¿Quién desea vivir en China porque tiene mascarillas?

Hay indicios para pensar que la pandemia de la Covid-19 podría ser uno de esos episodios que anuncian un cambio en la hegemonía mundial

La pandemia de la Covid-19 ha planteado ya la cuestión del orden mundial. Superada la epidemia, ¿habrá un nuevo orden mundial? ¿Cuál será la potencia internacional hegemónica durante las próximas décadas? ¿Estados Unidos o China? Recordemos brevemente la historia para regresar al presente.   

De Europa a Estados Unidos  

La historia nos muestra que, después de ciertos acontecimientos, especialmente guerras, pero no pandemias, suele producirse el relevo en el liderazgo de los Estados dispuestos a administrar los destinos del planeta.

La Primera y Segunda Guerra Mundial señalan el declive de Europa y la irresistible ascensión de Estados Unidos como nueva potencia hegemónica. Una hegemonía que se consolida con el Plan Marshall, la Guerra Fría, la neutralización del expansionismo soviético, la Guerra de los Balcanes o la lucha contra el terrorismo internacional. Estados Unidos –lean, democracia liberal- se consolida como cabeza visible del orden mundial. Y en eso estamos.

Según afirman algunos, habría indicios para pensar que la pandemia de la Covid-19 podría ser uno de esos episodios que anuncian un cambio –a corto o medio plazo- en la hegemonía mundial. En definitiva, China como substituto de Estados Unidos. Al respecto, tengo mis dudas. Y no oculto el deseo: Estados Unidos debe conservar –en beneficio del mundo libre- el liderazgo internacional.  

 La supuesta eficiencia asiática frente a la negligencia occidental

La pandemia de la Covid-19 está siendo utilizada por China para lavar su imagen de país autoritario en beneficio de un Estado eficiente que soluciona problemas, controla conflictos y genera un desarrollo económico que implementa el bienestar de sus súbditos. Todo ello, sin necesitar de una democracia formal occidental que es una fuente de problemas, conflictos y desavenencias.  

La pandemia está siendo utilizada por China para lavar su imagen de país autoritario

Frente al tigre asiático estaría esa estatua de mármol que es la Unión Europea y ese águila americana que, bajo el mandato del negligente Donald Trump, solo es capaz de declarar una guerra comercial contra China y sus socios europeos al tiempo que pierde el control de Oriente Medio y otros lugares en donde ni siquiera hace acto de presencia.

Por mi parte, niego la mayor por partida doble:

1. Ni China es un Estado eficiente –no confundan eficiencia con autoritarismo o tergiversación/ocultamiento de datos-, ni deslegitima la democracia liberal, ni pone en peligro el actual equilibrio de poder. Pocos occidentales desearían vivir en China por muchas mascarillas que tenga, China no puede competir con la democracia liberal por “eficiente” que sea, China no aspira a la hegemonía ideológica, sino –que no es poco- a consolidar “zonas de influencia” que privilegien sus intereses.

2. Ni la Unión Europea ni Estados Unidos –por estáticas y negligentes que sean- han perdido la atracción que hace que los migrantes de medio mundo quieran instalarse en el Viejo Continente y los migrantes del otro medio mundo vayan de La Habana a Miami y de Caracas a Estados Unidos y España y no al revés. ¿Saben por qué? Democracia y bienestar.

Por qué necesitamos la hegemonía norteamericana   

Y a los europeos –muy especialmente a los españoles: en España pervive todavía el síndrome antinorteamericano que carga todas las culpas sobre el Imperio, una manera de descargar frustraciones y envidias- que se quejen del poder de Estados Unidos, les digo que necesitamos la hegemonía norteamericana. Por tres motivos:    

1. Porque, Estados Unidos dispone de una fuerza militar que puede protegernos ante cualquier eventualidad.

2. Porque, Estados Unidos genera una cultura democrática en toda regla de la que hay mucho que aprender.

3. Porque, Estados Unidos impulsa una economía de libre mercado que a todos interesa.

¿Que Estados Unidos busca el beneficio propio? Claro. ¿Y ustedes qué harían? Si los europeos fuéramos más prosaicos, quizá no necesitaríamos la ayuda del amigo americano.  

Para qué necesitamos la hegemonía norteamericana

Pues, para cosas como las siguientes:  

1. Para vivir más seguros. Ante una Unión Europea incapaz de dotarse de un sistema de seguridad y defensa sólidos, Estados Unidos ha de seguir siendo nuestro paraguas militar. El mundo sólo será gobernable si a Kant se le añade Hobbes, es decir, si se conjuga la fuerza del derecho y el derecho de la fuerza en un marco de gestión multipolar en que Estados Unidos comparta su actual poder de decisión.

2. Para vivir mejor. Si la Unión Europea busca la felicidad de sus ciudadanos es porque cuenta con la protección del amigo americano. Como dijo Paul Kagan (Poder y debilidad, 2003), Europa es Venus y Estados Unidos es Marte. Traduzco: la hegemonía militar norteamericana permite que los europeos continuemos cultivando el Estado del bienestar. El precio: hay que adaptarse a sus intereses –con frecuencia, los nuestros-, porque somos vulnerables y no invertimos en defensa.  

3. Para afianzar la democracia liberal. A resultas del éxito –real o supuesto- de China contra la Covid-19, puede surgir, en algunos sectores, la simpatía por una  pseudodemocracia limitada y un Estado vigilante que todo lo controla. Estados Unidos –también, la Unión Europea- o el contrapunto al despotismo chino en beneficio de la sociedad abierta.

4. Para consolidar la economía de mercado. Pese a las crisis periódicas que padece el capitalismo, el modelo chino –que también las padece- es un remedo fabricado con elementos -propiedad estatal, planificación o centralización- que el liberalismo solo usa en coyunturas extremas. La hegemonía norteamericana consolida una economía de mercado que facilita el desarrollo, la igualdad de oportunidades y el reparto menos injusto de la riqueza.

5. Para garantizar el orden internacional democrático. Por definición, quien garantiza el orden internacional democrático es una potencia democrática. Terminado el recuento, surge una sola potencia: Estados Unidos. ¿Hay alguien más que podría hacer frente a una China que fuera más allá de la carrera armamentista y el ciberespionaje?

Del poder duro al poder blando

A los demócratas les conviene la hegemonía norteamericana. Pero, también es cierto que hoy ninguna superpotencia podrá controlar y dirigir el mundo a su antojo. Mejor así. Por ello, Estados Unidos –cuyo liderazgo es indiscutible- debería mostrar sensibilidad hacia las preocupaciones de sus aliados e impulsar coaliciones –el vínculo transatlántico que permite ser arte y parte en el orden y la gobernanza mundiales- para afrontar amenazas compartidas.

Del hard power al soft power, por utilizar la terminología de Joseph S. Nye Jr. en La paradoja del poder norteamericano (2003). Fuerza, cuando se necesite. Persuasión y diplomacia, siempre que se pueda. Y mejor  profesionales como George W. Bush o Barack Obama que un aficionado desconcertante e irresponsable como Donald Trump.

En una coyuntura difícil, Emilio Lamo de Espinosa escribió lo siguiente: “La primera tarea del pensamiento es tratar de ir más allá de los velos ideológicos, de los prejuicios, los estereotipos, las imágenes heredadas o los clichés. Se trata por lo tanto de problematizar lo que es obvio, pero también de hacer obvio lo problemático” (Bajo puertas de fuego. El nuevo desorden mundial, 2004).