Naufragio de la saga Pujol

La familia Pujol afronta la cuesta de enero más dura de su existencia, debido al aluvión de casos de corrupción que se agolpa sobre ella. Oriol Pujol, único hijo de la tribu que se ha dedicado de lleno a la política, comparecerá ante una jueza de Barcelona el 12 de enero para dar explicaciones sobre unos presuntos sobornos que se habría embolsado por medio de su esposa, con motivo de la deslocalización industrial de las japonesas Sharp, Yamaha y Sony.

De momento está probado que Sergi Alsina, compañero de estudios y amigo íntimo de Oriol, asesoró a esas empresas en sus respectivas clausuras y les cobró la friolera de 7 millones de euros, o sea, casi 1.200 millones de pesetas. Los servicios que Alsina les prestó debieron revestir sin duda un calibre espectacular, por cuanto ni las más encopetadas multinacionales de la consultoría suelen minutar cantidades semejantes.

También se ha acreditado plenamente que la mujer de Pujol, Anna Vidal Maragall, sobrina del ex alcalde de Barcelona Pasqual Maragall, se llevó una parte del botín de Alsina, exactamente 700.000 euros. Utilizó para ello el sobado procedimiento de confeccionar informes insustanciales sobre las entidades niponas, que luego vendió a Alsina a precio de oro.

Este montaje de recaudar mordidas por persona interpuesta –la mujer de Oriol– recuerda el viejo aforismo que habla de adorar el santo por la peana. En el caso que nos ocupa, el santo sería el atribulado Oriol; la peana, su cónyuge; y el adorador, Alsina.

Además, la jueza barrunta que el vástago del muy honorable pidió la intercesión de Artur Mas y que éste efectuó llamadas de recomendación a los directivos de las empresas catalanas candidatas a quedarse con las fábricas y predios de las sociedades foráneas. El episodio discurre así: primero, Oriol Pujol, secretario general de Convergència, tercia entre las firmas extranjeras y el «cap del Govern»; segundo, el tal Alsina se forra con la tocata y fuga de las tres compañías asiáticas; tercero, Anna Vidal percibe sumas crecidas por unos estudios que no valían ni el papel que los sustentaba. Toda la cadena de hechos despide un hedor que apesta.

No es éste el único fregado en el que Oriol Pujol anda envuelto. La justicia también le pide cuentas por un presunto tráfico de influencias para amañar el mapa de estaciones de ITV en Cataluña y por un cohecho, así mismo presunto, para que el Parlament aprobase la Ley de Seguridad Industrial de 2008.

El desplome de un mito

¡Cuántas vueltas da la vida! Oriol fue designado por su clan para encabezar algún día la Generalitat, mientras Artur Mas, cual aparcero, guardaba la finca. Hoy, los lances de corrupción hacen que su carrera política se pueda dar por extinta, pese a que es casi un recién llegado.

Pocos días después de que el caballero declare ante una magistrada, varios familiares suyos están citados por otra para el 27 de enero. Se trata de sus padres Jordi Pujol y Marta Ferrusola y sus hermanos Marta, Mireia y Pere, a quienes se achacan sendos delitos de blanqueo de capitales y contra la Hacienda Pública.

Esta segunda causa deriva de los fondos que la tropa escamoteó en paraísos fiscales durante treinta y cuatro años, en buena parte coincidentes con el largo mandato presidencial de Jordi Pujol. El patriarca atribuye el origen del dinero a la herencia paterna. Según me cuentan, su versión semeja tan inconcebible, que incluso sus propios y más directos allegados se la han tomado a pitorreo.

No deja de ser estupefaciente que los dos líderes de CiU que han ascendido a la cima de la Generalitat estén incursos en feos asuntos concernientes a imaginarias fortunas sucesorias ocultas a Hacienda. En efecto, también al padre de Artur Mas le descubrieron cuentas opacas en el reducto de Liechtenstein, con más de 2 millones de euros, de las que el propio Artur Mas era beneficiario.

Jordi Pujol es un mito imprescindible de la historia catalana y española del último medio siglo. Para bien o para mal, esa historia no puede escribirse sin Pujol. Sin embargo, al reconocer él mismo sus fechorías tributarias el pasado verano, puso en entredicho toda su obra. No sólo hundió para siempre su prestigio personal, sino que de propina dinamitó los cimientos de su propio partido.

El antaño muy honorable está viviendo en carne propia la atronadora soledad que experimentan los caídos en desgracia. Resulta increíble que toda una vida pública naufrague por unos pocos millones de euros. Pero las miserias de la condición humana son así. Poderoso caballero…