Moralidad, legalidad e ingenuidad

Durante estos días atrás hemos discutido con frecuencia en La plaza sobre los sueldos de los directivos bancarios, y del sistema financiero en general o de otros sectores. Su desproporción, en muchos casos más allá incluso del éxito o del fracaso de sus gestiones, ha hecho que fueran vistos como una provocación a una sociedad que está viviendo una de las peores crisis económicas que se recuerdan.

Cuando se ha planteado el debate, las posiciones se han atrincherado en dos frentes. Por un lado, los que creen que al fin y al cabo los bancos, por seguir con el ejemplo, son entidades privadas y que es a sus accionistas a los que les corresponde decidir lo que quieren pagar a sus ejecutivos. En el caso de que reciban ayudas públicas, son los ciudadanos y sus representantes, los parlamentos, los de igual manera pueden controlar y en su caso censurar a los gobiernos si creen que están haciendo un mal uso de los fondos públicos.

En el otro lado están los que creen que lo expuesto en el anterior párrafo es pura teoría y que en la realidad hay miles de manera de burlar esos controles lo que convierte la actitud de los directivos multimillonarios en un acto de prepotencia y atraco de guante blanco, es un acto de pura inmoralidad.

Es un debate interesante y que afecta muy directamente a los valores que una sociedad tiene, cómo cree que deben ser las relaciones entre sus individuos y de qué instrumentos se dota para que puedan conciliarse los diferentes intereses. Una cosa de todas maneras es muy clara para mí: mal asunto cuando en una sociedad la moralidad y la legalidad están tan alejadas.

La tercera pata del título hace referencia a otro de los temas de actualidad: la toma absoluta de control de Endesa por la italiana Enel. Estoy convencido que es de una espantosa ingenuidad creer que podemos construir un espacio económico europeo donde reinen los valores democráticos del libre comercio sin órganos internacionales de gobierno con la capacidad regulatoria y autoridad que tienen hoy en día los actuales estados nacionales.

Si no construimos ese andamio, Europa será de los cínicos, como los que hoy se rasgan las vestiduras por una Endesa italiana cuando antes aplaudieron con fruición una Endesa alemana, o de los aprovechados, como la Acciona de los Entrecanales que ha pegado un impresionante pelotazo gracias al fracasado intento del gobierno de Zapatero de construir un campeón nacional y hasta a los créditos del ICO. Todo un ejemplo de Acciona de cómo meterse casi 2.000 millones de euros de plusvalías sin meterse la mano en la cartera.