Ideas para la regeneración

La principal preocupación sobre la economía actual de nuestro país es la impresionante tasa de paro. Nuestros políticos y gestores se esfuerzan en demostrar que hacen actuaciones para mejorar los datos, que cada vez son peores y ponen en duda nuestro futuro. El impacto en las personas y familias que ven como disminuyen (o desaparecen) sus ingresos y dedican grandes cantidades de energía para ver cómo será su futuro inmediato (y a medio plazo) impulsa la regeneración de las políticas e instituciones públicas y privadas. Dos notas diferentes:

1) Los últimos datos publicados muestran el aumento de las diferencias territoriales en España. Algunas provincias del norte se mantienen en una tasa de paro por debajo del 20% mientras que todas las del sur superan el 30%. Esto se puede ligar con el porcentaje de empleo público: en Extremadura el 35% de los ocupados trabaja para la administración publica y tiene una tasa de paro del 35,5%. En Catalunya, el 16,3% de los trabajadores pertenece a la administración publica y la tasa de paro está en el 24,53%. En la Comunidad de Madrid las cifras son 19,3% y 20,4% respectivamente.

2) El paro de larga duración (por encima de 12 meses) tiene un coste social muy grande. Existen estudios que demuestran cómo disminuyen las posibilidades de volver al mercado de trabajo para los que lo sufren (histéresis) por al menos tres razones: falta de motivación; poco interés o posibilidades para mejorar las habilidades; y competencia de los trabajadores más jóvenes y capaces. En España, afecta al 40%, de los parados, mientras en Irlanda al 63,%. La tasa en Italia y Grecia está por encima del 50% y en Estados Unidos el 30% pero con tendencia al alza.

La regeneración que necesitamos tiene que ver con planteamientos nuevos sobre cómo se deben hacer las cosas. Tiene que ver con pensadores como Mikel Sandel que en su libro Lo que el dinero no puede comprar (2012), reflexiona sobre los límites del dinero. El filósofo de Harvard tiene una mirada diferente sobre la crisis, y apunta hacia los planteamientos de Aristóteles sobre lo que hacemos y somos. Se pregunta sobre si es justo o ético que con dinero se pueda comprar de todo, incluyendo privilegios personales o empresariales, acceso a zonas privilegiadas, acceso a la justicia, obtención de sentencias favorables, votos en unas elecciones, etc.

El entorno de crisis actual coincide en este momento en donde todo se compra y se vende. Como resultado está el aumento de la codicia, de la desigualdad y de la corrupción que como las gotas de lluvia continuada, van arrasando todo lo que se encuentran por el camino. Sandel argumenta que, si todo se puede comprar y vender con dinero, se fomenta la desigualdad y pone en crisis la democracia de nuestra sociedad actual. El sistema no encuentra las políticas de los representantes elegidos libremente, el eco de las necesidades de sus votantes.

Los valores sobre trabajo, la familia, la educación, la cultura, el conocimiento, la ética, la religión, entre otros, están a la baja. Contrariamente, las políticas basadas en el corto plazo, el mercantilismo o el clientelismo tienen una preponderancia en las actuaciones de los gestores y poderosos. De esta manera no son capaces de mostrar otros horizontes en donde la sociedad debería encontrar una identidad convincente sobre el futuro. Poco a poco los valores mercantiles van desplazando los valores éticos y humanos, hasta ser los preponderantes.

Sandel resume sus análisis con la afirmación de que hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado. La crítica del exceso de la mercantilización de Sandel capta todos los estamentos públicos y privados de la sociedad e impulsa el retorno a la regeneración de ideas, políticas, instituciones, procesos electorales, debates, financiación de partidos, etc. La duración y extensión de los malos datos macroeconómicos instalados casi permanentemente en nuestro entorno diario, impulsa la necesidad de volver a la esencia de los valores sobre qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos, y dejar de lado, al menos por un momento, el valor mercantilista de las cosas.

Regeneración: revulsivo a todos los niveles para volver a encontrar caminos estimulantes que hagan que dejemos de hablar de la crisis.