Las cárceles los están esperando
Hace unos días conocíamos que la población reclusa en España había disminuido y que las cárceles españolas se estaban vaciando. Mi primer pensamiento es que les están haciendo sitio a los presuntos corruptos de los 1.661 casos abiertos que afectan a los diversos tipos penales de corrupción política y económica: prevaricación, cohecho, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias. La comunidad autónoma que más causas tramita es Andalucía (656), seguida de Comunidad Valenciana (280), Cataluña (215), Canarias (197), Madrid (181) y Galicia (110).
Vaya panorama. A esta conclusión llego después de comprobar un día sí y otro también el comportamiento de algunos que deberían actuar como ejemplo de la sociedad y como abanderados y gestores de los intereses generales de los ciudadanos, y lo único que abanderan es el presunto robo y desvío del dinero público a sus bolsillos a cuenta de nuestros impuestos. Un amigo me dice que soy demasiado duro, y yo digo que sí, que lo soy, pero ¿dura no es la realidad que estamos viviendo? ¿Qué creen que pensará ese ciudadano desempleado sin ingresos en su hogar, esa viuda que tiene que sustentar a hijos y nietos, o ese autónomo ahora pensionista de 590 euros, a los que les cuesta sudor y lágrimas llegar al día 30 de cada mes con sus ingresos y comprobar que al pago de sus recibos e impuestos –esos que paga a duras penas y con enormes sacrificios personales– se les da un uso desvirtuado (por ser suave) y con un retorno nulo para su calidad de vida?
Hoy quiero trasladar una sensación generalizada de malestar y repugnancia hacia la conducta y actuaciones de personas que jamás deberían haber ocupado ningún puesto público, ya que simplemente no han estado, ni están, a la altura de las circunstancias del momento, por lo que si les queda algo de dignidad deberían irse ya, y dejar paso a personas que realmente tengan la altura de miras necesaria para afrontar con rigor y seriedad la problemática actual en la búsqueda de las mejores alternativas y soluciones.
No necesitamos salvapatrias, ni iluminados. Únicamente necesitamos personas con las ideas claras, con vocación de servicio, comprometidas con su entorno, con espíritu constructivo y dialogante, así como con el carácter suficiente para decir no cuando haya que decirlo. Y a la vez con la suficiente fortaleza moral que te da el pensamiento limpio y noble acompañado de la fuerza de los argumentos y de creer realmente en las posibilidades de los planteamientos expuestos, para poder así desarrollar las actuaciones e iniciativas que sean necesarias y que contribuyan a provocar el desapalancamiento de nuestra sociedad en la búsqueda del bienestar y en la recuperación de nuestra calidad de vida.
Con lo único positivo que me quedo es que cuanto más imperan los egocentrismos y las vanidades que potencian las miserias humanas de individuos desacreditados en su totalidad ante la sociedad, más se refuerzan y fortalecen los principios, valores e ideales de miles y miles de ciudadanos más. Y precisamente con esto me quedo, por mucho daño que nos causen saldremos adelante. Que a nadie le quepa la más mínima duda.