La nueva derecha de Santamaría y Casado

El patriotismo constitucional presente en España desde los años 80 se agota y obliga al PP a dar forma a una nueva derecha

El proceso de primarias del Partido Popular permite observar lo necesario que será –tras la batalla entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado– explicar a los españoles en qué consiste la nueva derecha que se propugna tras perder el poder y avanzar hacia unas elecciones municipales y autonómicas.

En su último libro con el acertado título La fragilidad de una ética liberal, la filósofa Victoria Camps advierte de que “la democracia no sólo precisa de instituciones sino también de ciudadanos”, una observación que el PP plantea en orden inverso.

El Partido Popular liderado por Mariano Rajoy invirtió los términos, priorizó las instituciones por encima del deseo y demanda de muchos ciudadanos que reclamaban la necesidad de reformarlas.

Preocuparse más por preservar los órganos que conforman el edificio institucional español que en cuestionar o perfeccionar las funciones por las que estos existen ha motivado un debilitamiento de la razón de ser del estado.

Cuando se cuida más la maceta que la flor suele ocurrir que la flor muere y la maceta queda sin uso, sin objeto. La concepción de la justicia del PP también deberá ser revisada, pues ha intentado extender su influencia al poder judicial para avanzar en sus políticas de neutralización del independentismo.

Para el PP, en su actual concepción, la justicia tiene sentido cuando es política sin más. La justicia supuestamente neutral es utilizada desde el PP para corregir la falta de acción política y como mecanismo neutralizador de los desacuerdos ya que las leyes, y sólo estas, tienen entidad para dirimir las diferencias.

La reforma es continuidad mientras que la regeneración es un punto y aparte

El término talismán de la última legislatura ha sido la necesaria reforma de España; un término que los políticos del PP han utilizado recurrentemente para triunfar sobre otro término también talismán, regeneración, utilizado por Ciudadanos y Podemos.

La batalla terminológica política pretende neutralizar en el imaginario de los ciudadanos las consecuencias de llevar a la práctica una regeneración política que tiene como principal objetivo acabar con la estructural corrupción española.

La reforma implica continuidad mientras que la regeneración supone un punto y aparte. Una España reformada, sin entrar en una profunda regeneración que acabe con la corrupción como modelo de país, es lo mismo que intentar cuidar a la flor, que preocupa menos que la maceta, con veneno.

El patriotismo constitucional que ha dominado el desarrollo territorial de España, popularizado por Jürgen Habermas al inicio de los años 80 y que el PP ha hecho suyo como doctrina, parece haberse agotado tras los esfuerzos de Ciudadanos de oponer las emociones que nos hace sentirnos españoles a las convicciones sobre lo que somos.

Un cambio en la óptica patriótica que está obligando al PP a sustituir la constitución, el credo, por la bandera. El País Vasco y Cataluña son dos realidades políticas que han acabado con la creencia en unos valores compartidos, poniendo en tela de juicio y en crisis la constitución y sus símbolos, entre ellos, la monarquía.

Hoy tenemos tres Españas en etapa de construcción

Hoy nos encontramos con tres Españas en construcción: la España del estado español, la España de los ciudadanos y las ciudades, y la España que intenta conciliar la permanencia del estado poniéndolo de nuevo al servicio de los ciudadanos.

La primera– la España del estado español– es la que propugna el PP y que la nueva derecha española deberá revisar si quiere mantener las expectativas para alcanzar de nuevo el poder.