La verdad no cotiza

Deberíamos hacer pasar el 2016 a la posteridad como el año en el que sacralizamos la mentira. Incluso se nos ha ocurrido un neologismo para convertirla en algo aceptable, la postverdad. El término evidencia en sí mismo el impacto decisivo que Internet tiene ya en nuestras vidas, la tergiversación convertida en una entrada.

Pongamos varios ejemplos de lo que periodísticamente se denomina la «más rabiosa actualidad»: en Estados Unidos gana las elecciones un candidato que, reiteradamente, utilizó la falsedad en forma de difamación para denigrar a su adversaria; al rector de una universidad pública (si, si, pública, pública) madrileña se le pilla en reiterados plagios y copias, como si de un vulgar mal alumno se tratase; aparecen varios casos de supuestos enfermos en trance de fenecer si no son atendidos con onerosos tratamientos costeados, eso sí, por aportaciones de incautos aunque bien intencionados donantes, que resultan ser un timo; las promesas reiteradamente incumplidas de carga mexicana para una década en el estratégico sector naval gallego; la banca, sacrosanto negocio basado en la honestidad y la confianza, al menos así era tiempo ha, deberá afrontar por instancia judicial cuantiosas devoluciones a clientes derivadas, una vez más, de prácticas indebidas y fraudulentas… Y todo ello tiene el mismo comienzo, haber mentido.

El bulo, la noticia retorcida, la información no contrastada, el titular engañoso, son ya moneda común en los medios de información, especialmente en la red. Tanto es así, que se ha puesto en marcha un proyecto denominado Pheme para identificar y verificar informaciones dudosas difundidas on line. Pheme se centrará en una de las «cuatro Vs» que como mayores desafíos presenta el Big Data en estos momentos: la veracidad (en conexión con los otros tres, volumen, velocidad y variedad).

El proyecto está respaldado por diversas instituciones europeas y cuenta con la ayuda financiera de fondos procedentes del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea para el desarrollo tecnológico.

Hemos tenido que llegar hasta aquí después de innumerables situaciones en las cuales la verdad, inicialmente, brilló por su ausencia. La tan recurrida expresión italiana se non è vero, é ben trovato (si no es verdad, está bien hallado) ejemplifica perfectamente el sentido que la mentira está asumiendo en nuestro presente. La estética (en su condición de mera apariencia) por encima de la ética, la imagen retocada como modo de superar la realidad, la oportunidad convertida en oportunismo, el photoshop como la máquina de producir un mediático algodón de azúcar. Comenzamos azucarando y, acostumbrándonos a lo dulce, acabamos pensando que todo es postre.

Esperemos que una anhelada pero también ampliamente cacareada posible reforma de la Constitución se convierta esta legislatura en el plato principal; pero cuidado porque hay quien, habitualmente, no toma postre y lo cambia por café, a poder ser, cubano.

Manuel Carneiro Caneda es consejero delegado de IFFE Business School