La rebelión de los barones: hacia un liderazgo colaborativo

Durante la pandemia, Pedro Sánchez ha puesto en el punto de mira a los líderes territoriales, que han ganado notoriedad obligando a los partidos a buscar liderazgos colaborativos

Feijóo con Pablo Casado en una visita reciente del líder del PP en A Coruña | EP

La crisis del coronavirus ha puesto en jaque el actual liderazgo político. El Gobierno utilizó el término redundante de “cogobernanza” para recalcar la necesidad de articular mecanismos de cooperación entre las distintas Administraciones sean del color político que sean. Pedro Sánchez ha situado a los presidentes territoriales en el punto de mira tras delegar la gestión de la crisis sanitaria a las comunidades autónomas.

El auge de los llamados barones no es casual ni nuevo. El estado de las autonomías con 17 parlamentos obliga a los líderes autonómicos a dirigir sus propios tiempos, a llevar distinta agenda que la del líder de su partido e, incluso, a gobernar con distintos socios que los que puede tener el Ejecutivo central. De ahí que la cultura de partido se haya tenido que abrir y adaptar a estas circunstancias para buscar un liderazgo colaborativo que aúne a todas las personas para que formen parte de la solución.

Feijóo va por libre

Sin embargo, estamos viendo cómo, en muchas ocasiones, la autonomía de los presidentes territoriales está poniendo en peligro la unidad de partido. Es el caso de Alberto Núñez Feijóo y la vacuna obligatoria contra la Covid-19.

El presidente de la Xunta de Galicia impulsó una reforma de la Ley de Salud para que sea obligatorio vacunarse contra la Covid-19. Una norma por la que el Consejo de Ministros solicitó un informe al Consejo de Estado ante las dudas sobre la constitucionalidad de la ley.

Una propuesta que no ha defendido el Partido Popular desde Génova y en la que su líder, Pablo Casado, se ha puesto de perfil. Una medida que la mayoría de dirigentes populares descartan aplicar en sus territorios y que, de cara a los medios de comunicación, crea una imagen de división dentro del partido. Algunos, incluso, han llegado a cuestionar el liderazgo de Casado frente al de otros barones que arriesgan con sus propuestas como Núñez Feijóo o Isabel Díaz Ayuso.

La crisis de la Covid va a debilitar los liderazgos militares para pasar a los colaborativos, donde no se premian las grandes gestiones, sino la capacidad de negociar y llegar a acuerdos.

Ante ello, los líderes nacionales se están ocupando en plena crisis económica, política y social de taponar sus propias fugas haciendo partidos a su medida. Lo estamos viendo estos días en Unidas Podemos, también en el Partido Popular y desde hace años en el PSOE.

Las tres formaciones han tomado buena nota del declive de Ciudadanos, en especial los socialistas. El gran fallo de la factoría de Moncloa fue confiar en una líder, Inés Arrimadas, pensando que tenía atado el partido y fueron los propios diputados naranjas quienes se rebelaron ante la moción de censura contra el PP en Murcia.

Podemos: en transición y formando gobierno con los que su formación criticaba

Unidas Podemos está en plena transición. Su líder, Pablo Iglesias, ha decidido dejar atrás la cómoda Vicepresidencia Segunda del Gobierno para bajar a la calle a hacer campaña electoral por la capital. Su liderazgo se ha visto resentido al traicionar parte de los principios ideológicos con los que creó el partido.

Iglesias cayó en la trampa del poder, de formar parte de un Gobierno que comulga bajo el criterio de Bruselas y todo lo que su formación criticaba. Su punto de vista cambió y pretendió cambiar el partido sin contar con las bases. La tentación siempre es hacer un partido a la medida del líder.

Los ‘congresillos’ del PP son la excusa ideal para “renovar” viejos liderazgos que no comulgan con las actuales ideas. Las quejas de los presidentes territoriales se suceden estos días. La dirección nacional consensua con la provincial la fecha del Congreso y además un candidato, a ser posible de la cuerda del líder.

Viejas rencillas

Pero el pulso por excelencia es el que mantienen Pedro Sánchez y Susana Díaz. Su rival al frente de la mayor federación socialista, la andaluza, quiere renovar su liderazgo, mientras Sánchez busca otros candidatos más fieles. Ya ha cambiado a los delegados del Gobierno en Madrid, Andalucía y Galicia. Sánchez ya no sólo busca un partido a su medida, sino también un Gobierno de fieles.

Los líderes autonómicos emergen ante el sistema de ‘cogobernanza’ desarrollado por el Gobierno para gestionar la pandemia y el gran fallo de los principales líderes consiste en no ver más allá de la crisis que nos deja el coronavirus.

La ciudadanía busca sentirse identificada con organizaciones que nada tienen que ver con partidos rígidos que mantienen una sola voz. La generación nacida entre el 1993 y el 1997 ya puede votar. Unos jóvenes acostumbrados al exceso de información y donde los mensajes del Gobierno se contradicen con la ausencia de hechos.

Un futuro colaborativo

La crisis de la Covid va a debilitar los liderazgos militares para pasar a los colaborativos, donde no se premian las grandes gestiones, sino la capacidad de negociar y llegar a acuerdos.

Los líderes más valorados son aquellos que huyen del conflicto partidista y se abren, de verdad, a una mayor transparencia y a la construcción de políticas públicas en red con una nueva forma de gobernar.

La crítica constructiva de los barones ayuda a que los partidos sean organizaciones abiertas y no monolíticas que transmitan confianza a la ciudadanía y den ganas de participar y, sobre todo, de votar.

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