La preocupación de cualquier padre: paro juvenil

La alta tasa de abandono escolar marcada por la polarización del mercado de trabajo, donde unos jóvenes abandonan sus estudios con escasa cualificación y otros, altamente cualificados, están subempleados, produce una enorme desazón en cualquier unidad familiar y sobre todo en nuestros jóvenes en particular.

De esta forma, la principal preocupación para el 80,1% de los españoles es el paro. En la provincia de Ourense hemos tenido un reciente alivio con un descenso de 1.238 desempleados menos, quedándonos en 28.439 personas que no tienen trabajo, muchas familias aún en una tesitura económica y social más que complicada.

La necesidad de mejorar los niveles de autoempleo e iniciativa empresarial para conseguir una mejora de la empleabilidad debe ser el uno de los ejes en los que nos tenemos que centrar sin paliativos. Para ello, debemos desarrollar programas formativos dirigidos a la obtención de certificados de profesionalidad y programas formativos con compromiso de contratación de los jóvenes. También el fomento del emprendimiento y el autoempleo, canalizándolo en un portal único de empleo, acompañado de una vinculación formativa con incentivos a la contratación.

Los jóvenes son nuestro relevo, nuestro futuro, y los estamos obviando y abandonando a su suerte. Es preciso que los jóvenes recuperen la confianza en su futuro, en el sistema y en el contexto que les rodea. Y eso no se producirá sin reformas tanto del sistema educativo como del mercado de trabajo. Y por supuesto, recuperando la credibilidad perdida en instituciones que deberían ser referentes para cualquier ciudadano de este país.

La desmotivación para estudiar debe ser subsanada con alternativas en las que la motivación y la autoestima les haga ver una salida a su futuro como personas, porque su desencanto con la actual situación económico-social está provocando la frustración de una generación entera que no encuentra su sitio social y profesionalmente.

Que estamos fallando en muchas variables es más que evidente, cuando miles de jóvenes sobradamente formados y cualificados deben hacer la maleta y buscar oportunidades laborales en otros países con el riesgo de que muchos de ellos se instalen permanentemente en sus sitios de destino, por lo que la pérdida en capital humano formado se complementa con un desarraigo familiar y local que nadie en absoluto desea.

Pero que no predicamos con el ejemplo salta a la vista, en un país donde el fraude y la corrupción representan la segunda y tercera preocupación de los españoles después del paro. ¿Son esos los valores y principios que pretendemos inculcar en nuestra juventud? Rotundamente no, por lo que ya podemos empezar a enderezar el rumbo de esta nave y aquellos que solo son un lastre perjudicial y negativo para el país tienen dos alternativas: o apartarse o que los aparten.