Los niveles de confianza en Rajoy se aproximan a los de Zapatero
Los últimos sondeos demoscópicos realizados, bien por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), bien por otras empresas, ponen de manifiesto una pérdida de apoyo ciudadano del Partido Popular que en ningún caso revierte en el PSOE que se mantiene poco más o menos que impertérrito. En su último barómetro de abril, el CIS ponía de manifiesto que el 71,6 por ciento de los encuestados decía tener poca o ninguna confianza en el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, porcentaje que alcanza el 78,8 por ciento cuando se trata de expresar la confianza en el líder de la oposición, Pérez Rubalcaba.
Por raras prácticas, para las que solo los estadísticos tienen respuesta, no es posible medir la evolución de la confianza que los españoles tienen en su presidente del gobierno y en el líder de la oposición, ya que los barómetros mensuales del CIS son erráticos donde los haya y cada mes parecen ocuparse de cuestiones distintas, y solo este último de abril, bajo el extraño título de “Distribuciones marginales”, se ocupa de estudiar el grado de confianza de los españoles en las dos grandes protagonistas de la política española.
A falta de otras equivalencias dentro de los seis primeros meses de gobierno popular, el presidente Rajoy se sitúa en posiciones algo mejor que las de su antecesor en el cargo a finales de 2009, cuando el mismo CIS señalaba que tres de cada cuatro ciudadanos tenían poca o ninguna confianza en el entonces presidente, en Rodríguez Zapatero; exactamente un 72,3 por ciento.
Los resultados del CIS reflejan en porcentajes y con bastante exactitud lo que se detecta en los diferentes círculos económicos nacionales e internacionales: una extraordinaria pérdida de confianza en el presidente del gobierno y en el país y todo ello se proyecta de forma abrumadora en la torturada singladura de la economía española por los mercados. A raíz de hacerse público el apoyo del Eurogrupo a la banca española, a través del FROB, la desconfianza ha alcanzado cotas preocupantes y puede que se ha acrecentado tras la semana loca de Rajoy con la reunión del G20 en la localidad mexicana de Los Cabos, la cumbre Río 20 y el encuentro a cuatro de Roma del viernes.
Desde siempre, la confianza ha sido uno de los pilares sobre los que se ha asentado la economía y esta crisis económica –-dura y desagradable como pocas–, ha tenido la función de hacer explícita tanto su carencia como su responsabilidad en el deterioro económico de nuestro país. La confianza, se ha convertido con esta crisis, con más fuerza si cabe que nunca, en un ingrediente imprescindible de la economía y sin la cual, no es posible el funcionamiento de las fuerzas que concurren en ella.
En los tiempos que corren, la confianza se ha convertido en un activo básico y especialmente valorado por los mercados; en un concepto duro de los que constituyen el presupuesto básico del funcionamiento de los mercados y del conjunto de las economías y que cuesta poco perder y mucho recuperar.
Hoy no resulta arriesgado afirmar que el alto grado de confianza que llegó a concitar Rajoy, tras los comicios de noviembre, se está diluyendo aceleradamente y ello es algo que puede detectarse en los foros tanto nacionales o internaciones o en los despachos de los organismos y entidades económicos de la Unión Europea y de otros centros de poder económico y financiero.
Por encima de debates semánticos o terminológicos como el se suscitó a raíz de la ayuda del eurogrupo a la banca española, las intervenciones públicas de Rajoy y de algunos de los miembros de su gabinete, así como algunas cifras macroeconómicas conocidas, no han sido capaces de proyectar transparencia ni confianza, sino todo lo contrario y en los encuentros internacionales a los que ha asistido ha dejado abiertos demasiados interrogantes sobre su solidez conceptual y su forma de entender la política internacional.
Cuando más de medio mundo tiene concentrada su preocupada mirada sobre los problemas de España, existe un cierto consenso en la falta de un discurso coherente con la realidad por parte de Rajoy y una tendencia natural del presidente a la digresión que no busca sino enmascarar una realidad de sobra conocida por todos. Esa falta de realismo, molesta y mucho en Europa y el permanente intento de distraer la atención por parte de Rajoy, minimizando la situación, hablando de línea de crédito en vez de rescate, jugando dialécticamente sobre el origen de las presiones o ignorando las recomendaciones del FMI, por no mencionar la falta de transparencia en asuntos como Bankia o la cancelación del debate sobre el Estado de la Nación, no ayudan a resolver una situación que a quien más interesa resolver es a España.
Frente a este criticado posicionamiento difuso por parte de Rajoy, más de un observador se ha visto sorprendido por la movilización televisiva en torno a la presencia del presidente en Los Cabos, durante cuyas sesiones de trabajo al menos dos cámaras de TVE estuvieron atentas a todos sus movimientos en una política de culto al yo desconocida en un político como Rajoy del que se esperaba “otra cosa” y que sorprendió a más de un enviado espacial a la cumbre. Pero con ser preocupantes las reacciones de observadores y políticos internacionales y asumibles las muy duras y posiblemente desproporcionadas críticas que empieza a cosechar el presidente en ese magma que configura la oposición, formado por partidos, sindicatos y medios de comunicación, sorprende la aparición de las primeras y crueles críticas en el seno del Partido Popular y en ámbitos financieros y empresariales españoles que cada vez valoran más negativamente, y en público, las actitudes de Rajoy en este ámbito que es considerado estratégico dentro de la política del gobierno.
Post-it
‘Confianza’ es la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de otro individuo. Para la psicología social y la sociología, la confianza es una hipótesis que se realiza sobre la conducta futura del prójimo. Se trata de una creencia que estima que una persona será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determina situación. La confianza supone una suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás. Cuando alguien confía en el otro, cree que puede predecir sus acciones y comportamientos. La confianza, por lo tanto, simplifica las relaciones sociales.
‘Credibilidad’ hace referencia a la capacidad de ser creído. No está vinculado a la veracidad del mensaje, sino a los componentes objetivos y subjetivos que hacen que otras personas crean (o no) en dichos contenidos. Para tener credibilidad, la persona o la información deben generar confianza. La credibilidad suele estar estrechamente relacionada con la verdad. La persona que ha demostrado que transmite la verdad, gana credibilidad; en cambio, quien es sorprendido con mentiras, difícilmente logra construir credibilidad.
En algunas profesiones y oficios, la credibilidad es un valor imprescindible. Los políticos y los periodistas deben resultar creíbles, de lo contrario sus trabajos pierden importancia.
**Carlos Díaz Güell es editor de ‘Tendencias del Dinero’, publicación ‘on line’ económico-financiera de circulación restringida.