La verdad y sus secuaces  

La apatía y el cansancio en Occidente sobre el desenlace de la invasión a Ucrania son el resultado la manipulación para seguir legitimando la prolongación de la guerra

Suele decirse que la verdad es la primera víctima en una guerra. La invasión rusa de Ucrania nos ofrece la posibilidad de observar hasta qué punto la propaganda, la desinformación, la fabricación de bulos y relatos conspirativos perforan la verdad dejándola como un vacío.

La guerra en Ucrania ha acelerado la percepción en las personas de que nada es verdad, que todo son calculadas mentiras elaboradas para la defensa de intereses económicos. Para seguir legitimando la guerra justa se ha vuelto a apelar a verdades morales construyendo la imagen del mal, representado por la Rusia de Putin, y del bien, encarnado por Occidente y viceversa, mostrando desde Rusia a EEUU como el mal.

Los informes y memorándum de expertos pretenden, apoyándose en argumentos y datos, mostrar verdades de autoridad con el propósito de decidir lo que las personas deben pensar sobre el conflicto. La intención es predisponer a las personas para que se engañen voluntariamente y se sacrifiquen por el bien común.

Se confeccionan verdades creativas que exageran los hechos y los deforman hasta convertirlos en una falacia

Para ello, se confeccionan verdades creativas que exageran los hechos y los deforman hasta convertirlos en una falacia. Asistimos a una guerra en la que, si no vamos con cuidado, lo único que las personas tendrán claro es que, para que concluya, alguien debe ganar y alguien debe perder.  

Ahora que el populismo avanza de la mano de mentiras convertidas en verdades, de tanto repetirlas, se hace necesario no seguir desprestigiando la verdad en aras de ganar la guerra, ya que nadie parece decidido a ganar la paz. Hemos subjetivado hasta tal extremo la verdad que ya no es necesaria ni para tener razón.

De esta forma, la verdad personal se conecta a la verdad de las naciones en conflicto, propiciando una interpretación de los hechos a medida de los intereses que cada uno defiende. El relativismo ha llegado hasta tal punto que solo cuenta en qué bando militas y no qué causa defiendes. Si nos detenemos un momento para sopesar qué está ocurriendo en Ucrania, no podremos conseguir entrever, entre tantos datos y tanta información, cuál puede ser el desenlace.

Una vez más, la apatía y el cansancio que se detecta en las sociedades occidentales sobre el desenlace de la guerra son el resultado de que ni siquiera los hechos responden a lo que acontece, sino a la manipulación que se hace de ellos para, de esta forma, seguir legitimando la prolongación de la guerra.