Jorge Semprún o el combate contra el populismo rampante

Economía Digital y Debate presentan 'Ida y vuelta, la vida de Jorge Semprún', de Soledad Fox, la biografía intelectual del escritor y activista político

«Yo me entendí con Semprún, porque éramos dos pijos», afirmó el veterano cineasta Pere Portabella en la presentación de Ida y vuelta, la vida de Jorge Semprún (Debate) de Soledad Fox, la biografía intelectual de Jorge Semprún, novelista, luchador antifranquista, ex dirigente comunista y ex ministro de Cultura con Felipe González.  

El libro fue presentado este lunes en la librería La Central en un acto organizado por Economía Digital y la editorial Debate moderado por el director de este medio, Manel Manchón. Al acto asistieron el editor de Economía Digital, Juan Garcia; Antoni Fernández Teixidó, Miquel Iceta, Miquel Salazar, Agustí Colomines y Fèlix Riera, entre otros, que debatieron posteriormente sobre la figura y los valores de Semprún.

Portabella conoció a Semprún y a Javier Pradera con motivo de una de las películas de Luis Buñuel sentenciada por el régimen de Franco.  

Fox, investigadora universitaria en Norteamérica, nos revela también la peripecia vital de Semprún. La escritora no accedió a los papeles de Semprún o accedió solo en parte; sintió la conexión llevada por el parentesco con el escritor y por la curiosidad a propósito de una generación en extinción que nos ha dado lo mejor de sí, y que luchó por una Europa que apostara por la paz y la colaboración.

La autora se ha pegado durante cinco años de trabajo a la existencia peripatética de Jorge Semprún, un políglota que a los 20 años ya había vivido en varios países. El alemán aprendido en su infancia madrileña le salvó la vida. Se la salvó en varias ocasiones, la más extrema su paso por el campo de Buchenwald. Sus mejores amigos fueron un italiano medio judío, Yves Montand y Costa Gavras, dos pied-noirs.  

Los recuerdos de Portabella funcionan como imágenes nítidas pero cargadas de un simbolismo sobre el que él se autoexige aclaraciones, notas a pie de página. Recordó este lunes al Semprún que hizo guiones para Resnais y Costa Gavras. Portabella traslada conceptos a propósito de una hombre que escribió, escribió y escribió. Lo demás podría ser sobrante, aunque no lo sea para nada. Él se negaría a recuperar su pasado desde el heroísmo. Lo que éticamente, se diga lo que diga, es un valor en sí mismo.

Un gran europeísta

La vigencia de los valores que defendió Jorge Semprún, un gran europeísta, se pierde ahora en las instituciones y la cultura de la Unión Europea. En la escritura y la vida, de Soledad Fox o desmontando el mito, en palabras del también cineasta Albert Solé. Una multiplicidad de caras, facetas y aventuras vitales; el resistente maqui o el superviviente de Buchenwald.

Y el agitador clandestino, reorganizador del PC y del PSUC a partir de la famosa huelga de tranvías del 51; las entradas y salidas de España desde su vida parisina. Albert Solé, hijo de Jordi Solé Tura, rememora la historia  de la clandestinidad vivida por sus padres. Nacido en la tradición más estalinista, denunciador de la pequeña burguesa Margarite Duras y hagiógrafo poético de Ibárruri, Pasionaria.  

La invasión de Budapest en el 56, el fracaso de las huelgas generales convocadas por el PC, el nacimiento de las clases medias urbanas. Jorge volaba con el aristócrata Cisneros, comunista, periodista de Radio Pirenaica, departía en el Flore, se mecía en Saint- Germain–des-Prés y dejaba correr su imaginación de escritor.
 

Acusado de delator

En el documental de TV Española, Jorge Semprún, memoria de Europa, habló de cerrar las páginas de la historia del nazismo y el estalinismo. La Europa del Carbón y del Acero, la Comunidad y la actual Unión nuclearizan una unidad cultural, que abarca norte y Sur del Continente.  

El número cinco de la rue Sanit-Benoît, base de operaciones de la intelectualidad parisina de los años de plenitud de postguerra, la Marguerite Duras con la que rastreó mucho después en mundo particular de Vila-Matas, se arremolinó el joven Jorge Semprún con Montand, Simone Signoret, Sartre y Grecó, sin olvidar a Audrey Hepburn, no tan neófita de la película Una cara con ángel. 
 
Semprún, el joven guapo de caucus rojo y alfil de la mítica cellule 722 en el París de Carrillo y del aparato clandestino del PC español. Utilizó uno de sus primeros pseudónimos (o mejor heterónimos porque vivió sus otras vidas), George Falcó, para la revista Action, vinculada a PC francés. Y aquí vivió su grandeza y en parte el declive de la duda, al ser acusado de mouchant (delator) en un difícil recuerdo de Dachau y Buchenwald que atañe a Robert Antelme y finalmente a su propio hermano Carlos Semprún, que también en primera persona le acusó de delator.

La evolución hacia el socialismo

Semprún evolucionó; matizó una y mil veces su hoy en relación con su mañana. Se hizo socialista en la última etapa de su trayectoria, cuando mucho antes vivió anticipadamente la liberación en la película Demain l’Espagne, con Montand en el papel de Federico Sánchez, aquel pseudónimo (heterónimo) del cuadro comunista que entra y sale por la impermeable y burlada frontera de los Pirineos.  

En su cabeza pesó siempre la purga contra los intelectuales comunistas dentro de su propio partido a partir de 1966, el año de la Escisión del Grupo Unidad, cuando la dupla Semprún-Claudín abandonaron el partido, sentaron el vuelo juvenil del 68 y apadrinaron la diáspora marxista de los años siguientes.

El populismo y Guerra

En el magma socialista, en las brasas de Felipe González, Semprún se desencontró con el populismo socialista cuyo punto de partida fue Alfonso Guerra. En su autobiografía (Una página difícil de arrancar –Planeta-), Alfonso Guerra cuenta con maldad que Semprún, en su etapa de ministro de Cultura, seguía los juegos de citas que hacían el ex vicepresidente socialista y Paco Fernández Ordóñez, en una antesala del Consejo, antes de cada sesión. Eso lo destacó Albert Solé, al entender que aquel enfrentamiento entre Guerra y Semprún obedecía a la convicción del escritor de que era necesario parar los pies al populismo, un populismo que se percibe ahora en España, con otras formaciones, según Albert Solé, y que tendria su origen en aquellos años del guerrismo. 

Un día, Guerra y Superpaco se sacaron una cita inventada por ellos ante la que Semprún, para no perder pie, dijo conocer al autor. Semprún cayó de cuatro patas llevado por su orgullo intelectual y Guerra lo recuerda ahora a modo de denuncia patética, contra la pedantería del afrancesado, aunque incluye el toque sobre Le grand voyage, libro de Semprún al que califica de «magnífico». El resentimiento patológico del veterano socialista no tiene cura.