Madrid, inestable y peligrosa

Nadie quiere comerse el gran marrón del confinamiento: ni Ayuso quiere rebajarse a solicitarlo ni Sánchez decretarlo si no se lo pide de rodillas políticas

Ya convenimos en un episodio de La Plaza en que la generosa cogobernanza o devolución de competencias a las comunidades tras el confinamiento obedecía al cálculo político: para Pedro Sánchez la medalla de bajar la curva, para las autonomías los marrones de los inevitables rebrotes o incluso de una posible segunda ola.

Seguimos en las mismas, pero con la variable de la aparente colaboración entre la administración central y la autonómica de un Madrid sometido a un tan espantoso como exclusivo estrés. La situación es demasiado grave y algo había que hacer, claro que desde el punto de vista del reparto de la responsabilidad por el desaguisado.

Que Isabel Díaz Ayuso entiende más de maniobras y politiquería que de gestión seria es algo que de lo que pocos madrileños dudan, incluso los de derechas que nunca han cesado ni cesarán de echar pestes contra Pedro Sánchez.

Como muestra de ineptitud y mala fe, dos declaraciones de la presidenta. En una afirmaba que “para que los rastreos fueran eficientes en Madrid se necesitarían millones de rastreadores”. Incluso admitiendo la posibilidad de hipérbole, lo cierto es que la comunidad dispone de unos 800 cuando la cifra estándar correcta se acerca al doble. Nada pues lejos de su alcance.

En cuanto a la mala fe, sus envenenadas frases en la rueda de prensa de la tregua forzosa, atribuyendo al Gobierno central la falta de médicos y otras carencias cuando la responsabilidad de la sanidad es autonómica.

Mejor informado pero no menos politiquero, Sánchez no se olvidó de remarcar que estaba ahí para ayudar pero que la responsabilidad era y seguía siendo de la señora Ayuso.

Casado se limita a sostener, contra toda evidencia, que la responsabilidad es de Sánchez

Si en algo están de acurdo, aunque Sánchez no lo diga ni con tan contundentes ni con menos contundentes palabras, es en que “no se puede tratar Madrid como a las demás autonomías”. Algo que es cierto y de lo que no pocos se van quejando en voz cada vez más alta (verbigracia el presidente valenciano Ximo Puig, socialista, que compara Madrid a una gigantesca aspiradora que empobrece a España en beneficio propio).

Madrid era ya una megápolis antes de la pandemia y, por muy mal que lo pasen ahora sus habitantes, sobre todo los menos favorecidos, lo seguirá siendo después. El problema está en el presente. ¿Cómo salir del atolladero si nadie quiere asumir la menor responsabilidad por haberse metido en él?

Pregunta todavía más dura pero no menos pertinente: ¿Cómo salir del atolladero si en vez hacer todo lo posible para volver a bajar la curva de contagios los dos máximos responsables se dedican a pasarse la pata caliente para que se queme el otro?

La realidad es que nadie pretende asumir ni las culpas ni la carga de tomar medidas que podrían desgastarle. Sánchez da la impresión de jugar al gato con el ratón Ayuso. No es ahora momento para acentuar la estabilidad latente y creciente sino de solucionar la gravísima situación.

El ministro Salvador Illa, en una actitud semejante a la de Poncio Pilato en cuanto a quitarse responsabilidades y a la de Quim Torra en la falta de instrumentos de obligatoriedad, pide a los madrileños que no salgan de casa.

Lavándose asimismo las manos, o sea sin meterse en camisas coercitivas de once varas, Pablo Casado se limita a sostener, contra toda evidencia, que la responsabilidad es de Sánchez. La última si la situación empeora, sí, pero hasta el momento ha empeorado lo suyo bajo la autoridad de su compañera de partido.

El gran problema de España está hoy en Madrid, algo a lo que nadie estaba acostumbrado

Sea como sea, si la situación es tan grave, lo que corresponde es confinar, no pedir, recomendar ni rogar encarecidamente. Menos aún escurrir el bulto como si no se tratara de lo más serio, grave y urgente, la creciente amenaza de colapso del sistema sanitario de Madrid.

Pero resulta que, para evitarlo, a lo que nadie quiere llegar es a comerse el gran marrón del confinamiento. Ni Ayuso quiere rebajarse a solicitarlo ni Sánchez decretarlo si no se lo pide de rodillas políticas, lo cual cree la presidenta que no puede hacer sin poner en grave peligro su puesto.

A pesar de que el posible pacto entre PSOE y Ciudadanos para desbancarla no podría materializarse en este momento, la presidenta actúa como si ya estuviera en la antesala de una moción que de producirse la desbancaría.

El gran problema de España está hoy en Madrid. Algo a lo que nadie estaba acostumbrado. Por primera vez en muchos años, Madrid se mira al espejo y no se gusta.

Las miradas de Madrid están puestas de manera casi exclusiva en Madrid. Las de toda España, de una España recelosa y enfadada, también. Y si los dos políticos siguen pensando en términos de ventajismo político, pronto lo van a estar las de toda Europa.

Y en este caso, aunque Ayuso pase tristemente a la historia, quien recibirá los varapalos de sus colegas europeos será Sánchez. Y de rebote todos los demás.