Koldo, el hacha y la serpiente 

El hacha de Koldo el “aizkolari” entra en campaña como elefante en cacharrería

Como diría Inés Hernand, ya saben, la esperpéntica presentadora televisiva de la gala de los Goya, Koldo es un icono. O mejor dicho, un ikono. Que para eso la mano derecha y brazo fornido de Ábalos llegó a ser algo parecido a un “aizkolari” en el deporte rural vasco de cortar troncos. La “aizkora” (el hacha, en euskera) ha sido desde siempre un símbolo de fuerza en la sociedad vasca. Lo malo es que durante muchos años no ha sido una imagen vinculada a una interpretación precisamente positiva. 

Salvando todas las distancias y diferenciando entre quien ha sido un leñador, de los que reparten leña y comisiones y quienes segaban vidas, no hay que olvidar que ETA adoptó como sello y firma de sus sangrientas acciones una serpiente enrollada a un hacha. Decían que la primera simbolizaba la inteligencia y la segunda la fuerza. En el fondo no era más que el emblema que una organización mafiosa empleaba en sus cartas y comunicados para que el destinatario supiera lo que le podía pasar si se negaba a pagar o a irse de Euskadi. O las dos cosas a la vez. 

Elecciones en el País Vasco

Ahora que acaban de convocarse las elecciones autonómicas en el País Vasco, no viene mal recordar cómo la organización terrorista hacía siempre su particular campaña irrumpiendo en la vida pública con algún asesinato. Los del hacha y la serpiente eran el brazo armado de unas siglas que nunca condenaron ni condenarán esas muertes porque siempre les pareció que eran consecuencia de una lucha legítima. Y ese es un déficit democrático que seguimos arrastrando como sociedad desde que EH-Bildu, fuerza heredera, fue legalizada sin que mostrara el más mínimo atisbo de arrepentimiento ni condena. Porque con cada muerte, con cada asesinato, lo que se buscaba era doblegar al Estado y someterlo a un continuo chantaje de exigencias inadmisibles en una democracia. 

Koldo García. Foto: EFE

Pero “mutatis mutandis”, es decir, legalizados, blanqueados y admitidos ahora por Pedro Sánchez como “socios preferentes” de un “gobierno progresista”, aspiran el próximo 21 de abril a convertirse en la primera fuerza política en el País Vasco. Los sondeos dicen que habrá una dura pugna entre las dos formaciones independentistas: el PNV y EH-Bildu. Hay quien cree que pueden acordar una gran coalición y gobernar juntos.

En mi opinión eso es algo improbable, se conocen muy bien y se temen demasiado, y todo va a depender de los resultados de otras fuerzas, en concreto del PSE (Partido Socialista de Euskadi) que ya ha anunciado que no apoyará a Bildu. Lo lógico, si le dan los números, es que apoye al PNV, su socio de Gobierno en Vitoria, garantizándole de paso los apoyos en Madrid al Gobierno de Pedro Sánchez. 

El problema puede surgir si se produce un hundimiento de los socialistas similar al sufrido en Galicia. El PNV se puede encontrar en una difícil tesitura si no suma mayoría con el PSE y sí la alcanza con un PP en alza. No dejaría de ser una especie de venganza del destino: Que los de Andoni Ortúzar se vean obligados a llamar a la puerta de Javier de Andrés después de traicionar a Rajoy en una investidura que tuvo como argumento de fondo la corrupción. Porque será la corrupción, en este caso en las filas socialistas, la que puede dibujar un nuevo panorama en la política vasca. 

Ahora, lejos de la acción sanguinaria de los duros años de plomo felizmente superados, el hacha de Koldo el “aizkolari” entra en campaña como elefante en cacharrería. Un presunto caso de corrupción que afecta de manera tan directa al Gobierno de Sánchez y al PSOE en su conjunto, con vergonzosas ramificaciones en distintas autonomías, no dejará indiferente a una ciudadanía especialmente sensible con todo lo ocurrido durante la pandemia.

A medida que se van conociendo más detalles del “modus operandi” del asesor, chófer y guardaespaldas del exministro Ábalos, sabemos que todas sus funciones se resumen en una: la de gorila. Eficaz en el uso de la fuerza y el amedrentamiento y más limitado a la hora de emplear el cerebro. 

Veremos quién se lleva el hachazo el 21-A

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