Los viejos jinetes vuelven a dar señales
El sector exterior da serios avisos de que continuará impulsando el crecimiento en cuanto la demanda se vaya recuperando.
La mala distribución de la recaudación fiscal condiciona la posibilidad de poder pagar la deuda, no es equitativa y bloquea la necesaria discusión sobre cómo se dotan de recursos las Comunidades Autónomas. La falta de explicaciones coherentes y serias de los fenómenos económicos y sus consecuencias en los ciudadanos es un jinete histórico que provoca no sólo desafección, también irritación.
El no querer reconocer las cosas como son nos lleva a un círculo de argumentos que no se sostienen que, a la postre, desincentivan a la sociedad a la hora de asumir responsabilidades.
Este jinete se aplica, en este caso, al rescate de la banca.
Empiezo por el principio, un clásico en el devenir de la economía española. El sector exterior vuelve, como era de esperar, a mostrar su debilidad histórica. Hasta mayo de 2013, el déficit comercial acumulado fue de 5.717 millones de euros. En el mismo periodo de 2014, ha alcanzado los 10.400 millones, un 82% más. Las exportaciones caen desde marzo si se comparan con el año anterior. Es cierto que la balanza comercial llegó a acumular en 2007 (antes de la crisis) unos 100.000 millones de desfase. En 2013, no llegó a 15.000 millones. Con la balanza de servicios alcanzó a un superávit del 1, 5% del PIB.
Éxito mundial clamoroso, dijeron.
España consiguió cambiar el modelo de desarrollo. Falso. Cuando la demanda interna empieza a despuntar nos olvidamos de exportar al mismo tiempo que importamos cada vez más. Como ha ocurrido siempre desde que España (aproximadamente el 1% del comercio mundial) participa activamente en los intercambios en todo el planeta.
También contribuye a esta caída de la exportación el parón de las economías emergentes, en especial las latinoamericanas, y a la bajada de las previsiones de crecimiento mundial hasta el 3,4% para este año, como ha dicho el FMI. A todo ello se le suma la conocida poca vitalidad de las principales economías europeas.
Sin embargo, en medio de esta decepcionante evolución mundial, el FMI destaca la favorable evolución experimentada recientemente por Reino Unido, Alemania, Japón y España. Además, se esperan crecimientos del petróleo, animados por las escaladas bélicas de Ucrania y Oriente Medio.
En este periodo de depresión tampoco se ha hecho nada por mejorar el problema de nuestra balanza energética. Ni interconexiones, ni política de precios de hidrocarburos. Por lo tanto, se nos vuelve a aparecer un viejo jinete muy habitual en nuestros lares. En este caso, lo razonable hubiera sido no inflar las expectativas y hacer todos los esfuerzos para reforzar nuestra exportación que, a largo plazo, tiene que pasar por conseguir una base industrial fuerte.
El segundo jinete es el fiscal.
Los efectos de la subida del impuesto sobre la Renta que Rajoy puso en marcha en 2012 tienen resultados no acordes con los deseos que inspiraron la subida de impuestos del PP. Recuerden que el tipo marginal de rendimientos del trabajo escaló del 45% al 52% (en Catalunya, al 56%) y el rendimiento del ahorro del 21 al 27%.
En 2014, la Agencia Tributaria reconoce que ha disminuido el número de declaraciones de bases por encima de 60.000 euros y, especialmente, donde el 52% se aplicaba, en cuentas de más de 300.000 euros. En este caso, la explicación es sencilla. Las rentas altas tienen mayor capacidad para eludir –que no defraudar– el gravamen. Una medida que consigue el efecto contrario al perseguido: menor recaudación y más desigualdad.
Tanto OCDE como FMI publican que con la crisis «el 10% más rico ha visto mermar sus ingresos el 1% mientras que la caída media para el 10% más pobre supera el 13%”.
Como hemos comentado en otras ocasiones, nuestro Sistema Tributario necesita urgentemente cubrir el gap de aproximadamente 10 puntos en recaudación respecto del PIB que nos separa de nuestros socios europeos, al tiempo que tiene que ir ajustando la capacidad de gasto con la responsabilidad del ingreso. Y esto está relacionado con la financiación de la educación, la sanidad y otros servicios sociales, que corresponden a entes descentralizados, se llamen como se llamen.
Es inútil publicar las llamadas balanzas fiscales si para lo único que sirven es para poner de manifiesto los agravios comparativos, y no para buscar un replanteamiento serio de las distribuciones de los ingresos y gastos fiscales. Y mientras, la enorme deuda pública va en aumento. Especialmente en algunas regiones. Standard & Poors, el pasado jueves, incluso especulaba con que sería necesario que el Gobierno Central «debería aislar a las regiones con más deuda mediante la bajada de los intereses aplicados a (esta) deuda, o directamente perdonar parte de la misma».
El Gobierno –y este es el último jinete, por hoy,– todavía pretende hacernos creer que el rescate bancario no ha sido tan caro. El gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero aportó 15.000 millones y el de Mariano Rajoy unos 39.000 millomes. Total, 54.000 más los 8.000 millones del Fondo de Garantía de Depósitos son unos 62.000 millones.
¿Cuánto se va a recuperar? El Gobierno dijo en su día que todo. Por el momento, con la venta de CatalunyaCaixa se han perdido los 12.000 millones que se inyectaron en la entidad. Y podemos estar muy contentos. Según el FROB, la liquidación hubiera costado dos o tres veces más.
Todos los expertos coinciden en que, cuando se detectan dificultades en un banco, lo más acertado es intervenirlo, nombrar nuevo equipo, garantizar los depósitos y, rápidamente, venderlo –antes de que se vaya deteriorando más, los clientes huyan, y pierda todo su valor como negocio en marcha–. La otra opción es nacionalizarlo y esperar como Bankia y los bancos ingleses intervenidos.
Pero el problema no sólo es CatalunyaCaixa. Se trataba de casi todo un segmento del sistema financiero, las cajas de ahorro.
El argumento del Gobierno es que era absolutamente necesario rescatar a la banca, para no tener que llevar a cabo el rescate de todo el país. Que los 62.000 millones (por el momento) están bien empleados si con ello se ha conseguido rebajar la prima de riesgo y que el Tesoro se ha podido financiar a tipos más bajos y ahorrado, en consecuencia, unos 40.000 millones.
Sucintamente, este es el argumento. Ingenioso, pero no correcto.
Lo que sucede, es que la caída de la prima de riesgo no se debe al Gobierno de Rajoy sino a un señor que se llama Mario Draghi. Prima que también ha caído en Italia, Grecia o Portugal, que no han tenido rescate bancario. Lo relevante, si se quiere justificar el éxito de una política es confrontarla con otra, alternativa. Porque si se preguntara a los ciudadanos cuál es su opinión sobre el rescate de la banca, me temo que no encontraríamos muchos partidarios.