Los 1.300 que tienen dinero negro en Suiza

Este país necesita conocer la identidad de los presuntos 1.300 individuos que han evadido sus capitales a cuentas bancarias en Suiza, aunque algo me dice que cuando conozcamos sus nombre seguramente no nos llevemos grandes sorpresas. Sí tendremos la constancia de unos hechos con los que el fiscal general del Estado no debería perder ni una sola décima de segundo en actuar en consecuencia. Según nos va transcendiendo, en dichas cuentas habría más de 100.000 millones de euros presuntamente evadidos, y por supuesto, evadiendo los impuestos correspondientes, por lo que queda claro que los grandes defraudadores en este país siguen siendo los mismos y utilizando los mismos paraísos fiscales: Suiza, Andorra, Luxemburgo y Gibraltar, al margen de cualquier amnistía fiscal. Mucha debe ser su seguridad para actuar con tal impunidad.

Han sido muchos y gravísimos los errores cometidos en los últimos años en nuestro país. Errores en el fondo y las formas en casi todo lo económico en materia de supervisión, gestión o control. Jamás en el Banco de España ha estado tan en entredicho su labor de inspección. La realidad es que casi nada ha funcionado bien en los últimos 10 años, en los que los órganos de control han practicado un tremendo ejercicio de desidia e incompetencia como pocas veces se ha visto en nuestra historia, y que deberían sacarle los colores a varios de los máximos responsables de los ministerios pertinentes en la materia en los últimos años, ya que su nefasta y delictiva actuación ha llevado a las administraciones a una quiebra técnica mal maquillada. Pero a día de hoy, los ciudadanos comprobamos que aun a estas alturas, ninguno de ellos ha desfilado por los pasillos de ningún juzgado. Que ni se les espera y, lo que es peor, ni se les reclama. ¿Es esta la igualdad de trato que puede esperar cualquier ciudadano, autónomo y pyme en general al cometer un presunto delito fiscal o tributario? Pienso que no, ¿verdad?

Somos muchos los ciudadanos que creemos que no existe realmente una conciencia de Estado y estadistas de talla dispuestos a afrontar enérgicamente todas las reformas que este país necesita para poder darle un vuelco a la situación actual, adoptando para ello decisiones tan difíciles como imprescindibles; como acabar de una vez con los privilegios de aquellos que, ocupando posiciones ventajosas en partidos, sindicatos, banca y estamentos varios de la sociedad, la manipulan y violan reiteradamente ante la mirada perdida y cobarde de los demás.

¿Dónde quedan aquellos políticos de raza de la transición cuyo esfuerzo, desde cualquier formación política, iba únicamente dirigido a solucionar el día a día de los ciudadanos sin pensar en absoluto cuáles serían sus retribuciones económicas por ello, simplemente porque ni las había ni las esperaban? Aquel espíritu de sacrificio, altura de miras y saber estar se encuentra casi desaparecido del panorama político actual. Falta ese estadista, ese hombre o mujer de estado, que tenga la claridad de ideas y el carácter suficiente, así como una férrea determinación de luchar por su entorno, por sus ideales y sus valores. Pero nosotros también debemos contribuir, y ahí esta el problema.