La gerontocracia se instala en las grandes empresas

Recomiendan los usos y costumbres que los políticos no se perpetúen en sus cargos. Un mandato excesivamente dilatado supone frenar la llegada de savia nueva y acarrea otras implicaciones funestas. Los ejemplos abundan. Acaso el más cercano sea el del inefable Jordi Pujol, quien durante 23 años gobernó Cataluña con poderes omnímodos. Ahora se palpan las consecuencias de ese largo intervalo, coronado con un espectacular escándalo de corrupción que engorda día tras día.

Estas reflexiones sobre el servicio público son aplicables punto por punto al mundo de la empresa, en particular a las grandes corporaciones cotizadas en bolsa, que cuentan con centenares de millares de accionistas.

Así, se da la circunstancia de que las compañías integrantes del índice Ibex 35 albergan nada menos que quince presidentes de edad superior a los 65 años, tope máximo en el que el común de los mortales acostumbra a jubilarse. Y de esos 15, cinco superan los 70 años y dos han rebasado los 80.

Uno de los botones de muestra más bochornosos probablemente sea el de Francisco González Rodríguez, mandamás de BBVA, con 69 años a cuestas. Bajo sus órdenes, la entidad fulminó a legiones de empleados que rondaban los 50. El gran timonel estimaba quizá que los cuadros que alcanzan el medio siglo son algo parecido a deshechos de tienta. Las plazas vacantes se amortizaron o pasaron a ser ocupadas, con unos salarios muy inferiores, por profesionales de flamante licenciatura.

Pues bien, cuando González cumplió 65 años en 2010, no sólo no se apartó honrosamente a fin de dejar paso a otros, sino que aprovechó la oportunidad para hacer efectivo el cobro de la pensión que el banco había ido nutriendo a su favor, y que alcanzaba la astronómica cantidad de 80 millones de euros.

Así, pues, FG se embolsó ese opíparo chollo, pero ni por asomo se planteó abandonar el puesto. Bien al contrario, maniobró arteramente para eternizarse en él. Como los estatutos del BBVA tenían fijado el cese obligatorio a los 70 años, González hizo modificar dicho límite hasta los 75.

En resumen, FG continúa impertérrito en la cima de la entidad, se ha garantizado la poltrona hasta 2020, que se dice pronto, y sigue chupando del bote. Sólo en 2013, su jugosa paga ascendió a 5,1 millones. No hay en el Ibex una muestra más flagrante de apego al trono y a las mamandurrias que lleva aparejados.

El decanato

La lista de veteranos del exclusivo Ibex 35 está encabezada por Juan Miguel Villar Mir y José Lladó, gerifaltes respectivos de OHL y Técnicas Reunidas, con 83 y 80 tempranos años. Cerca de ellos se sitúa Salvador Gabarró, de Gas Natural, que ya ha cumplido los 79. En orden descendente aparecen Alejandro Echevarría, de Telecinco, 72; Isidro Fainé, de Caixabank, 71; y por último, Antonio Zoido, de Bolsas y Mercados Españoles, y José Folgado, de Red Eléctrica Española, 70 cada uno.

Las ansias de permanencia llevan a extremos como el de Emilio Botín, quien falleció a los 79 años al frente de Banco Santander. Hacía lustros que se hablaba de su pronto retiro, pero el banquero apuró los tiempos y murió con las botas puestas.

En otras firmas cotizadas, superan también con creces el tope de los 65 años Rafael Miranda, de Acerinox; César Alierta, de Telefónica; Florentino Pérez, de ACS; José Oliu, de Banco Sabadell; Antonio Brufau, de Repsol; y Salvador Alemany, de Abertis.

Se ha dicho que la edad es sinónimo de sabiduría y que ésta suele ser una fuente inagotable de consejos provechosos. El meollo está en conjugar experiencia y juventud. Sobre todo, ningún capitoste de turno debería de dar la sensación de que se aferra al sitial como una lapa.

Esto es, cabalmente, lo que con harta frecuencia ocurre en las grandes sociedades de la bolsa. Es cierto que el valor de la veteranía no ha de arrumbarse sin más. Pero también lo es que determinadas madureces incurren en un peligroso rango geriátrico.