La Caixa y el billar a tres bandas

Portugal es un país de encaje fino, de delicados azules en su cerámica y grácil cintura en sus políticos. Hábiles, de formación anglosajona una buena parte de ellos, asumen con relativa saudade la pérdida del rol que la historia les deparó en otros momentos. Portugal, hoy, sabe que su sistema bancario carece de futuro con sus planteamientos autárquicos.

Una rica, muy rica, angoleña, Isabel dos Santos, hija del actual presidente angoleño, José Eduardo dos Santos, en el poder desde 1979 (es decir, desde hace 37 años), que a la vez es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del país, ha estado a punto de hacer fracasar la toma del BPI por La Caixa. Isabel es la primera mujer mil millonaria de África.

Dos Santos y La Caixa tenían todo a punto para lograr un acuerdo por el que la entidad catalana, que ya ostenta el 44,1% del capital pero al que una ley portuguesa limita el derecho de voto al 20%, se hiciera con el paquete de la empresaria angoleña y el control del BPI, el cuarto banco portugués.

Pero Dos Santos, por segunda vez, cuando ya estaba todo a punto de ser firmado, puso sobre la mesa nuevas exigencias y provocó la ruptura de las negociaciones que estaban a punto de terminar felizmente. Como reacción, La Caixa ha anunciado el lanzamiento de una OPA para hacerse con el 100% del BPI.

Y aquí es donde hay que ver la similitud de esta operación con la modalidad del billar francés que sólo concede el logro de un punto cuando la bola golpeada por el jugador toca la bola roja y toca tres de las cuatro bandas del tapete antes de chocar con la del contrario.

La Caixa quiere el control del BPI, un banco del que ya tiene el paquete mayoritario, pero cuyo derecho de voto está limitado al 20% por la vieja obsesión de los estados europeos de limitar el control a accionistas no deseados. El gobierno portugués necesita que la operación se realice porque el BCE está presionando para que el BPI reduzca su exposición en Angola, difícil con Dos Santos bloqueando los acuerdos en el banco. El ejecutivo luso decide derogar en un guiño a La Caixa la ley que limita los derechos políticos de los accionistas y cargarse la barrera del 20%, con lo que se despeja el camino de la entidad que preside Isidre Fainé.

¿Y qué gana el gobierno de Lisboa favoreciendo a una de las partes en el conflicto del BPI? Pues seguramente que como extra La Caixa se quede luego con el Novo Banco, cuyos pretendientes chinos no convencen nada a las autoridades financieras portuguesas. ¡Carambola realizada!