La Transición española como «chorrada»

Los gobiernos de España no han sabido mantener en el tiempo el alto valor de su transición ni el 23-F como un momento de reafirmación de la monarquía

La memoria es débil. Las frases grandilocuentes de las películas americanas donde el protagonista/héroe acaba sentenciando que “las generaciones venideras no volverán a pasar por lo que nosotros hemos vivido” se inspiran en una irrealidad: que las sociedades recuerden su pasado.

No hay que irse lejos en la Historia de España. Un ensayo sobre principios del siglo XX puede ser una excelente fuente de información y de gran utilidad para un estudioso. Sin embargo, para un simple ciudadano no acostumbrado a zambullirse en un textazo profundo y contextualizado, las anécdotas son suficientes para recordar una época. Y ese es el error.

La desmemoria es una acción de alta responsabilidad que desmerece a los Estados que no se comprometen en el recuerdo más minucioso y equilibrado. Puede que lo hagan sin querer, pero rápidamente se convierte en una mala fórmula para acometer cosas nuevas.

A lo largo de los años 90 en España, la política comenzó a olvidar el esfuerzo de la Transición. Los homenajes en las plazas de la Constitución de todos los municipios del país, también las catalanas, durante los 6 de diciembre, donde todas las formaciones del arco parlamentario estaban presentes, fueron desapareciendo poco a poco.

Con ese olvido, se fue diluyendo la evidencia del esfuerzo empleado en la necesidad de diálogo y el ejemplo del entendimiento entre aquellos jóvenes partidos que llegaban a acuerdos.

Pablo Iglesias saluda al Rey Felipe VI durante el 40 aniversario del golpe de estado del 23-F. EFE
Pablo Iglesias saluda al Rey Felipe VI durante el 40 aniversario del golpe de estado del 23-F. EFE

Cuando la narrativa de la tensión entre la política y los militares fue desapareciendo también se esfumó la sensación de ingravidez con la que se fue consolidando la democracia española.

Y así, llegados al día del aniversario del recordado golpe de Estado del 23-F, todo han sido fabulaciones bien armadas por los que no les interesa la consolidación de la democracia española, y sitúan al Rey Juan Carlos como eje del golpe y en colaboración con el antiguo régimen franquista.

La realidad española no vive ya envuelta en ruido de sables. Es un sonido que afortunadamente se esfumó. Pero también desapareció el reconocimiento que como sociedad recibió por parte de una mayoría de observadores internacionales. Se llegó a hablar de “transición ejemplar”.

Llama la atención que ahora algunos analistas autóctonos consideren esta reflexión, por decirlo de forma coloquial, “una chorrada”. Una falacia. Una mentira.

Si hiciéramos una encuesta de perogrullo entre personas cercanas a nuestro entorno sobre sus recuerdos durante aquel día, jóvenes, maduros y abuelos lo describirán como una jornada de tensión y de temor a lo militar. Esa era la cuestión. Los militares.

El momento de mayor riqueza democrática de la historia de España

El Estado, con sus diferentes gobiernos, ha hecho un flaco favor a la democracia española olvidando el momento de su Historia de mayor riqueza democrática. Aquel fue un instante que ha facilitado que cualquier ideología acabe encontrándose en los diferentes arcos parlamentarios que conviven en la España de las autonomías. La ultraizquierda antisistema, el independentismo más radical o la extrema derecha más racista. Todos aquellos que quieren erosionar cada día la Constitución.

Pero esta idea fuerza de diversidad parece no tener el beneplácito de casi nadie. Acompañados de las redes sociales, que acaban por convertirse en tsunamis eliminadores de relatos, la auditoria de estrés que superó el Reino de España durante aquellos dos días con matrícula de honor quedó en agua de borrajas, o de cerrajas, como la RAE recomienda, de cuya infusión nada se obtiene.

Junto a todo ello, el independentismo ha situado al Rey como inspirador de aquel golpe de Estado. Ha sido sencillo. Los errores de la Casa Real sobre las cuestiones que afectan al patrimonio de Juan Carlos I lo han hecho más fácil. Pero la Historia es inflexible. A falta de que desclasifiquen todos los documentos que tengan que ver con aquel funesto día, el 23-F quedará en la Historia como la frustrada intención de volver para atrás.