Los fáciles deberes de Sánchez

Para Sánchez será difícil desenredar el lío en el que se ha metido alimentando los rumores de posibles cambios entre sus ministros

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude la intervención de la portavoz socialista, Adriana Lastra, durante el pleno del Congreso con el que los Presupuestos de 2021 concluyen su trámite en la Cámara Baja / EFE

Presupuestos para el 2022. Congreso del PSOE. Remodelación del Gobierno. He aquí los tres deberes del cuaderno de bitácora de Pedro Sánchez. A cumplimentar cuando se abra el próximo curso en el patio de la política.

Los dos primeros son pan comido. En cambio lo de la remodelación de su gabinete tiene más enjundia. En principio, se trata de una asignatura voluntaria a la que los presidentes se matriculan bajo dos circunstancias. O bien la fuerza del temporal obliga a cambios en la tripulación, o bien a pesar de la mansedumbre, siempre relativa, de las aguas, el capitán decide que le va a ir mejor con nuevos nombramientos.

Hay un tercer motivo, que suele darse en el caso de las coaliciones: de pronto los habituales tiras y aflojas de los socios amenazan con ruptura de amarra. En estos casos, si ninguno de los dos se atreve a solicitar el veredicto de las urnas o ambos tienen miedo al castigo del electorado por haberse peleado, que todo es uno y lo mismo, pues entonces el cambio de nombres es preceptivo para certificar la renovación de los acuerdos.

Mientras el camarada Pablo Iglesias era el interlocutor del nada camarada presidente, no pocos deseaban, mientras algunos temían, que la sociedad en comandita acabara mal, pero las cosas se arreglaron cuando el díscolo Iglesias saltó por la borda en dos etapas. Del Gobierno a las urnas. De las urnas al agua patos.

El caso de Sánchez es el segundo. Después de surfear sin daños la tremenda ola de los indulto, nadie aprieta, nada le embarga, por lo que podría seguir con el mismo equipo a pesar de las tensiones internas entre sus personas de confianza.

Una palabra sobre estas tensiones, que muchos pueden tomar como síntoma de zozobra y anuncio de vía de agua o incluso de hundimiento. En general se trata de una percepción equivocada, ya que es el de arriba quien suele alimentarlas cuando no las provoca a fin de que, mientras pelean entre ellos babeando a la espera de que el jefe les de razón, se abstengan de conspirar contra él.

No sólo esta explicación es fruto de la experiencia, corroborada por no pocas confidencias de ex políticos de máximo nivel, sino que viene anunciada en cualquier manual para políticos, verbigracia el breviario del cardenal Mazarino, de obligada lectura y relectura.

Forma parte asimismo de las instrucciones para ocupantes y del bagaje de comentaristas del almirantazgo que los relevos se produzcan por sorpresa, cuando nadie lo espera, cuando nadie anda por los pasillos apretando el culo y con temblequeo de piernas.

Por lo que, si se llega a tal situación entre la oficialidad, como es palmario que sucede en estas semanas, solamente hay dos maneras de resolverlo. La primera, reiterar la confianza en las personas a cargo del navío gubernamental, mejor en público y en bloque, pero también puede ser en privado, a los que mas temen la destitución. Uno por uno y en estricta confidencia.

Mentir está mal visto en cualquier circunstancia, pero en política las mentiras se enmascaran con la excusa del cambio de circunstancias. Así que un presidente puede declarar que jamás habrá referéndum de autodeterminación o que no piensa en cambiar ministros sin miedo a que la nariz se le alargue más de la cuenta. Mal de todos, consuelo de muchos.

La segunda, cortar por lo sano y remodelar a toda prisa, antes de que el miedo cunda en el ánimo de todos los capitanes de fragata o de corbeta y se haga imposible navegar en condiciones, con la estela de la pérdida de imagen y carisma del gran timonel.

Pero por otra parte, anunciar los cambios cuando todo son rumores y la prensa hinca el diente en las apuestas alimentando así el circulo infernal de la incertidumbre, proceder a nuevos nombramientos puede parecer no una acción o decisión propia, sino el resultado de la presión externa.

En política las mentiras se enmascaran con la excusa del cambio de circunstancias

El error, en conclusión, es del propio presidente. Una vez alimentado el lío, no hay manera fácil de desenredar la madeja. Veremos cómo resuelve Sánchez la carpeta que él mismo ha abierto o permitido que otros abrieran por él.

En cuanto a los otros dos deberes, lo que puede adelantarse está ya casi descontado y es para aburrir a los amantes del suspense. Plácido congreso de un partido que se resigna a gobernar a lo Frankenstein y a sustituir los grandes acuerdos por la confrontación permanente con la derecha. O eso con Sánchez o perder el poder.

En fin, los presupuestos se dan ya por aprobados, a la espera de la magnitud de las concesiones a la voracidad de quienes contribuirán a sumar la mayoría imprescindible. Triste foco que sustituirá al que de veras importa, que es la capacidad de sacar al país adelante y aprovechar esta ocasión única para dar un salto hacia la competitividad global y el bienestar propio. Pero este deber ni se lo plantea ni se lo imponen.