Liberalismo económico, el siguiente paso

Que debemos separar el grano de la paja y quedarnos únicamente con lo primero debe estar nítido en cada una de las decisiones que tomemos en una situación. También se debe aplicar en el contexto actual, no ya de recesión económica, sino de depresión.

Llamemos a las cosas por su nombre. Bajada de impuestos, políticas de crecimiento, adelgazamiento y profunda reforma de las administraciones son las vías que se deben abordar y que, particularmente, defiendo. De esta forma, en el periodo 2015-2016 se comenzarán a ver los primeros indicios de recuperación. Cualquier otra valoración es crear falsas expectativas a una ciudadanía que ya no tolera más comportamientos ambiguos.

Bajadas de impuestos (IVA e IRPF) y reducción de la carga fiscal a pymes y familias son necesarias, porque sin ello no se reactivará el consumo ni se creará empleo. Políticas de crecimiento para acompañar e impulsar a autónomos y pymes en su día a día, apoyando (por el ICO, que para eso está) la internacionalización empresarial y a nuevos emprendedores.

Reducción de las cotizaciones de la Seguridad Social, porque simplemente son inasumibles
por la inmensa mayoría de las actividades económicas de este país. Constituyen un verdadero lastre a la hora de crear nuevos empleos, ya que actúa más como un efecto disuasorio que como estímulo a la contratación. Y, por supuesto, radical, contundente, profunda, sólida e inaplazable reducción de las administraciones. Empresas públicas y chiringuitos varios que corren a cuenta de nuestros impuestos. Además, que la financiación reaparezca nuevamente y que no sea absorbida en su totalidad por las administraciones que ya acumulan una deuda pública que no cesa en su crecimiento.

Estas son las líneas generales, acompañadas de reformas con recorrido, con retorno y que no nos queden descafeinadas en sus trámites parlamentarios, aprobándose al final unas meras líneas de actuación que sólo son unas frases en el Boletín Oficial del Estado (BOE) que recogen el espíritu de las reformas iniciales pero que quedan sin la forma ni el contenido necesario para que puedan tener un efecto dinamizador a corto plazo.

El problema no es España, ni los ciudadanos, el problema es que algunos han hecho de los partidos políticos su forma de vida y su empresa particular. Por eso defiendo una profunda regeneración democrática que acabe de una vez con unas actitudes y comportamientos que, lejos de sacarnos del pozo, solo contribuyen a que permanezcamos en él.

Este razonamiento es el que me lleva a solicitar al Gobierno coraje. Coraje y contundencia en las reformas, que piensen en clave ciudadano y no en clave partido y que de una vez por todas expulsen del sistema a los parásitos e inútiles que viven a cuenta de nuestros impuestos, algunos de los cuales pululan en puestos de asesores en los que no dan palo al agua, o en organismos y empresas públicas que carecen de actividad o ésta es irrisoria. Estamos ante un cambio de modelo que está ya rompiendo muchos tópicos y barreras. No le pongamos más trabas al futuro. Ya veremos.