Ladrilleros en apuros

La depresión inmobiliaria parece que llega a su fin. Según los expertos, la devaluación de los activos está tocando fondo. Pero una cosa es que los precios dejen de caer y otra muy distinta que la actividad retome una senda de alza sostenida.

Todavía queda mucha basura por sanear. Uno de los fiascos pendientes es el de Martinsa Fadesa, coloso de la construcción capitaneado por Fernando Martín. Estos últimos días se ha certificado su desplome definitivo. En términos absolutos, este descalabro bate el récord de cuantos desencadenó el pinchazo de la burbuja.

Arroja unas deudas de 7.000 millones, que casi triplican los 2.400 del activo. El máximo damnificado es Sareb, el llamado banco malo, con un devastador descubierto de 1.400 millones. En orden de magnitud le siguen Caixabank con 900, heredados de la absorción de entidades renqueantes, y Banco Popular con casi 600.

La empresa de marras nace cuando Fernando Martín, ex presidente del Real Madrid y dueño de la pujante firma madrileña Martinsa, adquiere la gallega Fadesa, propiedad de Manuel Jove. Paga por ella la enorme cantidad de 4.000 millones de euros. Por desgracia, el trasiego se formaliza en el otoño de 2006, justo en vísperas de que el ramo se pegue el mayor castañazo de todos los tiempos.

Veintiún meses después, Martinsa se precipita al pozo del concurso de acreedores. A la sazón anota, con desaforado optimismo, un activo y un pasivo de cuantía similar, algo superior a los 7.000 millones, pese a que el balance hace agua por todas sus costuras.

Luego, Fernando Martín demanda a Manuel Jove. Arguye ser víctima de una estafa en toda regla. Proclama que Jove le cedió a peso de oro unos bienes de valor escaso. Por ello le exige un resarcimiento de casi 1.600 millones. Tras varios años de pleitos, el mes pasado el Tribunal Supremo ha exonerado por fin a Jove.

Martín fiaba el rescate de su compañía al dineral que pretendía sacarle al magnate gallego. Frustrado ese intento, su suerte queda en manos de la banca, a la que propone una quita descomunal. Pero la banca ya está curada de espantos y se niega en redondo. Por tanto, la empresa va en derechura a la disolución.

Desde que compró Fadesa, Martinsa ha sufrido unos quebrantos astronómicos de más de 6.000 millones. Ello no ha impedido a Fernando Martín embolsarse en ese periodo unos sueldos de entre 1 y 2 millones de euros anuales. Todo un alarde de codicia y un escarnio a los modestos accionistas arruinados en la trampa de la sociedad.

Final de época

Entre tanto, otro gigante del totxo madrileño atraviesa problemas no menos flojos. Me refiero a Reyal Urbis, dirigida por Rafael Santamaría. A semejanza de Martinsa, en 2008 suspendió pagos con unos débitos también mucho mayores que los activos: 4.300 y 2.600 millones, respectivamente.

Hoy sigue sumida en un océano de pérdidas y el déficit total ha engordado hasta los 4.200 millones. En el órgano de gobierno de Reyal figura todavía el ex alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano. Hace un par de veranos presentó la renuncia otro consejero ilustre, Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, primo del rey emérito.

Un tercer titán de la meseta, Metrovacesa, se desenvuelve sin problemas de orden crediticio, pues la banca hubo de tomar el control de la empresa como consecuencia de los impagos de su anterior dueño Román Sanahuja. En este caso, las cuitas son de orden procesal. Tanto Sanahuja como su predecesor Joaquín Rivero están imputados por varios tejemanejes perpetrados cuando mandaban en la compañía.

También se investiga a Jesús García Ponga, ex consejero delegado, y a Pablo Usandizaga, ex secretario del consejo y ex socio del bufete de Genís Marfà y Ángel Blesa, quienes en tiempos pretéritos desempeñaron altos cargos en la delegación de Hacienda en Barcelona.

Por último, en Cataluña es de citar la promotora Habitat, liderada por Bruno Figueras. En 2007 se embarcó en la compra de los activos inmobiliarios de Ferrovial. Desde esa fecha infausta lleva perdidos 1.860 millones. Ahora trata, a la desesperada, de conseguir una quita draconiana de su deuda.

Los episodios transcritos muestran los estertores de un sector que todavía ha de acometer limpiezas drásticas. La mayoría de los ladrilleros protagonistas de la burbuja han quedado tirados en la cuneta. Los que se detallan más arriba están a punto de seguir el mismo destino.