Dos socialismos y la mili alemana
El rearme de Berlín ilumina la distancia entre el modelo de Pistorius —proteger al Estado— y el de Sánchez —que el Estado se entregue
Alemania reintroduce el servicio militar con el objetivo de reforzar sus Fuerzas Armadas hasta los 260.000 efectivos, 80.000 más que en la actualidad. La cifra no es arbitraria: según cálculos de la OTAN, ese sería el tamaño mínimo de un ejército capaz de repeler un eventual ataque ruso.
La decisión no es menor. Alemania, que en el siglo XX desencadenó dos guerras mundiales, se convirtió después en una democracia ejemplar, en la cuna del Estado del bienestar europeo junto con Francia y más tarde en impulsora del euro. Ahora, casi ocho décadas después del final de la II Guerra Mundial, gira hacia el rearme.
Berlín, no obstante, ha optado por un modelo voluntario, no obligatorio. No se trata de la «mili» al estilo clásico, sino de un mecanismo para incentivar a jóvenes y profesionales a enrolarse en la Bundeswehr. La pregunta es inevitable: ¿qué ocurrirá si no se cubren las plazas fijadas como objetivo?
El efecto Putin en Europa
La presión procede de Moscú. La invasión rusa de Ucrania ha transformado el paradigma militar europeo: Finlandia y Suecia abandonaron su histórica neutralidad para entrar en la OTAN, y en Francia Emmanuel Macron plantea una formación militar de cuatro semanas, respaldada por más del 60% de la población, según las encuestas. En los países bálticos, el miedo a Moscú ha reavivado vocaciones militares insospechadas.
El rearme, apuntalado desde Washington por el populismo de Donald Trump, apunta a un cambio de era: la fe en la democracia liberal, en una convivencia internacional basada en reglas y en la preferencia por el comercio frente al conflicto, parece resquebrajarse. Nadie sabe qué lo sustituirá, pero el orden mundial que transformó a Alemania tiene los años contados, según coinciden numerosos analistas.
El silencio español
El debate sobre la mili atraviesa Europa como parte de la reflexión sobre el gasto en defensa, pero esa arista no ha llegado a España. Mientras los socialistas alemanes, liderados por el ministro de Defensa Boris Pistorius, recuperan viejas prácticas castrenses, sería esperable que el PSOE abordara en algún momento una reflexión similar… si fuera el PSOE. Pero no lo es.
Además, el ejercicio de ciencia ficción política resulta tentador: ¿cómo reaccionarían Yolanda Díaz, Arnaldo Otegi, Ione Belarra, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Aitor Esteban ante una propuesta de Pedro Sánchez y Margarita Robles? Evidentemente, no la habrá: los socios parlamentarios que no añoran el telón de acero abrazan el “hecho diferencial” y la ruptura de España.
Y mientras el orden mundial cambia con la mili alemana como síntoma, esta España sin presupuestos arde por sus incendios —literalmente—.
Las 400.000 hectáreas devastadas este verano podían haber servido al Gobierno para explicar que la defensa no se limita al terreno militar, sino que también incluye riesgos naturales. Nada bueno, como sí ocurrió con la creación de la UME en 2008, saldrá de esta tragedia de 10.000 millones de euros y subiendo.
Los incendios han sido absorbidos por la polarización y el populismo. Pero, sobre todo, han permitido al sanchismo decretar amnesia colectiva sobre su presunta corrupción. Las vacaciones judiciales de agosto han contribuido, sin duda. Aunque el 1 de septiembre los cinco grandes escándalos que rodean a La Moncloa seguirán ahí:
- Caso Ábalos-Koldo-Cerdán
- Caso Leire Díez
- Caso David Sánchez
- Caso Begoña Gómez
- Caso Álvaro García Ortiz
En Alemania, cualquiera de ellos habría tumbado a un primer ministro (perdón por el lugar común). Pero lo de la mili alumbra la distancia que separa dos formas de entender el socialismo en Europa: lo que yo puedo hacer por el Estado (protegerlo) y lo que el Estado debe hacer por mí (rendirse).