Nadie quiere a Puigdemont en España

Puigdemont, al que todo el mundo se empeña en enterrar políticamente hablando, ha demostrado una capacidad de desestabilización de la política europea considerable

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. EFE

El exceso de confianza traiciona a Puigdemont. De tanto repetir que la solución estaba en la justicia europea, se creyó inmune e invisible. Una simple alerta de orden de detención en el espacio Schengen provoco su imprevista detención en el aeropuerto de Alghero (Cerdeña) a las puertas de lo que para él iba a ser un fin de semana feliz: encuentro con catalanes afines ideológicamente y apoyo de los irrelevantes, políticamente hablando, independentistas sardos.  

Puigdemont no es un hombre fácil. Por un lado es un ser airado e iracundo que afirma a todo aquel que le quiere oír que su futuro pasa por pedir la nacionalidad belga, rehacer su vida ahí, reagruparse con su familia y no pisar nunca más España, pero por otra parte le llevan los diablos por su perdida de relevancia política y busca aliados literalmente hasta en el infierno. 

Unos llevan tiempo con él como el abogado y terrorista sentenciado, Boye, y otros son más recientes como los inquilinos de la Lubianka, la siniestra sede del FSB ruso, la antigua KGB, edificio donde si entrabas ya no salías nunca más y desde donde el gigante eslavo dirige su guerra cibernética y desinformación contra la UE.      

Los últimos salvavidas a Puigdemont habían venido del director de La Vanguardia que pidió que se le aplicara un indulto previo a ser juzgado en aras de la normalización de Cataluña y el otro llego de la Lliga, el mismo micropartido creado desde las sombras del poder sanchista, que también pidió su preindulto.

Más allá de estos dos destellos, la estrella de Puigdemont es menguante: ERC quiere ejercer la presidencia y además es el socio VIP de Pedro Sánchez y los republicanos no están dispuestos a renunciar al poder que tanto les ha costado conseguir solo por las imprevisibles pataletas del expresidente hoy eurodiputado no inscrito.  

A medida que la proyección de Puigdemont en Cataluña disminuía también lo hacía en Europa, hace pocos días poco más de 10 diputados de la Asamblea Nacional francesa, procedentes mayoritariamente del partido de Melenchon (el Podemos francés) le recibían y en el Parlamento Europeo, donde la amenaza de desestabilización rusa se lo toman muy en serio, sus veleidades rusofilas le han cerrado parte de las pocas puertas que tenía abiertas. 

Si una casa de apuestas permitiera jugar dinero sobre si Puigdemont será enviado a España o no por la justicia italiana el algoritmo debería llevar a apostar que no. La diplomacia española moverá todos los hilos que pueda para que Puigdemont sea enviado de vuelta a Waterloo, nada sería peor para la coalición PSOE-PODEMOS-ERC-Bildu, etc… que un juicio a Puigdemont en la plaza Villa de Paris, sede del Tribunal Supremo.  

En su día Sánchez prometió que Puigdemont sería juzgado en España pero ese era otro Sánchez, hoy vive una intensa luna de miel con ERC y no quiere que nada enturbie su relación ni lo que es más importante para él la aprobación de los PGE.  

Si Puigdemont aterriza en Barajas la posición de Aragonés quedará muy debilitada por que en la mentalidad nacionalista no existe la separación de poderes sino que la política rige por encima de cualquier otra consideración.  

Puigdemont, al que todo el mundo se empeña en enterrar políticamente hablando, ha demostrado una capacidad de desestabilización de la política europea considerable, es una capacidad pareja a su falta de escrúpulos. Es un personaje nada despreciable que ya ha demostrado que con el fin de hacer lo que él cree que le conviene es capaz de traicionar a quien  sea, si no que se lo pregunten a los Consellers que el día después de la declaración de la independencia le esperaban a las puertas del Palacio de la Generalitat para celebrar reunión de Gobierno mientras él volaba desde Marsella a Bruselas huyendo de la justicia.  

Suceda lo que suceda en los próximos días Puigdemont es un quebradero de cabeza que pone en jaque cada 15 movimientos la gobernabilidad de España. Lo que ya no tiene arreglo es el estropicio económico que su proceder irresponsable y delictivo ha provocado en Cataluña.