La inútil trifulca por el catalán

Los partidos elaboran sus discursos alrededor del conflicto por el catalán pensando en el electorado más radical, como si no estuvieran realmente interesados en encontrar soluciones

A estas alturas son muy claras las dificultades que tiene la clase política para entender la realidad del catalán en Cataluña. Los tópicos deambulan, no sólo entre políticos, sino también entre la sociedad catalana, creando un mejunje de opiniones estrafalarias y alejadas de lo que realmente pasa.

De entrada, los mejores conocedores de la cuestión del catalán en las aulas son los padres y los hijos escolarizados, digamos que en los cursos de Primaria. Y no todos, por supuesto, que hay madres y padres que pasan muy por encima de esa parte escolar de sus niños, como si no fuera con ellos. Además, esa escolarización sólo dura seis años. Así que el contacto en primera persona de lo que ocurre tiene un tiempo limitado.

Detenernos delante de las asignaturas de los hijos ya ofrece una fotografía sencilla de que la inmersión lingüística significa el porcentaje siguiente: todas las asignaturas se dan en catalán menos las de castellano e inglés. Eso es fácilmente comprobable mirando el listado de libros por asignatura. Todos son en catalán.

Este es un ejercicio sencillo y claro para descubrir la realidad de la escuela en Cataluña. Y lo es desde el decreto de inmersión lingüística aprobado por la CiU de entonces, en el año 1992.

Escribo “porcentajes” porque es uno de los motivos por los que el Govern de la Generalitat ha impulsado una nueva Ley, aunque después lo haya convertido en decreto, para ir en contra de la sentencia que obliga a un 25% de horas en castellano, que es tan sencillo como una sola asignatura.

El conflicto de la lengua en Cataluña es cansino y fundamental como sociedad, aunque también sea tratado con tanta superficialidad que avergüenza a los que tienen interés por ver la fotografía sin intereses partidistas. Y eso lleva ocurriendo desde hace demasiado tiempo.

Que Núñez Feijóo utilice el término “apartheid” para hablar de la lengua en las aulas es un error tan elemental que parece patrocinado por sus enemigos. No hay excusa. En política los símiles son de alto peligro. Los carga el diablo. Por eso fue extraño el empleo del concepto. Feijóo es un hombre de consenso y que tiene información suficiente como para saber que las realidades de las sociedades bilingües están mucho más normalizadas de lo que aparentan.

Lo que parece que nadie ha querido darse cuenta es que los procesos educativos han cambiado; antes de la pandemia, pero también en la actualidad y con más fuerza. No se enseña de la misma forma, y querer parcelar una asignatura con la utilización de una sola lengua en casi imposible.

Una educación moderna, unas políticas antiguas

En Primaria los chavales cada vez más aprenden a través de los llamados proyectos. Caminos educativos que tienen unos objetivos pero que precisan del alumno para avanzar. Y así, la sencillez de hace 20 años de aplicar en clase un libro y seguirlo con las indicaciones del profesor no existe. A modo casi de videojuego, los chicos avanzan por la asignatura apoyados por todos los contenidos que encuentran en redes.

Las políticas educativas que quieren aplicar las formaciones independentistas con la nueva ley son antiguas. Las respuestas de la oposición, estilo Núñez Feijóo, están fuera de tiempo, aunque este sea un país donde las leyes de enseñanza parecen hechas por expertos en comida rápida. Sólo hace falta ver el listado desde la primera en los años 80.

No se espera un cambio en la forma de actuar. Se piensa en el electorado, pero en el más radical. Como si no interesara bajar a las profundidades de la cuestión y ser prácticos y encontrar soluciones. Que las hay. Por supuesto que existen.