Las pequeñas miserias de las agencias de ‘rating’
Las agencias de rating han vuelto a hablar y una vez más se han convertido en protagonistas de la actualidad y en colaboradores necesarios del drama en el que viven permanentemente una serie de países, entre ellos España, a cuenta de la situación de sus desequilibrios fiscales o de las circunstancias que rodean a una parte de su sistema financiero.
Sin embargo, tras las calificaciones y outlooks de estas agencias, todo un conjunto de interrogantes se acumulan y cada vez más la sombra de la sospecha se cierne sobre su actividad que parece que es de todo menos inocente, dado el grado especulativo que planean sobre las economías de los países que sufren el rigor de sus evaluaciones y de sus previsiones. No ha pasado desapercibido para muchos analistas ciertas discrepancias y dañinos comportamientos en las últimas oleadas calificadoras de las populares Standard & Poor´s, Moody’s y Fitch.
El mezquino comportamiento de la tercera en discordia, Fitch, al aplicar una bajada masiva de la calificación de la deuda a largo plazo de 18 bancos españoles, un día después de haber recortado en dos escalones la de los dos mayores grupos –Santander y BBVA- como consecuencia de la rebaja a la que había sometido un día antes al Reino de España, molestaba especialmente al conjunto del sistema financiero español, por encima de planteamientos como el de S&P cuando afirmaba que “los préstamos de hasta 100.000 millones de euros que recibirá España para recapitalizar su sistema financiero no afectarán a la calificación del país”, eran antagónicos a los de la agencia Moody’s que rebajaba de golpe tres escalones la evaluación de la deuda española, pasando de ‘A3’ a ‘Baa3’, con perspectiva negativa, y la dejaba a un paso del bono basura,
El comportamiento de Fitch tuvo el efecto perverso que se buscaba: mantener durante tres días consecutivos la caída de los ratings de España y de sus entidades financieras en un lugar destacado en todos los boletines de las casas de análisis del mundo, acrecentado el daño que ya de por si supone una caída en las calificaciones.
Se da la circunstancia de que Fitch Group, Fitch Rating o Fitch Inc2 es una corporación financiera cuyas divisiones incluyen Fitch Solutions, una firma consultora que ofrece productos y servicios para la industria financiera, establecida en enero de 2008 y que según ciertos malintencionados comentarios aspiraba a ser una de las compañías independientes que evaluaran al sistema financiero español, cuyos resultados determinaran el monto de la ayuda que las entidades financieras españolas recibirán del Eurogrupo.
Pero no es solamente este posiblemente falso rumor el que comienza a afectar al prestigio de este tipo de sociedades de calificación de cuyos análisis depende la estabilidad financiera de medio planeta, sino que son cada vez más numerosas las voces que apuntan a estas agencia como colaboradoras necesarias de operaciones especulativas patroneadas por hedge funds y que tienen como objetivo final el hundimiento financiero de un país en situación delicada o de una moneda como el euro, ya que de ello depende unos inconcebibles volúmenes de beneficios para muchas sociedades.
Según investigaciones realizadas por los servicios de inteligencia de algunos países, entre ellos España, resulta innegable que los ataques especulativos que se producen contra países del Eurogrupo encuentran colaboración o apoyo “en” medios de comunicación y “en” agencias de rating, ya que de lo contrario resultaría de todo imposible que tuvieran éxito este tipo de estrategias que suponen importantes inversiones para mantener posiciones a corto de cuyo éxito depende la rentabilidad de las mismas.
A finales de la pasada semana se anunciaba que los resultados de las auditorías de Roland Berger y Oliver Wyman se conocerían tres días antes de la fecha prevista, con el fin de que el presidente de España pudiera tener la información para la cumbre del G-20, lo que no ha gustado a los analistas ya que la filtración parcial de datos, más que ayudar al proceso, añade incertidumbre dadas las razonables dudas de falta de rigor por el escaso tiempo con que se ha contado. En cualquier caso, las cifras manejadas estarían dentro de las estimaciones del consenso (40.000-80.000 millones de euros) y por debajo del límite máximo asegurado por el Eurogrupo (100.000 millones).
**Carlos Díaz Güell es editor de ‘Tendencias del Dinero’, publicación ‘on line’ económico-financiera de circulación restringida.