Más allá de la niebla de la guerra

La actualidad crisis geoestratégica es una buena ocasión para repensar cómo asumimos que la defensa es cosa de todos y potenciamos con visión de futuro nuestra industria militar

Algo ha llovido desde los tiempos en los que España aspiró a hacerse un sitio estratégico al lado de Francia y Reino Unido en el club nuclear, impulsando un programa de desarrollo de bombas atómicas denominado Islero. Aún sin saber qué Manolete tenían en mente las autoridades españolas de la época, podemos presumirle cierto acento inglés.

Desbaratado el programa por presión de Henry Kissinger, la industria militar española corrió la misma suerte que el resto de las industrias nacionales, empezando con la desindustrialización general y característica de los años 80, a la que sobrevivieron la automoción o la siderúrgica, bajo el control de multinacionales europeas.

De ahí llegamos a la circunstancia actual, caracterizada por una deslocalización de las operaciones de producción manufacturera a países con sueldos más bajos, que ha traído la fragmentación de las fases de producción, que, al estar distribuidas a lo largo y ancho del planeta, impulsaron tanto el comercio multidireccional como la especialización de nuestra industria en el ensamblado de componentes producidos en otros países, cuyo corolario es nuestra merma para producir bienes de consumo independientemente.

Estamos aún a tiempo de subirnos a la cresta de la ola, si somos capaces de comprender que nos hallamos en el umbral de un cambio de paradigma tecnológico donde el enfoque se mueve de la máquina a la persona

Dicho de otra manera: nuestra producción industrial no es más que un eslabón en una larga cadena internacional de unidades productivas, dotadas de entidad jurídica propia, y que operan bajo sistemas legales e intereses sobre los que tenemos una influencia limitada, cuyo corolario es una interdependencia que reduce nuestra capacidad productiva en sectores estratégicos como el de la industria militar.

En términos aproximados, el peso de este sector en nuestra economía no va más allá de unos 25.000 empleos directos, y unos 300.000 indirectos, al tiempo que obtenemos 10 veces más ingresos exportando fruta que armamento.

Por consiguiente, cualquier esfuerzo prospectivo en este ámbito debe estar fuertemente anclado en el posibilismo, sin que ello excluya la ambición necesaria para conectar todos los lados del manido “triángulo de hierro” (político, industrial y militar) con el doble propósito común de la razón de Estado y la soberanía nacional.

El rechazo de Suiza e Israel a la entrega a Ucrania por el gobierno alemán de proyectiles con origen en esos países, y el precedente del veto norteamericano al uso de su armamento en la Guerra de Ifni en 1957 -que nos obligó a usar aviones de la segunda guerra mundial– son razones sobradas para, cuanto menos, no expandir nuestra dependencia estratégica a otras esferas, como la espacial y la informática, cuya futura prevalencia está ya delineada en marcos estratégicos como la “Third Offset Strategy” norteamericana.

Más allá de la niebla de la guerra.

Siendo insoslayable la asimetría de nuestra capacidad industrial en relación con los grandes actores del sector armamentístico -que no nos permite crear economías de escala y aglomeración– y la idiosincrasia de los procesos de concentración y convergencia europeos -caracterizados por la reluctancia de las burocracias nacionales a ceder terreno- el portafolio de opciones estratégicas para nuestra industria de defensa es muy limitado, y debería priorizar la calidad, antes que la cantidad.

En contra de lo sostenido en las prolijas diatribas de los profesionales de la jeremiada celtibérica, España cuenta con un capital humano de la máxima calidad, con capacidad sobrada para acometer la investigación y desarrollo en NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Informática y Ciencias Cognitivas) de nuevos sistemas y plataformas armamentísticas avanzadas, que no solo encajen en las iniciativas de la OTAN ya existentes, como la Innovation for Defence Excellence and Security, con sede en Canadá; el Centro de Seguridad Energética, domiciliado en Lituania, o el Centro de Ciberdefensa Colectiva, cuya sede está en Estonia, sino que tengan además la virtud de evitar la fuga de cerebros formados en España a terceros países, a los que, si no, acabaremos comprando la tecnología necesaria para el nuevo dominio de la GEC (Guerra Electrónica Cognitiva) y el aumento de las capacidades humanas (Human Augmentation) con fines militares.

Tecnología militar

En ambos ejemplos, estamos aún a tiempo de subirnos a la cresta de la ola, si somos capaces de comprender que nos hallamos en el umbral de un cambio de paradigma tecnológico donde el enfoque se mueve de la máquina a la persona, en el que los avances en inteligencia artificial, robótica y autonomía significan que el poder de procesamiento humano, su velocidad de acción y su rendimiento físico están siendo superados rápidamente por las máquinas, lo que obliga a desarrollar plataformas de combate capaces de integrar las ventajas cognitivas humanas en la inteligencia artificial de las máquinas de guerra.

La tecnología militar se ha centrado tradicionalmente en plataformas cada vez más sofisticadas, con las que las personas se mueven y combaten, o armas de guerra de alcance y precisión cada vez mayores. Sin embargo, los avances en bioingeniería, y su convergencia con otros desarrollos científicos, difuminan la frontera entre lo tecnológico y lo humano.

El Targus, desarrollado por Indra, sobre la pista del aeródromo lucense de Rozas.

Aunque la mayoría de las facetas de este nuevo paradigma tienen un uso dual del que puede beneficiarse la sociedad en su conjunto, es quizás en el terreno biomédico donde mayores oportunidades existen para revertir la inversión necesaria en otros sectores productivos, lo que puede hacer que este gasto sea más aceptable socialmente.

Así, el desarrollo de estrategias integradas de salud con aplicación militar incidirá en la optimización de aspectos vitales como la privación del sueño, la desnutrición, la deshidratación, el agotamiento, y el manejo del estrés.

Reinventar la industria

La utilización en el campo de batalla de las tecnologías portables necesarias para mejorar estas capacidades, requerirá del desarrollo de nuevas plataformas y dispositivos para monitorizar y procesar los datos fisiológicos y ambientales de la tropa, en tiempo real, y supondrá un salto cualitativo en la mejora de la atención médica remota, mientras que el meta-análisis de datos recopilados ayudará a prevenir enfermedades gracias a la evaluación de los factores de riesgo, la realización dinámica de pruebas presintomáticas y predictivas, y el empleo de biología sintética para tratar inmediatamente determinadas patologías, de manera individualizada, y bajo condiciones adversas.

El concepto de la industria de defensa abarca un conjunto de elementos que va mucho más allá la fabricación de armamento, y encontrarnos en una fase de transición en la que la energía cinética perderá peso relativo respecto a las formas híbridas de hacer la guerra, es una oportunidad para que nuestra industria se reinvente, para ocupar un espacio diferencial en el mosaico internacional del mercado armamentístico. En definitiva, estamos hablando del rol de nuestro país en la situación estratégica global, tipificada por un contexto de crisis internacional perenne, que ha puesto de relieve que no tenemos independencia estratégica.

Es iluso pensar que podemos situarnos cómodamente en la cúspide la Pirámide de Maslow sin apuntalar su segundo nivel, el que hace referencia a la seguridad. La cultura de la defensa es, por lo tanto, cosa de todos, y, en consecuencia, la obligación de repensar el sector de la industria militar pasa por fomentar una mentalidad pública de la que brote la voluntad política de dotar a las empresas españolas que apuesten por él, de estabilidad y continuidad presupuestaria, algo que solo es posible sobre un consenso social equiparable al que existen en otras naciones de las que somos aliadas.

Este artículo pertenece al nuevo número de la revista mEDium 11: ‘La encrucijada de la defensa’, cuya versión impresa puede comprarse online a través de este enlace: https://libros.economiadigital.es/libros/libros-publicados/medium-11-la-encrucijada-de-la-defensa/