Las tribulaciones del marqués de Villar Mir
Sin necesidad de recurrir al ingenio de la reina de Inglaterra, habrá que convenir que 2015 será recordado por el presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir, como un año en el que su empresa se vio involucrada en un oscuro incidente de espionaje por parte de su filial mexicana de OHL, con graves repercusiones financieras para el Grupo de Villar Mir y como el año en el que tuvo que visitar, como imputado, el juzgado de un famoso magistrado mallorquín para desmentir la grave acusación de haber amañado, con el expresidente del Gobierno balear y hoy recluso, Jaume Matas, el concurso para la construcción del hospital Son Espases de Palma a cambio de un soborno, licitación que, además, su empresa perdió.
Al empresario de 84 años, número uno de su promoción de la Escuela de Caminos de Madrid y que, en su momento, fuera vicepresidente para Asuntos Económicos y ministro de Hacienda durante la presidencia de Arias Navarro y candidato a presidir el Real Madrid (su gran fracaso), le han amargado la vida, aunque son muchos los que, conociendo su carrera y su forma de ser, convienen en señalar que todo ello es el resultado de actuar peligrosamente, no en vano el título de marqués no se lo conceden a cualquiera.
Villar Mir forma parte de esa estirpe de empresarios que inician su carrera dedicándose a la función pública (Florentino Pérez, presidente de ACS, es otro de los que forman parte de este club), desde donde se catapultó al mundo de la empresa privada, tras varias peripecias profesionales –en este caso Altos Hornos de Vizcaya-, para convertirse, finalmente, en dueño de una de las constructoras más potentes de España, sin que ello parezca ser suficiente motivo para que se cree un marquesado de nuevo cuño en reconocimiento a «su destacada y dilatada trayectoria al servicio de España y de la Corona». Todo un ejemplo de puerta giratoria.
Juan Miguel Villar Mir lleva fama de haber creado tardíamente un imperio empresarial a partir de sociedades en delicada situación financiera, ligadas a diferentes sectores, aunque con especial predilección por el de la construcción y de la obra pública y la afirmación la respalda el hecho de que comprara en 1987 y por una peseta la empresa Obrascón, propiedad en un 70% de Altos Hornos de Vizcaya de donde él había sido presidente. Aquella compra se convertiría en el origen de Obrascón-Huarte-Lain (OHL)
El affaire mexicano, en proceso judicial, ha causado a OHL un roto económico muy considerable, lo que ha obligado a Villar Mir a taponarlo a base de inyectar dólares en cantidades importantes y cuyo proceso ha culminado con una ampliación de capital en OHL por valor de mil millones de euros, con objeto de captar fondos para reducir deuda y frenar la sangría en bolsa del último año. La constructora ha perdido dos tercios de su valor, en este periodo, arrastrada por las dudas sobre su volumen de endeudamiento y el presunto caso de corrupción mexicano, principal mercado de la empresa.
Así las cosas, el empresario que obtuviera dos cátedras universitarias, una en la Escuela de Ingenieros de Caminos y otra en la de Ingeniería de Obras Públicas, ambas en Madrid, se ha visto obligado a participar en la ampliación de capital con el objetivo de mantener, al menos, el 50,01% del mismo y no perder su control. No le ha quedado más remedio al empresario que hacer caja y sacrificar un 2,36% de su participación en el grupo de concesiones Abertis por 330 millones de euros y vender el 10% de la inmobiliaria Colonial por algo más de 100 millones con lo que, sumando ambas cantidades, cubriría la mitad de la ampliación de la constructora y conservaría así el control del grupo.
Pese a las ventas, Villar Mir seguirá manteniendo una posición de control sobre Abertis al disponer de una participación del 16,5% conseguida tras «colocar» al grupo de la Caixa los activos que OHL tenía en Brasil y Chile y con ello dedicarse a sanear el grupo y tomarse en serio su sucesión al frente de sus múltiples empresas.