La bomba de la semana se llama Fagor

Fagor, que se ha acogido al preconcurso de acreedores, no es una empresa más que se suma a la lista de compañías en graves dificultades, producto de la crisis económica. Fagor y la Corporación Mondragon son únicos. Aunque compiten en el mundo capitalista, su estructura societaria y el cooperativismo le protegían, en teoría, de las inclemencias del mercado libre.

Mondragón cuenta con 80.000 empleados, de los cuales el 42% reside en Euskadi. Cuenta con 13.000 millones de euros de facturación, aproximadamente el 3,2% del PIB vasco. A esta gran cooperativa también pertenece Caja Laboral, Lagun Aro (dedicada a previsión social, que correrá con el seguro de desempleo) y Fagor. Todas ellas empiezan a mostrar las costuras del cooperativismo.

Veamos el caso de Fagor, dedicada a la fábrica de electrodomésticos. La compañía comenzó a sufrir la caída del mercado español desde 2008 (arrastró 150 millones en pérdidas en cinco años). Sus inversiones en China, Marruecos y Polonia debieron haberle permitido luchar contra las low cost. Pero no fue el caso.

Lo que se pone en tela de juicio, todavía bajo el impacto del desastre, es precisamente el «modelo». ¿Qué ha pasado? ¿Se tomaron medidas? ¿La estructura societaria y el principio de solidaridad son compatibles con enfrentarse a la contundencia de la crisis?

Sí, se tomaron medidas. La plantilla pasó de 10.000 trabajadores a 5.600, y los cooperativistas se bajaron el sueldo el 20%. Además, algunos suscribieron «bonos solidarios».

Pero el ajuste no fue suficiente. Faltó la clarividencia de ver que, haciendo lo mismo, incluso mejor, no resolvían el problema del modelo de negocio y del sector. Mondragón, la cooperativa que le daba cobijo, ha aportado fondos pero ha dicho basta. Solidaridad sí, pero hasta un cierto punto. No pongamos en peligro todo el sistema.

¿Y ahora qué? No parece un simple problema de reestructuración ordenada, ni luce factible, a corto plazo, la cesión de la actividad, ni tampoco la improvisación de una nueva actividad mejor posicionada.

De momento, 1.000 trabajadores no volverán al «tajo». Y hay mucha necesidad de reflexión por delante.

La morosidad sigue creciendo

En agosto alcanzó el 12,12%, récord en más de 50 años. Es un reflejo del estado de nuestra economía que, mes tras mes, va dando noticias que contradicen a los que dicen que la crisis está terminando.

Estamos hablando de 180.000 millones de euros en mora. Es cierto que el Banco de España obligó a reclasificar préstamos ya refinanciados por la banca. Pero también es cierto que la Sareb «se llevó» la cartera tóxica hipotecaria de la banca nacionalizada.

La subida del cociente (mora) se debe también a la disminución del denominador, al paulatino desapalancamiento de empresas y familias, y a la escasa oferta de las entidades crediticias.

La caída interanual del crédito es del 12%, coherente con la situación de nuestra economía. Y en septiembre termina el período de reclasificación de créditos refinanciados, con lo cual la mora volverá a subir.

Y la política…

Esta es una columna de Economía. Pero, a veces, los economistas no tenemos más remedio que hablar de política. Ahora es uno de estos períodos. Porque la Economía debe tanto a la Política que es imposible disociarlas.

Convendrán conmigo en que el partido (o estado de opinión) mayoritario en Catalunya hoy podría tener un eslogan del tipo: «Estamos hartos; arreglen esto de una vez».

Mientras la crisis continúa, como hemos visto más arriba, y continuará algunos trimestres más, no se llega a entender la disputa entre dos administraciones (iba a escribir «dos concepciones políticas antagónicas») cuando lo que afecta a los ciudadanos son problemas como el paro, la creación de oportunidades para nuestros hijos, y no retroceder 20 años en nuestro nivel de bienestar.

Este último jueves se celebró en la nueva sede del Col.legi d’Economistes de Catalunya, en la Plaça Gala Placídia de Barcelona, un debate sobre el euro en el que intervinieron Guillermo de la Dehesa, el economista español que más veces ha asistido a la reunión anual del FMI, y que tiene la mejor agenda de contactos de todos los españoles que se mueven en el mundo económico, y Antoni Castells.

El debate fue de alto nivel con dos intervenciones desde ángulos distintos pero con una larga historia detrás, fuera de las disputas partidistas.

Me gustó, especialmente, el razonamiento de Castells. Se preguntó, llanamente, cómo se podía defender la independencia cuando lo que cualquier europeísta debería hacer es fortalecer, cediendo competencias, el Estado Federal Europeo.

No me pareció que «se salía de estudio» sino que era una posición perfectamente pensada y argumentada. Quizá deberíamos preguntar más a los que no están en activo, en Política y en Economía.


Rafael Suñol
Economista, ESADE, IESE
Antiguo Presidente del BCI, CD de B. de Fomento, vp de Fecsa, CD de Aurica (SCR), vp ejecutivo de Catalana de Iniciatives (SCR), y, actualmente consejero de empresas (Peugeot España, Mémora…)