¿Mesa de diálogo? Quizá, pero a tres

Pedro Sánchez no es consciente del uso que puede hacer el independentismo de la bilateralidad de la mesa de diálogo

Escribo estas líneas poco después de haber escuchado a Gabriel Rufián decir que el establecimiento o no de una mesa de diálogo entre el gobierno nacional y el catalán condicionará la legislatura. En otras palabras, que sin esta premisa, para cuya formalización se da un plazo de 15 días desde la constitución del gobierno en Madrid, Pedro Sánchez no podría contar con la, digamos, buena voluntad de ERC para cualquier medida legislativa; como por ejemplo la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

Vaya por delante que no veo nada clara la idea de la mesa anunciada, por el simple hecho de que no concibo la bilateralidad entre lo que podría definirse como el todo (Gobierno nacional) y una parte del todo (Generalidad de Cataluña). En el aspecto concreto, operativo, si es cierta la afirmación de Pedro Sánchez de que en dichas potenciales conversaciones no se va a tratar de nada que contravenga la Constitución, me surge la pregunta de cuál es el objeto del paripé, ya que los independentistas anuncian que irán con exigencias irreductibles, como el derecho de autodeterminación y la amnistía para los políticos presos y exiliados. En resumidas cuentas, la labor de la prevista mesa podría devenir en un diálogo de sordos.

Partiendo de esa posibilidad de inoperancia, solo por parte de ERC veo más clara la exigencia de Rufián. Se trataría de sentar un precedente de negociación bilateral que, con independencia de que sea o no ahora operativa, pudiera esgrimirse en el futuro, cuando las circunstancias lo requirieran. Considero pues que la postura del partido independentista es más que franca, ya que no esconden lo que pretenden plantear con proyección futura. En definitiva, que dichas reivindicaciones no sean ahora alcanzables, carece para ellos hasta cierto punto de importancia, ya que el simple hecho de conseguir la bilateralidad supone lo que se dice clavar una pica en Flandes. Pero pienso que la postura de Sánchez carece de una franqueza equiparable. ¿Es consciente de la utilización futura que pueda hacer el independentismo del precedente?

La posición del constitucionalismo catalán

Ante esta situación ¿cuál debería ser la postura del constitucionalismo catalán? El acuerdo de establecer una mesa de diálogo parte de la premisa de que en Cataluña existe un problema político. Y no voy a ser yo quien vaya a negarlo, siempre y cuando se parta del reconocimiento de que en dicho problema político hay tres agentes: el gobierno de la nación, que representa el interés general; el gobierno catalán, que prescinde totalmente de la opinión de la ciudadanía no independentista, y dicha ciudadanía, que en una situación de bilateralidad como la que se propone, quedaría totalmente marginada en lo que respecta al procedimiento, a su potencialidad en el futuro, y a cualquier pacto que se alcanzara, por nimio que fuera.

Por mucho que se empecine el gobierno de Quim Torra, o el que lo pueda sustituir en su momento, no puede hablar en absoluto en nombre de la totalidad de los ciudadanos catalanes, a pesar de que desde un planteamiento, que huele a totalitarismo, se abrogue repetidamente la representación de toda Cataluña. Si se quiere, esta posición es hasta cierto punto defendible en una estructura orgánica entre administraciones, como es la comisión mixta Estado-Generalidad, pero no lo es en absoluto cuando la estructura se crea ad hoc con la pretensión de resolver el citado problema político. En ese caso, lo único admisible, a la vez que operativo, sería que todos los agentes involucrados tomaran parte en las negociaciones.

Añado que creo que sería un grave error por parte del constitucionalismo catalán, y de los partidos y organizaciones de la sociedad civil que lo canalizan, cerrarse en banda con respecto a la constitución de dicha comisión. Es más que probable que, si la investidura llega a buen término, vea la luz en los plazos previstos. Lo veo como inexorable. Ante esta situación, los esfuerzos tendrían que plasmarse en el sentido de conseguir que los ciudadanos no independentistas no nos convirtamos en los paganos de la fiesta del señor Sánchez. Y para ello solo hay un camino: exigir estar presentes en esa mesa de diálogo que, supuestamente, debería resolver el problema político catalán.