Levantar la mirada o mirar el abismo
Llueve.
Llueve sobre la ciudad de Barcelona cuando empiezo a escribir este artículo. Intensamente. Con rabia. Metáfora del inicio de una campaña electoral que cubre el presente continuo de la política catalana con oscuros nubarrones de incertidumbre política. Una tormenta cuyas consecuencias van más allá de los límites de nuestra comunidad para afectar directamente al futuro del conjunto de los ciudadanos de España.
Llueve y empieza una campaña electoral decisiva. Una campaña que es la antesala de las elecciones autonómicas del 27S. Unos comicios que el separatismo propone e interpretará como un referéndum sobre la separación de Cataluña del resto de España en el caso de alcanzar, las candidaturas separatistas, la mayoría absoluta de los escaños al Parlamento de Cataluña.
Obviamente, no caeré en la trampa semántica separatista de definir estas elecciones como «plebiscitarias». Solo hay que saber leer y dirigirse humildemente a los describen los términos políticos para saber que, como decía Maurice Duverger, un plebiscito es una anomalía en las democracias liberales que solo es utilizado por los regímenes no democráticos para legitimar a la persona que ostenta el poder.
Y, aunque en el caso de no obtener sus objetivos, bien podrían resultar el fin político de un iluminado con ínfulas mesiánicas que ha decidido dinamitar los fundamentos de las democracias parlamentarias, lanzando un órdago político que propone violentar las leyes y la convivencia, rompiendo los espacios de encuentro del juego político reduciéndolos a un peligroso juego de suma cero, ese no es el escenario principal que nos ocupa y preocupa.
Porque desgraciadamente estas elecciones parten de una anomalía democrática, donde quién las convoca no lo hace para escoger entre una oferta plural de programas y candidatos, sino para poder otorgar la adhesión, mediante un falso mandato democrático, a una propuesta de golpe de estado en diferido con un candidato camuflado en una marca blanca que ni ha tenido la honradez y valentía de encabezar. Ese preocupante escenario, que transita obscenamente de la elección a la adhesión, se ha convertido en el tablero de un juego al que los demócratas no hubiéramos querido tener que disputar jamás, pero que no podemos ignorar por pura responsabilidad.
El 27S no será el plebiscito sobre un falso mesías, sino una encrucijada de escenarios políticos del que se derivarán consecuencias sociales, económicas, familiares y personales de perfectamente calculables consecuencias.
Por ello, hay que dar respuesta a este reto, y entender que este crucial momento también es una oportunidad. Una oportunidad de transformar y cambiar más de treinta y cinco años de viciada política catalana y desenredarla de la maraña de mentiras convertidas en axiomas irrefutables tejidas por el separatismo. Porque aunque estas elecciones no sean un plebiscito, ni un referéndum, son un momento en el que decidiremos nuestro futuro participando de una diferente dicotomía: mirar al abismo y ser atraídos por él, o levantar la mirada.
Para ello la movilización es un imperativo para todos aquellos que frente al Junts Pel Si dicen no. Que dicen no a los que proponen como único programa de futuro levantar fronteras en España. Que dicen no a los que dividen a los catalanes en función de su adhesión al Régimen. Que dicen no al pensamiento único. Que dicen no a aquellos que colonizan el espacio público pensando que solo a ellos les pertenece. Que dicen no a las amenazas, las intimidaciones y el acoso al discrepante. Que dicen no al miedo y a la resignación.
Porque este es el momento del Si. Es el momento de implicarse en la política catalana como hacen los demócratas: votando. Con un objetivo, empoderarse de una vez por todas de las instituciones catalanas para devolverlas a todos los ciudadanos catalanes y ponerlas al servicio de proyectos que busquen solucionar problemas y no crearlos.
Ahora es la hora. Es la hora de los que dicen Si. Es la hora de aquellos que desean cambiar el estado de las cosas sin renunciar a lo que fuimos, a lo que somos y a lo que anhelamos ser. Es la hora de los que dicen Si a Cataluña, Si a España y Si a Europa.
Cuando se publique este artículo, se estará pegando el simbólico del primer cartel y estaremos metidos de lleno en campaña. Quedan quince días intensos, cuyo corolario está en nuestras manos que sea el inicio de un nuevo comienzo.
La lluvia ha cesado. Como sutil metáfora.
Hay esperanza.