La “violencia vicaria” no existe

La izquierda y el gobierno se han inventado un nuevo tipo de violencia para justificar sus políticas de género y reclamar "justicia feminista"

Resulta vergonzoso que algunos partidos traten de politizar la desgracia ajena con fines políticos. Y, sin embargo, eso es justo lo que sucede en España desde hace años con la maniquea utilización de la “violencia de género” por parte del feminismo patrio. El aberrante asesinato de las pequeñas Anna y Olivia a manos de su padre en Tenerife constituye el último ejemplo de este particular esperpento.

Tanto es así que el caso está siendo convenientemente empleado por la izquierda, en general, y el Gobierno, en particular, para inventarse un nuevo concepto de la nada, la llamada “violencia vicaria”, entendida como una variante específica de la “lacra machista” que padecen las españolas. El término en cuestión hace referencia a los padres que asesinan o secuestran a sus propios hijos para infligir el máximo daño posible a la madre.

Tras el descubrimiento de una de las niñas en el fondo del mar, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó que “la violencia vicaria es violencia machista” para justificar tanto la defensa del feminismo como de las “leyes específicas” de género que están vigentes en España, mientras que la ministra de Igualdad, Irene Montero, aprovechó para reclamar de nuevo una “justicia feminista”, que no es otra cosa que juzgar en función del sexo y no de los hechos acaecidos.

Prueba de ello es que pretenden indultar a Juana Rivas, condenada a dos años y seis meses de prisión, además de la pérdida de la patria potestad, por un delito de sustracción de menores.

La cuestión es que, pese a la intensa campaña orquestada a nivel político y mediático, España no es un país machista ni, mucho menos, inseguro para las mujeres, más bien todo lo contrario. España registra una de las tasas de homicidios de mujeres más bajas del mundo, con 0,5 por cada 100.000 mujeres y 0,3 en el ámbito de la pareja o la familia, según datos de la ONU. Si uno atendiera tan sólo a los mensajes que lanzan determinados políticos, parecería que España se sitúa a la cabeza de este funesto fenómeno, cuando la realidad es justo la opuesta.

Además, poco o nada tiene que ver el machismo con estos crímenes, tal y como certifican numerosos estudios. La teoría de la “violencia de género” reza que el hombre agrede y mata a la mujer por el mero hecho de ser mujer, cuando el factor clave no es el sexo, sino la relación sentimental. No es “violencia de género”, sino violencia de pareja. Se da con más frecuencia entre hombre y mujer porque la inmensa mayoría de parejas son heterosexuales, pero se produce de forma similar entre homosexuales.

Y la causa determinante, entre las muchas que existen, no es el machismo, entendido como el sentimiento de superioridad del hombre hacia la mujer, sino la incapacidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia o el deficiente manejo de la ira y la frustración, así como la existencia de trastornos de personalidad, depresión o dependencia.

Y ahora el feminismo pretende hacer lo propio con la “violencia vicaria”, dando a entender que tan sólo los padres matan a sus hijos para hacer daño a las madres. Para empezar, el delito en cuestión se llama filicidio y, curiosamente, la mayoría de estos casos son cometidos por mujeres.

De los 142 hijos menores asesinados a manos de sus progenitores desde 2013, 43 fueron protagonizados por padres, 79 por madres y 20 por ambos, arrojando así un porcentaje del 44% hombres y 55% mujeres, en línea con lo que sucede en otros países. Un detallado estudio internacional de filicidio por venganza concluye que «la probabilidad de que los perpetradores sean hombres o mujeres es aproximadamente la misma».

Estos datos, sin embargo, no interesan porque no encajan en el ideario feminista, cuya razón de ser pivota en torno a la existencia de una estructural opresora de carácter patriarcal y machista que permite explicar de forma sencilla y directa todos los males que aquejan a la mujer, desde la desigualdad salarial a la violencia.

Desdeñar la evidencia no ayudará a resolver el problema, pero contribuye de forma esencial a mantener la creciente influencia y recursos que maneja el movimiento feminista, de ahí su interés por acallar las voces críticas y discordantes con su discurso