La sexta ola está encima mismo

De no ser por el muy elevado índice de vacunación, volveríamos a estar o bien confinados o a punto de sufrir las medidas más drásticas y más dañinas para la economía

Ya está aquí, avanza imparable, cobra velocidad, va tomando altura y amenaza con derrumbarse sobre nuestro ya muy castigado sistema sanitario. O sea sobre todos nosotros. La sexta ola no es ninguna broma. No se trata de un último o penúltimo coletazo de la pandemia antes de convertirse en otra gripe.

Al contrario, la variante Ómicron es extremadamente contagiosa, además de presentar mayor resistencia a las vacunas. De no ser así, el Reino Unido no estaría como está ni los Países Bajos confinados de nuevo. No son ni los menos preparados ni los únicos de sufrir con fuerza el embate de la nueva variante. Poca broma pues, nada de tomarse la sexta ola a la ligera.

Cualquier navegante de altura sabe que en todo temporal existen las llamadas olas rompedoras, que al cobrar tanta altura que la base no las sostiene se doblan por la cresta y se desploman sobre ellas mismas como si hubieran tocado tierra. Son las más peligrosas.

Pues de no ser por el muy elevado índice de vacunación de estos lares, de no ser por la disciplina de los españolitos y la ausencia de campañas absurdas contra las vacunas que en otros países ha capitaneado la extrema derecha, volveríamos a estar o bien confinados o a punto de tomar unos y sufrir el resto las medidas más drásticas y más dañinas para la economía de cuantas puedan frenar la expansión del virus.

Las noticias sobre esta variante son todavía recientes pero, a falta de tiempo y experiencia para corroborarlas, dos extremos parecen ciertos, y ambos son en extremo preocupantes. El primero, la gran capacidad de contagio que se traduce en una velocidad de propagación muy superior a las variantes anteriores.

Un dato basta para corroborarlo. En Londres los casos detectados han pasado entre el 12 y el 20 de este mes de diciembre de menos de ocho mil a casi veintitrés mil. Esta variante corre como la pólvora.

El segundo, que Ómicron presenta una mayor resistencia a las vacunas, de ahí que las autoridades sanitarias se apresuren a inyectar la tercera dosis, distinta a las anteriores, a fin de reforzar la resistencia en caso de infección.

Y ahora viene, dentro de la gravedad de la situación el lado menos malo de Ómicron, a saber que presenta unos índices de ingresos hospitalarios muy inferiores a las anteriores variantes. Será porque afecta mucho más a jóvenes o porque como tantos otros virus son menos mortíferos cuanto más fácilmente se propagan.

Pero ello no significa que el sistema sanitario no se vea de nuevo sometido a un estrés cuando aún no se ha recuperado de los anteriores picos. Todos los datos son aún muy primerizos. Puede que el pico más alto de contagios no se haya alcanzado todavía pero esté próximo. En cualquier caso y por el momento las cifras de muertes en nuestros hospitales son unas ocho veces inferiores a las de un año atrás. Pero ello no significa que cualquiera de nosotros o de nuestros allegaos no pueda ser uno de los miles de muertes por Ómicron que por desgracia va a cobrarse esta variante.

Así que, se dicten las medidas que se dicten en cada comunidad, responda mejor o peor el Gobierno central o los autonómicos, en manos de cada persona y de cada núcleo familiar está contribuir a la expansión o el freno de la sexta ola.

Vacunas. Precauciones. Cambios de plan, limitación del número de comensales en las fiestas navideñas a fin de no dar facilidades a la propagación del virus. No hay más, pero tampoco hay para menos. Ventilación aunque haya que abrigarse. La máxima distancia posible entre unos y otros. Mascarilla antes de empezar a comer, mascarilla en la sobremesa, mascarilla después de cada plato. En ello va la vida de muchos, la salud de muchísimos y la economía de todos.

Un hombre recibe la tercera dosis de refuerzo de la vacuna contra la Covid-19 en Salamanca. EFE/J.M.GARCIA

En fin, y para quienes todavía se resisten y afirman que los vacunados también contagian. Cierto, pero en conjunto no tanto como los no vacunados, ya que al resultar infectados el virus se multiplica a una velocidad muy inferior en su organismo, por lo que la carga que expelen es proporcionalmente inferior o muy inferior.

Y por si algún antivacuna es sensible a la siguiente aplastante estadística del Ministerio de Sanidad que tome nota: en las últimas ocho semanas, por cada vacunado hospitalizado hay casi diez no vacunados; por cada vacunado en la UCI hay más de veinte no vacunados; y por cada vacunado fallecido diez no vacunados muertos.

El riesgo es para todos. Es la suma de respuestas individuales, es decir la madurez de conjunto de la sociedad, la que a la postre, tras las fiestas, va a propiciar o bien que la sexta ola remita o bien que rompa sobre nuestras cabezas, nos caiga encima y acabe, no solamente con la vida de muchos sino con una recuperación económica que ya se tambaleaba antes de la irrupción de Ómicron.