Las niñas ya no querrán ser princesas, querrán ser ministras

La elección de un Gobierno donde las mujeres son mayoría y ocupan cargos de relevancia ayuda a cambiar la sociedad

Hace escasos días conocimos los nombres del nuevo Ejecutivo español. De los diecisiete ministerios, once tienen rostro de mujer, lo que sitúa a España como el país con mayor representación femenina en su máximo órgano de Gobierno

Desde mi punto de vista lo más relevante no es el número de ministras, sino que se les ha adjudicado las carteras de mayor relevancia, como es el caso de Economía, Hacienda, Política Territorial, Sanidad, Trabajo, Educación, Justicia, Defensa, Industria, Medio Ambiente y Vicepresidencia.  

Que haya más mujeres al mando constituye un enorme avance social

Que haya más mujeres al mando –obviamente, todas ellas altamente capacitadas y con experiencia acreditada–, no es una anécdota.

Constituye un enorme avance social porque rompe con la triste norma a la que estamos acostumbrados: la presencia meramente testimonial de mujeres en las esferas de poder.

El peso de las mujeres

Las mujeres representamos el 51% de la población, estamos masivamente incorporadas al mercado laboral y, a la vez, seguimos haciéndonos cargo de los cuidados familiares de manera primordial.

Somos un motor importante de nuestra economía y el factor clave que articula nuestra sociedad. Ya no se puede seguir construyendo una sociedad sin mujeres en los ámbitos de decisión, ya no es de recibo.

Precisamente porque esta situación ya no es admisible para un gran colectivo de mujeres –y por fortuna, también de hombres–, en los últimos meses ha tomado cuerpo una conciencia muy sólida sobre la necesidad de decir «basta» en una amplia capa de la población.

Se trata de hombres y mujeres, de ideología muy diversa, que clamamos por un cambio en la estructura de nuestra sociedad porque queremos que la mujer ocupe el espacio que le corresponde y que hasta ahora le ha sido vetado.

El gran reto es definir una nueva sociedad más justa, libre e igualitaria

Nuestra sociedad necesita valores nuevos, que dibujen patrones culturales diferentes, en los que las niñas sientan que las esferas de poder también les pertenecen. 

Estamos hablando de un cambio de paradigma que requiere cambiar los modelos de gobernanza y los esquemas mentales actuales. 

El gran reto es definir una nueva sociedad más justa, más libre y más igualitaria, en la que hombres y mujeres ejerzan un liderazgo compartido. 

Los líderes –tanto del ámbito público como del privado– que hagan suyo este objetivo son los que se conectarán mentalmente con amplias capas de la sociedad que sienten que, avanzando en esta dirección, todos saldremos beneficiados.