La ‘grandeur’ francesa, en sus horas bajas

La histórica grandeur francesa no atraviesa por sus mejores momentos. Muestra de ello son los resultados de los comicios al Parlamento Europeo, la economía en fase de estancamiento durante el primer trimestre que ha obligado al Gobierno de Valls a tomar severas medidas de ahorro o que una empresa símbolo como Alstom no sepa cómo resistir las embestidas de la alemana Siemens o la norteamericana General Electric.

La noticia de que la compañía estatal de trenes, SNCF, se habría pillado los dedos al comprobar, a toro pasado, que los 2.000 nuevos vagones encargados a Alstom y Bombardier para modernizar sus servicios son demasiado anchos para ser utilizados en más de 1.200 andenes de estaciones francesas, han terminado por avergonzar a los franceses.

Y no sólo eso. Ha levantado la veda contra empresarios y altos ejecutivos galos que demuestran, en demasiadas ocasiones, su escasa disposición para adaptarse a los mercados exteriores en donde aspiran a triunfar. España es un caso preclaro.

La proverbial e histórica falta de capital existente en España ha sabido convertir a la empresa española en objeto de cacería de las multinacionales. Ello queda reflejado en el hecho de que el 40% del volumen de negocio de la industria española es propiedad de empresas de capital extranjero y uno de cada cinco trabajadores españoles del sector industrial lo hace para una multinacional.

El INE, en su Estadística de Filiales de Empresas Extranjeras en España, señala que el 21% del sector comercio tiene presencia mayoritaria de capital extranjero, así como en el 17% del sector servicios. Y en esos porcentajes, tiene una alta participación el capital francés.

Así las cosas, son muchos los que se preguntan si es entendible que empresas multinacionales, por muy instaladas que estén en España, obedezcan estrategias globales de sus respectivas matrices, llevando hasta sus últimas consecuencias la premisa de ser empresas bajo capital exterior y cuyos centros de decisión también se sitúan en el exterior. Incluso se toman decisiones en esos centros offshore, sin tener en cuenta los intereses del mercado en que se encuentran, aunque sean éstos mercados los receptores de buena parte de la producción de esas empresas.

El hecho cierto es que ninguna nacionalidad como la francesa para priorizar por sus CEO´s nacionales a la hora de dirigir sus participadas en España, aunque en demasiados casos se haya demostrado que esa estrategia termine con graves problemas de gestión.

Las vicisitudes sufridas por algunas de esas sociedades en el tiempo inmediato a su paso a manos francesas, plantea serias dudas sobre los criterios estratégicos que las gobiernan. Buena prueba de ello se pueden encontrar en casos como Orange, Carrefour, Lactalis, AXA, Grupo Havas, MediaPlanning o EuroRSGC. Las experiencias españolas de estas compañías, al nombrar a sus primeros ejecutivos de nacionalidad francesa para dirigir sus proyectos en España, no han resultado todo lo ejemplarizantes que hubieran deseado, alcanzando en más de un caso el nivel de fracaso sin paliativos, quizá por su desconocimiento del mercado español.

Todo lo contrario de lo ocurrido en el sector francés de la automoción en España en donde las matrices respectivas de Renault y Citroen-PSA, optando por ejecutivos españoles a la hora de dirigir sus instalaciones en Valladolid y Galicia, han resultado especialmente exitosos.