Marina Garcés: «En España hay una calma aparente, todo puede agitarse»

La filósofa Marina Garcés, coautora de 'El gran retroceso', asegura que en España el sistema estructural "está putrefacto" y que se puede producir un vendaval

Marina Garcés (Barcelona, 1973), es una de las pensadoras más sugestivas del momento. Filósofa, profesora en la Universidad de Zaragoza, tiene claro que el diagnóstico sin proponer una salida no tiene mucho sentido. Pero Garcés va poco a poco. Lo primero es definir qué nos pasa. Y asegura, de entrada, que “en España hay una calma aparente, todo puede agitarse”, y que dependerá de cómo actúe el poder político y económico frente a un sistema estructural que “está putrefacto”.

Garcés ha contribuido con un capítulo, Condición póstuma, al libro colectivo El gran retroceso (Seix Barral)–La gran regressió (Empúries), en el que se analiza el reto de reconducir la democracia. Autores como Zygmunt Bauman, ya fallecido; Arjun Appadurai; Donatella della Porta; Santiago Alba Rico; Paul Mason o Slavoj Zizek, desgranan cómo la democracia ha perdido atractivo, cómo la influencia del poder económico, ha llevado a la preponderancia de la tecnocracia, provocando democracias sin demócratas convencidos.

Garcés, en una entrevista con Economía Digital, sostiene que se ha llegado a un momento histórico en el que se acepta una cierta fatalidad, una especie de muerte del pensamiento. “¿Por qué, si estamos vivos, aceptamos un escenario postmortem?”, se pregunta. Su respuesta es que se puede actuar, que la sociedad tiene elementos suficientes para reflejar que quiere cambios, y que los puede aplicar.

Garcés se pregunta por qué si estamos vivos aceptamos ‘un escenario postmortem’

Con una reflexión filosófica, Garcés aporta esa mirada interna, humana: “Si ya no hay tiempo histórico ni historia de la filosofía, ¿qué es ésto que seguimos haciendo y pensando? ¿Tiempo de prórroga, condición póstuma? ¿O transición, impasse, hacia un giro espaciotemporal que aún no sabemos formular?”.

Es decir, Garcés se enfrenta a situaciones cotidianas. Se publican datos sobre la contaminación en Barcelona, pero, a renglón seguido, no se toman medidas para remediarlo. Se critica una situación económica, pero no hay una reacción para paliarla. En el caso de España, esta pensadora, autora de obras como Un mundo común (Bellaterra, 2013), o Filosofía inacabada, (Galaxia-Gutenberg, 2015), considera que hubo un punto de inflexión, con el movimiento del 15M, y que, a pesar de la “aparente calma”, la tempestad puede estar próxima. “Las fuerzas políticas parecen que sean eternas, pero no lo son, pueden cambiar, frente al miedo también existe la posibilidad de la acción, de la construcción de otros caminos”.

 

El libro, en la versión catalana, La gran regressió, sobre los retos de la democracia.

 

Considera Garcés que en Francia se ha podido salvar Europa, pero que no se puede actuar en negativo, exaltando cómo uno se salva de lo peor. “Es un tiempo de prórroga y se verá cómo se puede avanzar”.

El libro ‘El gran retroceso’ analiza cómo se reconduce la democracia, herida por el neoliberalismo

La crítica de Garcés es que todas las acciones que han surgido, como mínimo en España, han sido de carácter paliativo, y por eso se refiere a la muerte. Se trata, a su juicio, de “emergencia social”, pero no de proyectos de transformación colectiva. “La política como acción de rescate ciudadano se pone por delante de la política como proyecto colectivo basado en el cambio social. Incluso en los movimientos sociales y desde el pensamiento crítico actual se habla de ‘cuidados’. Tener cuidado de nosotros es la nueva revolución”, asegura.  

En otros capítulos, se insiste en que el neoliberalismo ha podido ser el causante de presentar la democracia como un sistema que va en contra del ciudadano, porque se ha apropiado del sistema político. Lo explica Nancy Fraser, profesora en la New School de Nueva York. Pide que la izquierda “debería rechazar la elección entre el neoliberalismo progresista y el populismo reacionario”.

Bauman sostiene que el verdadero problema de las democracias es que exigen tiempo, y nadie quiere esperar. Que se debe postular una cultura del diálogo como labor de la educación. Y que, con esa idea de proyectar una revolución cultural, se necesitará pensamiento y planificación, lo que reclama coraje y “nervios de acero”, algo que no parecen tener los actuales responsables políticos.