Juan María Nin: el precio de la deslealtad

Isidre Fainé ha destituido a Juan María Nin por su deslealtad y ha premiado a Jaume Giró por su lealtad. Juan María Nin llevaba mucho tiempo enviando este equívoco mensaje al mercado: «Yo soy el consejero delegado de CaixaBank, el auténtico ejecutivo del grupo». Los cambios legales en el sector le habían permitido presuponer durante un tiempo que su cargo era el más poderoso en medio de la maraña institucional tejida entre la fundación de la Caixa y el banco propiamente dicho. Buscó alianzas en el Supervisor; pidió entrevistas a solas, face to face, en los puestos más altos de la Generalitat; flirteó con el ministro Guindos y hasta quiso llevarle la contraria a su presidente en algunas capturas, como la de Barclays. Nin estaba llamado a ser el sucesor de Fainé en la presidencia de CaixaBank. Pero no supo esperar. Escogió el camino más corto, el que bordea el precipicio.

Fainé le comunicó a Nin su destitución el pasado día 26 de junio. Le invitó a cenar y, envuelto en su habitual frugalidad, le soltó la bomba. Nin tragó sin mácula aparente. Es un corredor de fondo con 30 años de servicio en la banca. Aguantó el peso de las grandes fusiones, especialmente en el Santander de Emilio Botín en la etapa del conglomerado Santander-Central-Hispano. Allí superó la bicefalia establecida entre Botín y José María Amusátegui, una guerra de titanes basada en una cuestión horaria, como cuenta Fernando González Urbaneja en su libro Banca y Poder (Espasa): «Botín despacha a las 08:00 horas de la mañana mientras que Amusátegui estaba acostumbrado a cerrar los negocios después de la cena, de madrugada y a partir de la tercera copa». Nin supo unir los dos extremos de aquel tejemaneje. Le salió bien. Todavía no era un impaciente.

En 2002 fichó por el Banc Sabadell. Cuando se derrumbó la inmobiliaria Astroc, una apuesta del Sabadell, Josep Oliu le encomendó a Juan Antonio Alcaraz (segundo de Nin) la salvación de los muebles. Nin no perdonó el puenteo y en 2007 voló a la Caixa como hombre de confianza de Fainé, recién ascendido a la presidencia. En aquel momento se retiraba Ricard Fornesa, el paréntesis amable, el puente natural entre la Era Vilarasau y la Era Fainé; entre el crecimiento y la estabilidad; entre la apuesta por España y el actual desafío frente al mercado global.

A Nin le tienta la cuenta de resultados. Su vinculación al mundo del cuarto sector solo es epidérmica. Preside el Consejo España-EEUU, es miembro del órgano de gobierno de la Universidad de Deusto y patrono de las fundaciones Esade, CEDE y Aspen. Pero lo que le va es el número puro y duro. Todo un resbalón frente al cariz puritano de la nomenclatura. Nin debería saber que, en el último piso de las Torres, donde reina la moral calvinista, se aprecia el margen de negocio sin dejar de lado el espíritu fundacional. Desde Moragas hasta Fainé, desde los albores del imperio del ahorro hasta su brillo actual, la marca Caixa reúne transversalidad e historia. Para comandar el mascarón de proa de la economía catalana, no basta solo con ganar dinero. L’avara povertà dei catalani se ha derramado en un crisol bizantino.

En el último mes, Nin ha mostrado un desconocimiento alarmante de la nomenclatura de las Torres Negras. Estudió en Deusto, pero le ha faltado cintura para saltar de la casuística jesuítica a la Contrarreforma. Un alevín del Papa Negro ha de saber negociar. Debió de haber seguido el consejo de «mano de hierro y guante de seda», aquel suaviter in modo, fortiter in re (suavidad en las formas, firmeza en el fondo), que fue la máxima de Claudio Acquaviva, un antiguo general de la orden de San Ignacio. A partir del nombramiento de Jaume Giró en la dirección de la Fundación Bancaria Caixa, una de las mayores del mundo, Nin se colgó de un agrio argumentario: Sí, sí, todo esto está muy bien, pero en la Caixa lo importante no es la Fundación sino CaixaBank, y «ahí mando yo» ¿Temeridad o eutanasia activa? Nin tenía la promesa de su jefe de llegar a lo más alto, pero no manejó correctamente los tiempos.

Aunque uno sea el consejero delegado de CaixaBank, es muy arriesgado pedir una entrevista con el president de la Generalitat, Artur Mas, sin el consentimiento de Fainé. Nin lo hizo. Error craso. Llamémosle inconsciencia o exceso de seguridad profesional. Resbalón fatal. Y el desenlace se ha hecho visible en el momento en que Isidre Fainé le ha destituido sin concederle ninguna vocalía en el consejo de administración y sin ofrecerle ningún cargo en el patronato. Nada. Entre el cielo y la tierra, no hay purgatorio.