sus neuras, como en el de su todavía menos creíble amor a la libertad y a la democracia

Resumiendo: que mienten, mienten y mienten, siempre han mentido, tanto sobre su pretendido amor al catalán, al que han sacrificado en el altar de sus complejos y sus neuras, como en el de su todavía menos creíble amor a la libertad y a la democracia. “Un sol poble”, todavía tienen el cuajo de decir. Pues no será gracias a ellos, que han hecho cuanto estaba en su mano y más para partirlo en dos. 

Pero quizá la mayor vergüenza es que se les haya consentido actuar así desde prácticamente todos los partidos del arco parlamentario catalán y español, excepto Ciutadans. Qué decir del PSC y del PP. ¿Vox? Vox todo lo arregla tirando al niño con el agua sucia de la bañera, reivindicando el español y ya está, que está bien, pero es sólo la mitad de la tarea pendiente. El ingente trabajo de Hércules que hay que acometer de una vez por todas es: aquí o reflotamos activamente, apasionadamente, el bilingüismo de verdad, sin mentiras, sin puñeterías y sin revanchas, o nos hundiremos todos en un mar de luto, como Bernarda Alba y sus hijas. De luto y de odio. 

Basta de jugar al contragolpe, de ver qué más se les ocurre y capearlo como buena o malamente se pueda. Hay que tomar la iniciativa, hay que pasar a la ofensiva. No en el sentido de ofender, sino de ganar terreno a la irracionalidad y la mala leche. ¿No querían reformar las leyes lingüísticas catalanas, que dicen que se les quedaban estrechas? Pues no veas a nosotros, que nos aprietan como una faja de los años 40. Tenemos que hacer limpieza de todo este oxidado marco mental, poner sobre la mesa una reforma seria, una verdadera hoja de ruta que sitúe el bilingüismo en el centro. Con el 25 por ciento como punto de partida, que no de llegada, de nuestra ambición. Estamos trabajando a tope en ello. Es ahora o nunca. Y cuantos más seamos y lo veamos claro, mejor para todos. Incluso para los que con toda su alma anhelan lo peor. 

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