La venganza de Sánchez

Será difícil que Pedro Sánchez encuentre el equilibrio entre la concesión del indulto a los condenados por sedición y la comprensión del electorado

Con los dictámenes contrarios de la Fiscalía y el Supremo y traicionando sus propias palabras ( los presos cumplirían íntegras las penas y él se encargaría personalmente de traer a Puigdemont ante la justicia) Pedro Sánchez procederá a los indultos. A menos que un torbellino imaginario en su partido lo frene. Alguien más que Felipe González , y los barones indignados. No parece que vaya a ocurrir.

El alto tribunal ha señalado, en su informe demoledor -cuya redacción ha resultado mucho más concreta que la de la “ensoñación” en la que se fundamentó las condenas – que quienes reclaman los beneficios contra los presos “pretenden que el gobierno corrija la sentencia”, cuando se trata de un proceso penal ya resuelto. Y Sánchez está en ello, consciente de que su decisión será contraria a derecho.

Antes de leerse el informe del Alto Tribunal, el presidente del Gobierno ya había decidido tirar por la calle de en medio. Planteando una afrenta a los tribunales.

Con un discurso que emula el lenguaje secesionista. Al equiparar justicia con venganza, da por hecho la anomalía democrática de que en nuestro país existen “presos políticos”. Y, de paso, ha insultado al mundo de la judicatura.

En plena crisis de credibilidad, el presidente del gobierno necesita salvarse y mantener su alianza, entre otros, con ERC. Desviado el foco de su fracaso electoral en Madrid y de la torpeza en el pulso con Marruecos, ha tenido que aparcar el futuro, donde tan a gusto se mueve con su ensoñación en 2050, para abordar el presente de la forma más abrupta y polémica posible. Exponiendo en el escaparate el precio de su legislatura.

A base de indultos a los condenados que no están arrepentidos y que han mostrado su voluntad de reincidir en su conspiración contra el Estado español. Se trata de una apuesta arriesgada. Porque será difícil que Sánchez encuentre el equilibrio entre la concesión del indulto y la comprensión por parte del electorado, más allá de nacionalistas catalanes y vascos.

Tres avisos importantes ha dejado el Supremo sobre la mesa de la Moncloa: que la amnistía no es posible en democracia (tal como reclaman los condenados) que el delito de sedición tiene penas homologables con otros países democráticos de nuestro entorno y que los indultos benefician a los socios que sostienen el Gobierno.

¿Un auto indulto? Los protagonistas del ‘procés’ que se presentan como “presos políticos” fueron condenados, entre otras cosas, por sedición. Y el delito de sedición es algo más que un delito de orden público. El tribunal que preside Marchena se ha mostrado implacable ante el intento de blanqueamiento del historial delictivo de los secesionistas condenados.

¿Existe mayor corrupción que el delito de malversación?

Pero el inquilino de la Moncloa parece decidido a presentar una afrenta a los tribunales. Sin importarle lo más mínimo el deterioro de la imagen del Estado democrático al fulminar la separación de poderes. Como tampoco le importa saltarse las normas de su propio partido cuyo código ético prohíbe a los cargos socialistas apoyar el indulto de cargos públicos condenados por delitos ligados a la corrupción ¿existe mayor corrupción que el delito de malversación?

Pero como ya lo definió El País, en 2016, Pedro Sánchez no es un dirigente cabal. “Es un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes de reconocer su enorme fracaso”. Bien es cierto que los autores de aquel editorial fueron purgados. Pero Sánchez sigue. Dispuesto a quemar sus últimos cartuchos. Es su venganza contra la pérdida de apoyos y de credibilidad.

Es probable que Sánchez, además de asegurarse el apoyo de ERC, quiera pasar a la historia como el presidente que apaciguó a los independentistas catalanes. Pero se equivoca. Si premia a quienes violentaron el orden constitucional intentando romper las bases de la convivencia (nada que ver con la libertad de expresión o con el voto en una urna) topará con la legalidad.

Porque le exigirán más y más: la amnistía y la autodeterminación. Su socio de Podemos ya se ha apuntado a la corriente que más arrastra. Exigiendo que las reclamaciones secesionistas sean abordadas en ‘la mesa del diálogo’.

Lejos de frenar la pulsión soberanista, Sánchez inflamará la insaciabilidad del independentismo. Le tienen cogida la medida. Y este presidente sin escrúpulos y tan debilitado, ha hecho suyo el relato de Junqueras y Puigdemont. El problema ya no es Pablo Iglesias. El problema es él.

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